Poema de una mujer en el Otono de su vida


Quiero decirte algo,
pero no digo nada,
que te amo, (en silencio, en secreto)
Que no encontré aún
el sentido de mis pensamientos
de lo que siento (que me enternece)
que no entiendo todo esto que me pasa
Ni el porque de mis palabras.

Debería juzgar la oportunidad de irme
antes de haber llegado a casa,
cuando siento deseos de irme a otro lugar
de correr, de escapar
para sentirme como en casa.

Quiero, ya sabes,
quiero seguirte,
quiero quedarme,
no irme nunca,
Quedarme en ti,
Pero he sentido miedo de llegar
hasta tu alborada.

Qué encontraría yo
a lo largo de tu espalda
una vez reconocida la última cicatriz,
quizás la salvación de mis sentidos,
ese lago de aguas claras,
tal vez las cuerdas de mi vieja guitarra,
el malecón, las olas bravas,
Miraflores, mi Lima adorada,
las luces del mar,
el cine Pacifico,
la calle de las Pizzas,
Quizás las lanchas viejas de Agua Dulce,
Mis aňos mozos, sus pescadores,
Mis muslos firmes, el verano,
Mi piel lozana, el calor,
Mis ojos grandes, mis risas locas,
tal vez, sentirme como en casa.


Vivir es amanecer contigo
luego de haber caminado largo y en calma,
pero debería, Oh! debería
dejarte ir... esto no puede estar pasando...
tengo que irme,
Tengo que marcharme…
No quiero, no puedo, hay una fuerza grande
que me retiene, que me deja paralizada,
Pero tengo que irme,
Tengo que marcharme…

Quiero quedarme en tus brazos,
Olvidarme de todo,
Pero tengo que volver,
eres real pero no posible.

Te miro hacerme feliz
y reinas en mi vida,
eres todo lo que siempre he querido,
pero tú sólo duermes y nunca,
nunca sabrás nada.
Nunca comprenderás como te quiero,
Cuanto, con que intensidad,
Como te añoro, desde siempre,
La falta que me hacen tus caricias,
Desde siempre… tus besos,
tus abrazos, tu forma de sentir.
Y tu dulce mirada
que me ilumina,
que me abriga,
que me cubre toda
y me hace olvidar
que ya se me fue la vida.


Al marcharme me has dado un fuerte abrazo,
Has besado mi frente,
Has besado mis ojos,
He dado la vuelta para caminar hacia el avión
Me he quedado con el recuerdo de tu dulce mirada,
penetrante,
con tu silencio que me lo dijo todo....
Y he vuelto a llorar,
como alguna vez lloré cuando creía en el amor.
He sentido que nos amamos
como se aman solo los que saben amar.


Te has quedado en la tierra de mi primera juventud,
Yo he regresado a mi realidad,
A mi mundo,
Tan diferente al tuyo,
A mi vida,
Tan diferente a la tuya.
Te has quedado a vivir en los caminos de mi mente.
Tu presencia me acompaña de día y de noche,
Hasta dormida pienso en ti.
Te observo hacerme feliz,
Una y otra vez,
Como si esos pocos días,
fueron siete,
Hubieran sido los días más felices de esta vida mía,
De este camino lleno de obstáculos,
dolor, traumas y fracasos,

Hasta que un día
tropecé con tu espíritu,
Con tu alma buena,
Con tu virilidad,
Con tu juventud,
Con tu sensibilidad,
Con tu esencia,
Con tu sonrisa,
Con tu ternura,
Con tus palabras,
Con el amor que tanto había anhelado.

Nunca entenderé como pude quererte tan rápido,
Quererte tanto, tanto,
Que tengo que esconderme para suspirar
para llorar, para ocultar esto que me turba
y que aveces me enloquece,
cuando me acuerdo
De todos los momentos
que tuve que robarle a mi vida,
Que está en otoño
Y que quiso robarle a la tuya,
tu primavera.


Mary Elizabeth Fernández-Vasquez
Febrero 2008

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