Otro pedacito para Los Sapos no saben leer...



El día: un sábado después de más de tres décadas sin que Solangel viera al amor de su juventud… …

Escribo para desahogarme.


Recuerdo constantemente ese día en el que nos íbamos a volver a ver después de tanto tiempo, en el que íbamos a estar unas horas juntos para recordar tiempos felices. No nos habíamos visto desde que el tenia 38 y yo tan solo 24. Estaba nerviosa, había esperado ese momento como una madre espera a su recién nacido, como la novia en el altar, como el día que te recibes de profesional, como cualquier día de esos que son especiales, únicos, exclusivos, inolvidables. Los momentos felices, los pocos, los que puedes contar con los dedos. Había esperado ese momento una eternidad, había pagado un alto precio para poder tener la oportunidad de re-encontrarnos, un precio intangible, solo visible ante los ojos del alma. Había llegado ese día en el que echaría todo mi valor para hablar con mi amor de toda la vida, de todo, para confesarle que nunca le había olvidado, que le había amado en silencio y llorado su ausencia cientos de noches. Que terrible es amar un espejismo, un recuerdo.

El teléfono sonó y su voz calida y sonriente me dijo: ya estoy en camino, espérame. A los 23 minutos llego. Llego con lo que se era su mejor ropa, bien planchadito y peinado; seguía teniendo esa sonrisa que me derretía a los quince y me seguía derritiendo a los 55. Su voz suave y siempre guapo y varonil, ya no tenia barba ni bigotes ni el cabello largo, ya no llevaba botas ni vaqueros como cuando éramos jóvenes y montábamos caballo salpicando la espuma y la arena en las orillas del mar bravo de las playas del Sur, había mantenido su figura fuerte y esbelta, su vientre plano, si cuando joven me había enloquecido con su apariencia varonil y suavidad, me causo mucha admiración ver que todavía estábamos dentro de esa nube mágica que envuelve a los enamorados. No tuvimos que decir mucho, nuestros ojos lo dijeron todo. Empecé a enseñarle fotografías de mis hijos, nietos y familiares como para romper el silencio. Los dos estábamos nerviosos, teníamos tanto que contarnos.

Hablamos por varias horas. Era mi último día en Lima y al despedirnos quedamos en que nos volveríamos a ver en unos meses. Le pregunte si tenia correo electrónico y me lo dio y yo me quede con la ilusión y la esperanza de que desde ese día estaríamos conectados gracias al Internet, eso era todo lo que quería, no era su presencia física, era saberlo cerca sin medir distancias.

Después de verlo me invadió un llanto que se convirtió en una laguna interior profunda, un llanto incesante, una tristeza que no podía ocultar, por varios meses no hice más que llorar y llorar. Apenas regrese a mi nido empecé a enviarle mensajes todos los días, ninguno era comprometedor, eran mensajes que enviaba a una serie de amistades y el estaba en la lista. Nunca recibía respuesta a ninguno.

¿Cual fue mi respuesta? con toda la rabia y el dolor contenidos lo único que fui capaz de escribirle fue un - espero que mis mensajes no te hayan ocasionado problemas y que ojala algún día en el futuro podamos seguir la conversación que quedo pendiente.

Todo este tiempo me he desahogado escribiendo poemas. He tratado de ponerle “closure” cierre, final, conclusión a este capitulo “infinito y de tortura” de esta vida en “espera de no se que”. Hice algo que no tenía que haber hecho, el día de mi cumpleaños me tome un par de copas y abrí mi bocota, le confesé a mi hija quien era su padre. Me dijo que tenía que hacerse un examen de sangre porque no lo podía creer. Después no me hizo nunca mas otro comentario, es mas me dejo de hablar. Ahora no se si hice bien. Al menos este secreto que no me dejo vivir por tanto tiempo fue ventilado, ya escupí el veneno que me tenia intoxicada de cuerpo y alma, por primera vez en casi cuatro décadas sentí libertad. Hubiera querido que mi hija conociera a su verdadero progenitor, por otra parte fue muy duro afrontar la dura realidad de que yo había separado a mi hija y a su verdadero padre y que no podía retroceder. Ya mi hija tiene treinta y tantos, en realidad nunca tuvo padre porque el que supuestamente era su padre se fue cuando estaba en mi vientre. Que terrible para mi hija haber crecido sin su padre y que nunca pueda conocerlo.

Una mañana después de unos meses de terrible soledad y depresión aguda, abrí los ojos y después de leer una carta muy fuerte de mi intima amiga pude darme cuenta de muchas cosas. La que había amado incondicionalmente había sido yo. La que había mantenido viva la llama del amor y la esperanza había sido siempre yo. La que había cargado con toda la culpa, la responsabilidad y las consecuencias, siempre había sido yo. Ahora que el progenitor sabía como y donde encontrarnos, tanto a su hija como a mi, no había hecho nada para contactarnos y decirnos lo que necesitábamos oír. Algo como “nunca es tarde”. Yo no quería nada material, nunca le pedí ni un real, ni jamás espere que cambiara su realidad.

Su silencio me dijo más que todas las palabras. Tuvo miedo y sigue teniendo miedo, nunca pudo aceptar que éramos el amor, el amor imposible, pero el amor.

Decepcionada, triste, más triste porque hubiera querido que el fruto de nuestro amor pudiera conocerle aunque fuera por un corto tiempo, que hubieran podido reconocerse porque tienen tantas cosas en común, tienen ese brillo en la mirada, la forma de levantar las cejas, las manos, ambos son artistas, ambos me derriten.

Por otro lado, le doy gracias a Dios y a la vida porque no hay nada como tener un hijo con el hombre amado. Lo irónico de esta historia es que el fruto de nuestro amor fue engendrado un sábado en la parte trasera de un incomodo carro.

Ya no lloro, poco a poco recupero mi postura y mi llanto vuelve a esconderse debajo de un grueso manto. Mi laguna sigue llena de sapos que no saben leer ni escribir y menos comprender y aceptar.

La vida sigue y en mi próximo viaje ya no buscare más re-encuentros con el pasado.

Comments

  1. Mariángeles, hermoso texto. Realmente un viaje por el interior humano, nuestros secretos, temores y fracasos. Y es así el pasado no vuelve. Pero hay cosas que es bueno decirlas. Escribis muy bien. Abrazo

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