Ayer en la tarde, con la ayuda de mi esposo estabamos lavando la ropa de cama, las colchas y frazadas. Hace tiempo que voy al mismo local, soy amiga de los empleados y conozco al administrador, un hombre bien parecido, que habla varios idiomas y que profesa otra fe, (es judio) y siempre, hasta ayer yo pensaba que era creyente, hoy por poco me ataca y me insulta porque le hable de Dios... Me dijo: yo no creo, y punto. No me toques el tema, y se fue echando fuego por la boca, con los ojos furiosos, harto, amargado. Por primera vez lo vi feo, (es un hombre como dije muy bien parecido, de aspecto cuidado y refinado, hace deportes, luce sencillo pero siempre impecable, no parece ser rico, pero lo es. Es muy trabajador, vive en una gran casa, ama fielmente a su esposa que no es tan bonita ni tan atractiva, y es bisabuelo a los 65, y yo hasta ayer pensaba que era un hombre realizado, un triunfador, feliz, y sobre todo que era un hombre de fe, porque en todo el tiempo que he sido clienta de su negocio siempre vi un hombre de vida ejemplar, luchador, sonriente, excelente jefe de sus empleados, y de repente me entero que no cree en nada ni en nadie.Y que posiblemente mi persona, mi presencia, mi fe, no sea de su agrado. Entonces, me siento muy triste, y no puedo dejar de sentir una inmensa pena en mi alma y recuerdo que hace un tiempo, en uno de sus viajes a Palestina a ver a sus padres, conoci a una de sus nietecitas, una que es enanita, que es la hija de su nieta preferida, me hizo posiblemente pensar que ese era el motivo de su ateismo... posiblemente no aceptaba, no entendia el porque su nietecita era una "enana" ya que en su familia de gente luchadora y saludable, de personas que nunca habia tenido familiares con alguna "diferencia" en el aspect fisico.
Hace una semana hubo un fuerte debate sobre religión y moral en mi grupo. Todo empezó con una entrevista a un ministro, no voy a mencionar los nombres, a propósito de la publicación de su último libro, en donde habla, entre muchas otras cosas, de su ateísmo. Entonces otro profesional lo acusó de ser un “ateo confeso” (como si el ateísmo fuera un delito) y de atentar contra la familia, la niñez y la moral (como si el escepticismo diera para tanto). Los dos son personas inteligentes, seres pensantes, cultos, famosos.
Hubo como siempre dos posiciones en el debate: la de los simpatizantes de los creyentes que ven en la falta de fe una fuente inevitable de inmoralidad, y la de sus detractores, los ateos, para los cuales no existe ninguna asociación entre falta de fe y maldad.
Yo he aprendido a no juzgar ni condenar a las personas por sus creencias, no estoy de acuerdo con las personas que viven en el pecado constante y que son inmorales, y mucho menos con la manera amañada (intelectualmente deshonesta) como se asocia el ateísmo con la degradación de la familia y de los niños. Pero tampoco me convencen sus contradictores cuando dicen que la fe y la moral son cosas independientes y punto. Es verdad que hay gente buena y gente mala en las religiones y por fuera de ellas. Pero la moralidad, la bondad, la maldad, la fe, la ignorancia, la pobreza, no está repartida de la misma manera por todas partes. Lo peor es la indiferencia, el silencio de los buenos, los que se hacen de la vista gorda, los que se hacen los locos...
Muchas veces cuando me pongo a investigar me encuentro con muchas sorpresas. En una investigación publicada en Current Biology (2015), Jean Decety mostró, a partir de una muestra de casi 1,200 niños de distintas nacionalidades, que los hijos de padres ateos eran más altruistas y más compasivos que los niños, hijos e hijas de familias religiosas. Decety mide el altruismo a partir del “experimento del dictador”, que consiste en repartir algo entre los niños (en este caso calcomanías) y luego solicitarles que regalen parte de lo que recibieron para un fondo común. De otra parte, la compasión se mide a partir de las reacciones que los niños tienen frente a imágenes y ejemplos en las que ocurre un atropello menor, como un empujón o un insulto. En ambos casos los niños ateos son mucho más altruistas, más tolerantes y más compasivos que los niños religiosos. ¿Por qué ocurre esto? Por un sesgo psicológico que Decety denomina “licencia moral” y que consiste en que quienes cumplen con ciertas obligaciones religiosas, como rezar o ir a misa, relajan su comportamiento moral con la convicción de que en su contabilidad del bien ya tienen un saldo a favor que les permite darse ciertas licencias. (Los que me conocen saben que soy creyente 100% pero no me deja de impresionar y alarmar cuando veo que para ser Bueno o Malo, no pueden haber "etiquetas" ni partidos, ni religiones). Por eso crimen y castigo sigue siendo uno de mis libros favoritos...
Porsupuesto sabemos que no todos los creyentes se rigen por los mismos estándares morales (Fulanito de tal y Menganito, un Ministro y un Sacerdote, son ambos católicos, pero, creo yo, obedecen a criterios morales muy distintos), tal vez lo que hay que hacer es investigar qué culturas religiosas (y no religiosas) están más asociadas con la pérdida de nuestros valores morales, es decir, con la violencia, la corrupción, la intolerancia, la falta de respeto, de compasión, de verdadera fe, y los valores equivocados, etc. etc... Tal vez así, con investigación y con datos, podamos tener una discusión más elaborada que nos dé más alumbramiento sobre lo que podemos hacer para construir una sociedad mejor en nuestra tierra, en el mundo. Hacer eso (discutir a partir de datos y estando dispuestos a adaptar nuestras creencias a la realidad), quisiera tener los conocimientos para extenderme en el tema.
Invito como siempre a que me den sus opinions y comentarios. Y que Dios me los bendiga a todos, a los que creen y a los que no. Todos somos sus hijos, todos.
Hace una semana hubo un fuerte debate sobre religión y moral en mi grupo. Todo empezó con una entrevista a un ministro, no voy a mencionar los nombres, a propósito de la publicación de su último libro, en donde habla, entre muchas otras cosas, de su ateísmo. Entonces otro profesional lo acusó de ser un “ateo confeso” (como si el ateísmo fuera un delito) y de atentar contra la familia, la niñez y la moral (como si el escepticismo diera para tanto). Los dos son personas inteligentes, seres pensantes, cultos, famosos.
Hubo como siempre dos posiciones en el debate: la de los simpatizantes de los creyentes que ven en la falta de fe una fuente inevitable de inmoralidad, y la de sus detractores, los ateos, para los cuales no existe ninguna asociación entre falta de fe y maldad.
Yo he aprendido a no juzgar ni condenar a las personas por sus creencias, no estoy de acuerdo con las personas que viven en el pecado constante y que son inmorales, y mucho menos con la manera amañada (intelectualmente deshonesta) como se asocia el ateísmo con la degradación de la familia y de los niños. Pero tampoco me convencen sus contradictores cuando dicen que la fe y la moral son cosas independientes y punto. Es verdad que hay gente buena y gente mala en las religiones y por fuera de ellas. Pero la moralidad, la bondad, la maldad, la fe, la ignorancia, la pobreza, no está repartida de la misma manera por todas partes. Lo peor es la indiferencia, el silencio de los buenos, los que se hacen de la vista gorda, los que se hacen los locos...
Muchas veces cuando me pongo a investigar me encuentro con muchas sorpresas. En una investigación publicada en Current Biology (2015), Jean Decety mostró, a partir de una muestra de casi 1,200 niños de distintas nacionalidades, que los hijos de padres ateos eran más altruistas y más compasivos que los niños, hijos e hijas de familias religiosas. Decety mide el altruismo a partir del “experimento del dictador”, que consiste en repartir algo entre los niños (en este caso calcomanías) y luego solicitarles que regalen parte de lo que recibieron para un fondo común. De otra parte, la compasión se mide a partir de las reacciones que los niños tienen frente a imágenes y ejemplos en las que ocurre un atropello menor, como un empujón o un insulto. En ambos casos los niños ateos son mucho más altruistas, más tolerantes y más compasivos que los niños religiosos. ¿Por qué ocurre esto? Por un sesgo psicológico que Decety denomina “licencia moral” y que consiste en que quienes cumplen con ciertas obligaciones religiosas, como rezar o ir a misa, relajan su comportamiento moral con la convicción de que en su contabilidad del bien ya tienen un saldo a favor que les permite darse ciertas licencias. (Los que me conocen saben que soy creyente 100% pero no me deja de impresionar y alarmar cuando veo que para ser Bueno o Malo, no pueden haber "etiquetas" ni partidos, ni religiones). Por eso crimen y castigo sigue siendo uno de mis libros favoritos...
Porsupuesto sabemos que no todos los creyentes se rigen por los mismos estándares morales (Fulanito de tal y Menganito, un Ministro y un Sacerdote, son ambos católicos, pero, creo yo, obedecen a criterios morales muy distintos), tal vez lo que hay que hacer es investigar qué culturas religiosas (y no religiosas) están más asociadas con la pérdida de nuestros valores morales, es decir, con la violencia, la corrupción, la intolerancia, la falta de respeto, de compasión, de verdadera fe, y los valores equivocados, etc. etc... Tal vez así, con investigación y con datos, podamos tener una discusión más elaborada que nos dé más alumbramiento sobre lo que podemos hacer para construir una sociedad mejor en nuestra tierra, en el mundo. Hacer eso (discutir a partir de datos y estando dispuestos a adaptar nuestras creencias a la realidad), quisiera tener los conocimientos para extenderme en el tema.
Invito como siempre a que me den sus opinions y comentarios. Y que Dios me los bendiga a todos, a los que creen y a los que no. Todos somos sus hijos, todos.
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