Huancayo 1967 - Lima 2010



Otro pedacito de "Los sapos no saben leer"

Lima 1967 - Son las 6:15 am y llego corriendo a la Central del Ferrocarril, cargando maleta y la bolsa y rogando por no perder el tren, con nerviosismo me doy cuenta de que mis esfuerzos son en vano al mirar el tablero de salidas y ver que dice “Huancayo 6:00 am; no me queda más remedio que sentarme a esperar y ver como matar el tiempo hasta que llegue el tren de las 2:00 pm.

Siempre uso gorras y gafas oscuras, bufandas, chalinas, soy la reina de los accesorios, llevando un cuaderno en donde hago apuntes y listas de pendientes, dibujos y escribo pensamientos que me llegan de las experiencias diarias, de las miradas de las gentes que encuentro en el camino. Llego al área de espera y soy una persona entre cientos de seres humanos humildes, pobres y el ruido de camiones y las voces y risas, algunos hablan quechua. Por un momento mi mente vuela y no oigo nada, siempre he sabido descontectarme de todo, pero rápidamente soy devuelta a la realidad al escuchar al chofer que me dice “Señorita tiene que embarcar su equipaje, venga por aquí, venga... acomódelas en esa esquina. Como siempre soy muy afortunada y cuando llega el tren resulta que tengo dos asientos libres, todos para mi, me instalo del lado de la ventana, en el otro asiento pongo la bolsa de mano, todos mis accesorios, mi gorra, mis gafas, mi bufanda, la manta, recuerdo tomar mi “dramamine” para el mareo porque desde chica siempre he sufrido de mal de alturas, me persigno en el nombre de Padre, del Hijo y del Espiritu Santo, le pido a mi Padre Celestial que lleguemos todos con bien, y finalmente respirando profundamente y recobrando la tranquilidad siento una paz maravillosa que me cubre toda, es 1967 asi que no tengo ni audifonos, no tengo celular, no tengo una lap top ni Internet, solo mi cuaderno donde escribo sobre el verde de la naturaleza y los caminos del tren, preparada para las largas horas que me esperan de recorrido hasta llegar a Huancayo, y un libro que viaja conmigo a todas partes, uno que me ha cambiado la vida, "El Principito".

Escribo en mi cuaderno, dibujando mis palabras mientras el trayecto corre tranquilo, algunas nubes blancas cubren el intenso cielo azul, ya no es gris como el de Lima, y el sol brilla con todo su esplendor y el viento se cuela por la ventanilla abierta y refresca mis mejillas, disfruto cada instante, es la primera vez que hago un viaje sola, me siento libre, me siento independiente, aventurera.

Me despierto al ir subiendo por Ticlio, el aire se ha vuelto mas frío y pesado y me cuesta trabajo respirar, me abrigo con mi manta roja, todo es blanco a lo lejos, la nieve cubre los picos de los Andes, el aire huele a tierra mojada, por momentos se escucha el ruido de algún riachuelo que no alcanzo a ver, levanto los ojos y veo aves, posiblemente el condor de los Andes.

Es de noche cuando llegamos, alcanzo ver los techos de tejas rojas de las casas del pueblo, también puedo ver el campanario de la iglesia, hemos llegado y me duele todo el cuerpo, tengo los pies acalambrados; me arreglo el cabello, me coloco la gorra, guardo mi manta de alpaca, acomodo todo en mi bolsa y me coloco mi poncho de lana, para bajarme del tren, no me espera nadie, no conozco a nadie. Cuando estoy caminando lista para preguntar por un hostal o lugar turistico, reconozco la silueta inconfundible de mi papá, con una sonrisa grande me dice: "que te creias que ibas a llegar a Huancayo haciendote la Hippie y que tu padre se iba a quedar tranquilo" y no puedo dejar de sentir esa felicidad de recibir una sorpresa inesperada sobre todo sabiendo que por dentro me consumia el miedo de mi primera aventura de viajera completamente sola y con tan corta edad. Nos abrazamos los dos, y mi padre en un jeep de un amigo emprende el camino para llegar a la casa hacienda de mis abuelos.

En el trayecto a la casona. me instalo en la parte de atrás del jeep, me siento tan feliz y segura viajando con mi padre, me pregunta por mis hermanos, y aunque nunca ha sido de mucho hablar siempre me insta a que le cuente mis cosas. El camino sigue lleno de curvas, y me empiezo a marear, pero me hace reir con sus chistes y olvidarme de todo, me siento feliz, plena, es como si todas las responsabilidades que he ido adquiriendo con los años desaparecieran y me convirtiera nuevamente en la niña de sonrisa fácil que fui tiempo atrás.

Antes, cuando era muy chica, habiamos viajado todos en viaje de campamento a San Ramon, comiendo choclos y papas cocinados en el campo al aire libre, viendo las estrellas, porque siempre viajábamos los fines de semanas largos, mi papá llegaba de trabajar, se dormía un ratito, y tempranito en la madrugada cargábamos con todo el equipo de camping, y emprendíamos el viaje, espantándonos todos con cuentos de penas y fantasmas, y haciendo concursos de quien aguantaba mas tiempo el aire debajo del agua, después, un poco más grandes, en la camioneta Ford color celeste en donde entrabamos todos los seis hermanos. El más chico adelante con mi mamá, aunque un poco más apretados, disfrutábamos por igual el viaje, excepto yo, que siempre tomara o no pastilla para el mareo llegaba amarilla amarilla y en cuanto empezaba a sentirme mejor entonces ya teníamos que regresarnos para Lima.

Como no recordar nuestras llegadas en la madrugada y la cara de mis abuelitos, y mi hermana Luna y su preparado especial de leche con plátanos de seda, y no veíamos la hora para irnos a bañar a la gran piscina de la casa hacienda, con mis tías y mis primos, donde nos pasábamos todo el día metidos en el agua, jugando y riendo a carcajadas hasta que nos dolía la barriga de tanta risa, después llegaba mi Abuelita con una fuente llena de papas rellenas con salsa criolla, con palitos de choclitos y queso fresco, aceitunas, papas a la huancaina que entre todos devorábamos para después de un rato, volver a meternos al agua.

Como no recordar la casona de mis abuelos que para mi era lo el mismisimo paraíso, los higos, los naranjos, limoneros, mangos, las mejores paltas, como desde siempre me encantaba subirme y pasarme las horas acostada en los brazos que eran las ramas, viendo las nubes pasar, también habían enredaderas de bugambilias moradas, las maravillas, una gruta poblada de flores blancas que te llevaba a una capilla en donde celebraban misa todos los dias muy temprano. Mi Abuelita se levantaba a regar sus árboles y las plantas. Y yo adoraba al perro soñoliento y siempre acalorado, un perrito chusco y viejito que era nuestro mejor amigo, se llamaba "Amigo".

Pero estoy en 1967, y mi abuelita se nos fue en 1966, por esos dias se sentaba en su cama a llorar la muerte de mi abuelo y tantas penas que llevaba desde siempre. La casa de mi abuela vive en mis recuerdos, anoche en una pesadilla estaba irreconocible, donde había flores estaba lleno de maleza y los árboles poco a poco se fueron secando; a pesar de que estoy consciente de que todo en esta vida es efímero, me cuesta entender por qué se nos va lo bueno. Es humano, es natural, todos pasamos por lo mismo. Nacer, vivir, morir.

Ahora regreso al 2010, tengo canas, arrugas, cansancio, nietos, miedo al tiempo que corre sin detenerse, estoy casi retirandome de mi epoca de trabajo que no fue exactamente el que hubiera querido tener, quise ser actriz, quise ser bailarina de flamenco, quise ser tantas cosas que no fui. La vida se fue volando y nosotros todos cambiamos, crecimos, nos llenamos de ocupaciones, problemas, enfermedades, rollos, responsabilidades, golpes, tristezas, perdidas, sinsabores, y ahora, mis hijos, mis nietos y sobrinos con sus familias repiten la misma rutina, la misma historia cada temporada de vacaciones: visitan a los abuelos; a los suegros, solo yo me siento que me quedo un poco a la deriva, dándole otro pequeño matiz a este carrousel que es la vida, a este valle de risas y lagrimas, de flores con espinas, de luciernagas que brillan hasta que salen los sapos a escupirlas para apagarles esa luz que tanto detestan esos sapos que no saben leer y si saben se hacen los locos, porque no tienen conciencia, ni verguenza ni bellos recuerdos.

De nuevo regreso, estoy en 1967, avanzamos el calor se vuelve más húmedo, por fin vamos bajando rumbo a la casa hacienda, el viento trae el aroma intenso de jazmines, y galan de la noche, y de nuevo regreso al presente, los recuerdos insistentes se arremolinan uno tras otro queriendo visitarme todos a la vez, parece que el tiempo se detuvo en este lugar, el ruido de las voces, el canto de las aves, mis amadas luciernagas, los colores del arco iris colman mis sentidos, mis ojos se llenan del azul intenso, del morado, naranja, blanca nieve, me faltan sentidos para identificar todas las sensaciones y emociones que este paisaje de recuerdos provoca en mi.

He regresado a mi cueva, al rincón donde se conjugan el pasado y presente, el refugio en donde me escondo cada vez que necesito fuerzas para seguir caminando, el aroma del perfume de mi abuela, los jardines llenos de flores que me dan los buenos dias con la mejor de las sonrisas, las alas abiertas de mis angeles que llegan corriendo a protegerme, a susurrarme al oido que no tema, que nos cuidan, que sigamos el sendero de la luz. Aquí en este templo espiritual, me olvido de todo, aquí mi alma se renueva, igual que el ave fénix, vengo a dejar mis penas, a verlas morir para luego renacer de sus cenizas y emprender el nuevo vuelo tal como lo hace el águila inmortal. Y vuelo, vuelo muy alto y en las nubes se escucha mi sonrisa alegre, feliz.

Y cuando sientas que te cortan las alas, quiero que sepas que pueden volver a crecer, con fe, esperanza y AMOR.

Comments

  1. Ja aja j aja, amiga, siquiera los sapos no saben leer, porque habría que aclararles, con dibujitos seguramente, que el tiempo no se mata, el tiempo se pierde, que es mas grave aún, por eso el sabio “refrán, “que la vida no te coja sin un libro bajo el brazo”, por eso los sapos no saben leer!

    Y también se pierden anécdotas como: “De nuevo regreso, estoy en 1967, avanzamos el calor se vuelve más húmedo, por fin vamos bajando rumbo a la casa hacienda, el viento trae el aroma intenso de jazmines, y galán de la noche, y de nuevo regreso al presente, los recuerdos insistentes se arremolinan uno tras otro queriendo visitarme todos a la vez, parece que el tiempo se detuvo en este lugar, el ruido de las voces, el canto de las aves, mis amadas luciérnagas, los colores del arco iris colman mis sentidos, mis ojos se llenan del azul intenso, del morado, naranja, blanca nieve, me faltan sentidos para identificar todas las sensaciones y emociones que este paisaje de recuerdos provoca en mi.”

    Un Besito Marino

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