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Aunque nos suene raro, las mujeres han dominado el mundo durante mucho más tiempo que los hombres. De los 50000 años que ha visto la luz nuestra joven raza, tan sólo los últimos 8000 han sido de supremacía masculina. Desde siempre las mujeres han rendido culto a la luna, símbolo de la feminidad, y los hombres al sol, símbolo de lo masculino, es algo que no se puede cambiar, el mundo siempre fue pagano.

Entre ambos sexos ha perdurado una guerra secreta, en ella se han usado muchos nombres, que siempre fueron los mismos, Diana, Isis, Apolo, Lug, Mitra, Cristo, representación de los antiguos cultos primigenios del sol y de la luna. No es casualidad que nuestra navidad coincida con el solsticio de invierno, cuando el sol, que está hibernando, comienza su lento despertar.

Del mismo modo tampoco es coincidencia que la semana santa se celebre precisamente durante el solsticio de primavera, que es cuando regresa la luz y la vida.En el principio las sociedades eran matriarcales, por aquel entonces nuestras mentes eran distintas, los dioses parecían reales y vivíamos en un mundo mágico donde ellos caminaban entre nosotros. Era un mundo femenino, donde los hombres vivían fascinados por el milagro de la natividad y la diosa Diana reinaba suprema, como una gota de plata en el cielo infinito. Pero llegó el día en que todo cambió, los dioses masculinos empezaron a despertar, y el hombre utilizó su arma más poderosa para derrocar a la mujer, su simbología. Este cambio del matriarcado al patriarcado, queda representado en el mito órfico de la creación cuando el cetro de la triple diosa pasa a manos de Urano.Los hombres encadenaron a la luna mediante un anillo de estrellas, destruyendo y desacreditando a las diosas, primero convirtiendo a la diosa Madre en malvada y luego en una humilde quimera.

De este modo poco a poco las deidades femeninas fueron sustituidas por los dioses, transformando los lugares del culto a Diana en templos de la masculinidad, y llegando finalmente, mediante el sacrificio de niños, a la destrucción del primero y más grande de los símbolos femeninos, la maternidad.

Sin duda fue un triste y sangriento camino.

(Extraido del Blog un hombre contra el mundo)


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