Definiendo que es un FANTASMA


Podríamos definir el término FANTASMA como la representación visual, acústica o táctil del cuerpo no físico de una persona fallecida que, por diferentes motivos o circunstancias de su transitar como ser humano por el mundo de la vida, se ve aferrado a la misma bajo otra forma de existencia no física, manifestándose de diferentes formas ante otros seres humanos (familiares o amigos dependiendo del grado de vinculación entre ellos u otras personas desconocidas para éste ente) y en determinados lugares dependiendo de la carga psíquica existente para ellos y en ellos.
La palabra fantasma deriva de un verbo griego que significa "aparecer o mostrarse". Por tanto, el fantasma es un fenómeno básicamente sensorial, y suele provocar reacciones muy traumáticas por ejemplo yo desde temprana edad veo fantasmas y oigo voces pero hasta ahora nunca tocaba el tema por varios motivos. Afortunadamente, algunas personas, en vez de atemorizarse, están dispuestas incluso a consagrar su vida a la búsqueda activa de fantasmas. A mi no se me ha dado por ese lado, pero si quiero escribir algo al respecto.


Los ruidos fantasmales a menudo son provocados por elementos totalmente cotidianos, como pueden ser el viento, las tuberías del agua, la vibración de ventanas o adornos por efecto del tráfico callejero, ruidos de animales, etc. En cierta ocasión se dio un caso en la casa de una familia en la que los fantasmas eran nada menos que ratas empujando manzanas almacenadas en la cavidad de una pared del desván. Los fantasmas son rechazados hasta por quienes los han visto. ¡Lo vi, pero no me lo creo! es una reacción bastante frecuente, ya que la mente humana rechaza instintivamente las informaciones que no puede asimilar e interpretar. Los misterios.
¿FANTASMAS O APARICIONES? Los fantasmas adoptan formas diferentes, se presentan en los lugares más insospechados y se aparecen a toda clase de personas, a los buenos y a los no tan buenos. Pero ¿qué son exactamente estas apariciones? ¿Qué es lo que las provoca?.


Antes de que su novela La carta escarlata lo hiciera famoso, el escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne era un oficial de aduanas de Boston. Por aquel entonces, en la década de 1830, iba cada día a la biblioteca Athenaeum para investigar y escribir durante unas cuantas horas. Entre los asiduos de la biblioteca figuraba el reverendo doctor Harris, clérigo octogenario que se había sentado durante años en su silla junto a la chimenea, leyendo el Correo de Boston. Hawthorne nunca había hablado con él, ya que las conversaciones estaban estrictamente prohibidas en la sala de lectura, pero el doctor Harris constituía casi un mueble de aquella estancia. El novelista se sorprendió una noche cuando un amigo le comunicó que el anciano había muerto hacía algún tiempo. Se quedó todavía más sorprendido cuando, al día siguiente, encontró al clérigo en su silla habitual leyendo el periódico. Durante semanas Hawthorne siguió viendo al doctor Harris con su aspecto de siempre, perfectamente saludable.


Una de las cosas que dejaron perplejo a Hawthorne fue el hecho de que muchos de los otros lectores que frecuentaban el lugar habían sido amigos íntimos del doctor Harris. Entonces, ¿por qué no le veían? ¿O acaso le veían pero les ocurría como a Hawthorne y no querían molestarse en admitir su presencia? Otro factor que confundió a Hawthorne retrospectivamente era el hecho de no sentir el deseo de tocar la figura o quizá de arrebatarle el periódico de las manos. ¿Acaso tenía miedo de destruir la ilusión y una buena historia de fantasmas?. A veces el caballero parecía mirar a Hawthorne como si esperara que él entrara en conversación. Pero... en la sala de lectura del Athenaeum las conversaciones estaban estrictamente prohibidas y yo no me podría haber dirigido a la aparición sin llamar la atención y despertar indignantes miradas. Y qué absurdo hubiera parecido yo al dirigirme solemnemente a lo que habría parecido ante los ojos del resto de las personas como una silla vacía. Además, concluye Hawthorne en un último alarde de urbanidad, el doctor Harris y yo no habíamos sido presentados. Al cabo de algunos meses, Hawthorne entró en el Athenaeum de nuevo y halló la silla vacía, tras lo cual no volvió a ver nunca más al doctor Harris.


Unos 500 años antes, en plena Edad Media, un monje benedictino llamado hermano Jean Goby asumió un caso de investigación psíquica y registró todos los hechos con escrupuloso cuidado. Aunque a los ojos modernos el incidente parezca en un principio lo suficientemente extraño como para ser ignorado, el caso Goby fue tan raro en la época en que ocurrió que merece ser estudiado.
En diciembre de 1323 murió un comerciante de Alais, localidad del sur de Francia. Su nombre era Guy de Torno, y se decía que días después de su muerte había vuelto para aparecerse a su viuda en forma de voz de espíritu. La noticia sobre este persistente fantasma se esparció por la ciudad de Avignon, a 65 kilómetros del lugar, donde el Papa Juan XXII tenía entonces su residencia. El Papa se impresionó por este hecho y nombró al hermano Jean Goby, prior de la abadía benedictina de Alais, para que investigara. Acompañado por tres de sus hermanos benedictinos y por cerca de cien de los ciudadanos más respetados del pueblo, el hermano Jean examinó la casa y los jardines por si había alguna trampa escondida o efectos de sonido anormales. Después situó a un vigilante alrededor del lugar para mantener alejados a los visitantes. El foco de las manifestaciones fantasmales era el dormitorio. Goby pidió a la viuda que se acostara en la cama junto a una respetable anciana, mientras los cuatro monjes se sentaban cada uno en una esquina.
Los monjes recitaron entonces el oficio de difuntos y pronto empezaron a percibir en el aire un sonido parecido al que produciría una escoba rígida arrastrándose por el suelo. La viuda gritó llena de terror. Goby preguntó en voz alta si el sonido procedía del difunto y una voz contestó: Sí. Soy él. En ese momento se dejó entrar a algunos de los ciudadanos en la habitación como testigos y se situaron formando un círculo alrededor de la cama. La voz les aseguró que no era un emisario del diablo, suposición corriente en la época medieval, sino el espíritu terrenal de Guy de Torno, condenado a rondar su vieja casa por los pecados que había cometido allí. Añadió que tenía esperanzas de subir al cielo una vez acabado su período de purgatorio. También dijo al hermano Jean que sabía que llevaba la Eucaristía escondida bajo su hábito. Este detalle sólo lo conocía Goby. El espíritu continuó diciendo que su principal pecado había sido el adulterio, que en aquellos tiempos era castigado con la excomunión del Sacramento. Entonces el espíritu suspiró y partió.


El hermano Jean redactó su informe y lo envió al Papa de Avignon. A pesar del rigor con el que se llevó a cabo la investigación, queda en pie el hecho de que el ruido y el suspiro podían haber sido provocados por el mistral, viento que sopla por aquella parte de Francia en invierno. La misma voz podría haber sido producida por ventriloquía por parte de la viuda, consciente o inconscientemente, sobre todo si sospechaba la infidelidad de su marido y quería desacreditar su memoria.

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