Me gusta mi biblioteca casera. Amo los libros (las flores, las plantas, los cuadros que llenan mis paredes, los cojines, los utensilios de cocina) pero los libros ocupan un primer lugar. Con el tiempo viene la madurez y la experiencia de la vida, los golpes y el dolor son grandes maestros y uno "aprende" que es importante aprender a vivir con abundancia "simple", que uno no debe acumular, que uno debe de tener lo suficiente, lo necesario. Tengo varios meses "depurando" todo en mi vida, limpiando mi casa interior y exterior, donando todo lo que no es necesario o lo que tengo hace mucho tiempo y ya "no necesito" cuando otras personas pueden necesitarlo. He aprendido a vivir ligera, a no seguir cargando una mochila tan pesada.
Tengo que hacer "espacio" en mi cuarto, en mi sala, en toda mi casa, y como ya no trabajo como antes ni produzco el dinero de antes debo aprender a vivir dentro de un apretado presupuesto. Gastar sin malgastar. Envejecer con dificultades nos hace sabios, nos hace precavidos, nos hace cuidar los reales. Después de vivir casi cuatro años retirada del mundo laboral, de los horarios de oficina, sin mi salario de profesional he tenido que aprender a reducir los gastos en cientos de productos, dejar de comprar muchas cosas que fueron llenando mi casita abarrotada de todo lo que fui acumulando en toda una vida de compradora compulsiva y desenfrenada, compraba de todo y los libros y revistas eran parte de mis gastos...he descubierto que ese dicho "el saber no ocupa lugar" no es tal como dicen. Miles de libros llenaron muchos libreros. Pensaba meterlos en cajas para guardarlos, para descubrir que terminan pesando como costales de arena, que se van a malograr en el cuartito del olvido, superando el dolor de deshacerse de ellos porque en el proceso de embalarlos te reencuentras con muchos libros tan queridos, tan llenos de momentos vividos que quedaron marcados en las paredes de la mente, libros leídos hace tanto tiempo, en el siglo pasado, siento que el trance de donarlos puede ser muy doloroso, pero me pongo feliz sabiendo que van alcanzar nuevos lectores, que van a ser acariciados por futuras generaciones. Cada vez que voy a la Biblioteca de mi barrio los voy llevando. Cuando me ven llegar llena de libros que ya no se consiguen y que van a encontrar un lindo hogar, una hermosa biblioteca llena de amantes de la lectura, de curiosos del aprendizaje y la cultura, libros que van a engordar los libreros de mi delgada biblitoteca, hambrienta de conocimientos, de historias, los empleados se alegran mucho de verme. Me abrazan emocionados.
Me he quedado con los que verdaderamente son importantes, los que voy a volver a leer por segunda y tercera vez, con la óptica diferente que te dan los años, la madurez, la experiencia de llegar a la tercera edad, de pasar los 60 inviernos. Me hace feliz saber que voy a volver a leer la Biblia, a Cervantes,Vallejo, a Gabo, Hemingway, Wilde, Saint Exupery, a Truman, Jane, Julio, Mario, Rafo, Isabel, Fernando Lopez-Peralta, Ana Raquel, Frederic Lujan a César Peralta a los rusos, mis libros de cocina. Ahora me quedan dos libreros grandes llenos, con los importantes. Con los necesarios. Calidad en vez de cantidad.
Tengo que hacer "espacio" en mi cuarto, en mi sala, en toda mi casa, y como ya no trabajo como antes ni produzco el dinero de antes debo aprender a vivir dentro de un apretado presupuesto. Gastar sin malgastar. Envejecer con dificultades nos hace sabios, nos hace precavidos, nos hace cuidar los reales. Después de vivir casi cuatro años retirada del mundo laboral, de los horarios de oficina, sin mi salario de profesional he tenido que aprender a reducir los gastos en cientos de productos, dejar de comprar muchas cosas que fueron llenando mi casita abarrotada de todo lo que fui acumulando en toda una vida de compradora compulsiva y desenfrenada, compraba de todo y los libros y revistas eran parte de mis gastos...he descubierto que ese dicho "el saber no ocupa lugar" no es tal como dicen. Miles de libros llenaron muchos libreros. Pensaba meterlos en cajas para guardarlos, para descubrir que terminan pesando como costales de arena, que se van a malograr en el cuartito del olvido, superando el dolor de deshacerse de ellos porque en el proceso de embalarlos te reencuentras con muchos libros tan queridos, tan llenos de momentos vividos que quedaron marcados en las paredes de la mente, libros leídos hace tanto tiempo, en el siglo pasado, siento que el trance de donarlos puede ser muy doloroso, pero me pongo feliz sabiendo que van alcanzar nuevos lectores, que van a ser acariciados por futuras generaciones. Cada vez que voy a la Biblioteca de mi barrio los voy llevando. Cuando me ven llegar llena de libros que ya no se consiguen y que van a encontrar un lindo hogar, una hermosa biblioteca llena de amantes de la lectura, de curiosos del aprendizaje y la cultura, libros que van a engordar los libreros de mi delgada biblitoteca, hambrienta de conocimientos, de historias, los empleados se alegran mucho de verme. Me abrazan emocionados.
Me he quedado con los que verdaderamente son importantes, los que voy a volver a leer por segunda y tercera vez, con la óptica diferente que te dan los años, la madurez, la experiencia de llegar a la tercera edad, de pasar los 60 inviernos. Me hace feliz saber que voy a volver a leer la Biblia, a Cervantes,Vallejo, a Gabo, Hemingway, Wilde, Saint Exupery, a Truman, Jane, Julio, Mario, Rafo, Isabel, Fernando Lopez-Peralta, Ana Raquel, Frederic Lujan a César Peralta a los rusos, mis libros de cocina. Ahora me quedan dos libreros grandes llenos, con los importantes. Con los necesarios. Calidad en vez de cantidad.
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