A mis dos hijos, mi fuerza


A mis dos hijos, mi fuerza

Tengo la manita de tu primer año
limpiando la lágrima que encontraste
resbalando en la mejilla tersa de sólo 21 años;
la sabia palmadita que me diste en el hombro,
mi pequeño hombrecito,
cuando sin saber comprendiste
el dolor de tu madre
y con tu sabio infantil consuelo
me hiciste sentir para siempre acompañada,
entonces me prometí no llorar más
en tu presencia, ni entristecer tus primeros días.

Tengo las primeras tarjetas
artísticamente dibujadas por ambos,
en donde con vuestras primeras letras
escriben: “Para mamá, las más linda
La más buena
La mejor de las madres”
Releerlas me aprieta el alma.

Tengo el desayuno que me trajiste
una mañana que me quedé dormida,
los dos parados al pie de mi cama
con un viejo azafate con una toronja
cortada en cuatro, pan tostado con mantequilla y miel,
café con leche azucarado
y lo más importante:
La intención del detalle, la emoción del regalo de amor.

El día que sabías, por que bien me intuías,
que estaba triste y cansada
y sólo tenían seis y ocho años de sacrificados veranos;
entonces me encontré una cocina limpia,
con platos brillantes y alineados,
mi cama tendida, la alfombra pareja y aspirada.
Sentí el olor a colonia de niño
y escuché tu voz de hermano mayor,
suave y bajita, diciéndole a tu hermano en secreto al oído:
Silencio, no hagamos bulla,
dejémosla dormir…

Tengo la alegría de tus saltos en bicicleta
y lo alto que llegó hasta el cielo tu cometa,
la cara de preocupación
y voz trémula de emoción
cuando nota de mala conducta me trajiste
por ser tan hablador…

Tengo tantos otros tesoros,
recuerdos gloriosos,
mis pequeños hombrecitos
que con tan corta edad
saben calmar la sed
de mi espíritu sediento
y colmar con la más grande de las alegrías
mis mejores momentos
de mujer y madre.

Tengo que darles siempre las gracias
por los primeros balbuceos,
por la felicidad indescriptible
de la primera vez que de sus labios escuché
¡MAMÁ!
Por todos los te quiero mamita,
Las alegrías de momentos únicos,
inolvidables, incomparables.
Por sus hermosos cuerpitos varoniles
que estoy viendo día a día crecer.
Por las zapatillas de vividos colores
y sucios pasadores
que saben hacer brotar la sonrisa
de mis labios tan cansados
Y me hacen sentir el orgullo maternal
en la mejor de sus formas,
por que son ustedes, hijos míos,
mis niños queridos:
Mi fuerza
Mi nuevo amanecer
Mi motivo de seguir,
por que sin ustedes no sé que haría,
no sé que sería de mí.

Ustedes son:
Mis ángeles terrenales
Mis brillantes luciérnagas
Mis dulces vitaminas del alma
Son mi todo,
Mi aliento, mi inspiración,
Son toda mi vida;
Por que no sólo son mis hijos
Sino los compañeros
Los amigos
Los esposos
De hoy, de ayer, de mañana
y de siempre…

¡Mis hijos!
Mi gloria
Mis tesoros
Mis pequeños grandes hombres
que curan mis heridas
con tan sólo dos palabras
cuando al final de la agotadora jornada,
llego a casa, abro la puerta para encontrarlos
y escuchar las dos palabras mágicas
que me devuelven la vida:
¡Hola mamá!

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