Una tarde triste del mes de mayo


Una tarde triste del mes de mayo

Qué fue de las notas de mi triste guitarra
que no se escucharon nunca más…
Quién cerró la puerta de mi corazón
una tarde triste del mes de mayo
para no volver a sentir sus besos
ni poder olvidar los amaneceres a su lado…
Son preguntas que me hago de tarde en tarde,
cuando le permito a mi mente recordarle,
pero al instante regreso con las excusas de siempre,
escondiendo mi nostalgia detrás del maquillaje.

-Qué distinta la luz de mis luciérnagas
que siempre me desvelan
y cuan poca importancia a todo lo que me pasa,
por que sin él nunca nada será igual
¡Nada!

Se secó el fondo de la botella de Amaretto
al mismo tiempo que el fondo de mi alma-
todas las noches a las nueve y doce-
Ya no me importa la hora,
no me importa nada.
Sé que nunca volverá,
que se fue para siempre,
arrogante y varonil;
entonces me daré cuenta
que no fueron pesadillas,
que todo lo que pasó,
pasó de verdad.
A veces, sólo a veces,
echo de menos al sol
que formaba la sombra de su cuerpo varonil
en la arena de la playa de nuestros años mozos;
mis dedos escriben su nombre,
mi voz le clama a gritos en silencio.
Ya no me acuerdo de su cara,
pero sí de su aliento,
de sus besos y saben una cosa:
Todavía lo siento.

Sé que tomaba el café negro
-muy dulce-
y largos baños a la luz de la luna;
me escribía poemas casi todos los días,
todos llenos de mentiras,
y hasta dibujaba en mi espalda
-con sus besos-
su amor traicionero, todo eso, buscando algo más.

No fui más que una escalera en su vida,
los peldaños que tenía que escalar
para llegar arriba
y cuando alcanzó la cima
dio media vuelta sin decirme nada más,
se fue para nunca más volver.
¡Me duele el alma!
¡Me duele todo!
Como si esa tarde triste del mes de mayo
hubiese sido ayer y no hace mil años,
cuando me dejó con un hijo en los brazos
y con otro en las entrañas.

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