Treinta y un anos viviendo fuera de Lima, regresando cada vez que puedo y últimamente mucho mas que antes, a mi Lima que me llama de muchas maneras, a mi Lima que cuando me recibe con los brazos abiertos me hace sentir completa, como que todos los espacios vacíos de cuando la tengo lejos de mi se llenan de su aroma, de sus colores, risas y sabores. Soy compradora compulsiva pero soy vendedora por naturaleza, sangre, don del cielo y porque me gusta. No se si debería de hacer alarde de esta adicción o compulsión porque me encanta comprar para vender, me encanta lucir lo que compro para después venderlo y cuando veo a las mujeres usando las prendas, accesorios, carteras, ropas que les he vendido me siento muy feliz. Debí haber sido diseñadota de modas, debí haber descubierto mis talentos artísticos desde pequeña pero estaba muy ocupada en otras cosas, digamos que tenía otras obligaciones. Ahora, gastadora, derrochadora, abundante, exagerada, intensa, apasionada, siempre he sido así, desde que me acuerdo. Me gustaba ganar dinero no para tenerlo y guardarlo, todo lo contrario me gustaba ganármelo para después salir a comprar todas las cosas que me gustaban y que después me daba felicidad regalar. Hay personas que no saben dar y otras que no saben recibir, yo soy de esas afortunadas que siempre he sabido y comprendido la importancia de saber dar y de saber recibir. Justo ahora que estoy en vísperas de viajar a Lima todo me llama al consumo (y confieso que me dejo seducir, me fascina ir a las tiendas, es que no se ni nunca entiendo de donde tengo tantas energías siempre para meterme en los grandes almacenes y encontrar maravillas. Me dicen “La Polaca” porque en Cuba habían unos vendedores que vendían de todo y así les llamaban, las gentes me preguntan si tengo esto y si tengo el otro, vendo pulseras con angelitos, con zapatitos, con sapos, con luciérnagas, mariposas, amuletos, corazones, vendo carteras de todo tamaño y de todo precio, vendo ropa para gente conservadora, trabajadora como para jovencitas modernas, vendo mi libro y dicen que les vendo hielo a los esquimales en Alaska y arena a los árabes en el desierto del Sahara, vendo con conocimiento y con alegría, convencida de que vendo la mejor mercadería, buena, bonita y barata, a precios cómodos, piezas únicas y exclusivas, mis pulseras te harán sentir bien porque llegan con buenas vibraciones, vendo angelitos grandes y pequeños, elefantes, tortugas, y ahora que se acerca el DIA de las brujas hasta muñecas disfrazadas.
Quiero que sepan que me doy cuenta de que soy gastadora y que me encanta comprar, por eso es que soy vendedora porque busco el balance, así gasto pero después recupero lo que invertí, entonces el gasto se vuelve una inversión, y nunca me remuerde la conciencia porque me gano los caprichos, me los pago con el sudor de mi frente y mi labia de vendedora ambulante. Quiero enfatizar que detesto esta debilidad que tengo por ir de compras y que tengo demasiada ropa, que tengo demasiados platos y que uno se llena de muchas prendas y ropas que no son para nada necesarias. Se puede ser una compradora-vendedora compulsiva? Yo lo soy, que si necesito lo que compro, la mayor parte de las veces NO, pero con el tiempo he aprendido a ser una buena compradora, por ejemplo cuando compra prendas de vestir la pregunta es: cuantas veces me podré poner este pantalón o esta blusa? Y si le voy a sacar el millaje, pues la compra es cerrada. Sentido común hasta en la compulsión por las compras. Y me pregunto que diferencia hay entre tener y ser en realidad son muy pocas las cosas que verdaderamente son necesarias, uno necesita mucho menos de lo que tiene y acumula. Mira que las personas nos llenamos de cientos de objetos innecesarios, adornos que lo único que hacen es permanecer estacionados en un lugar acumulando polvo y sin cumplir con nada mas que su misión de ocupar un espacio en algún rincón de una habitación, inerte, inútil. Y muchas veces todas esas cosas u objetos materiales lo único que hacen es atrasarnos, darnos stress, nos hacen trabajar mas de la cuenta, nos quitan el valiosísimo tiempo y nuestra LIBERTAD. Analiza, piensa, y empieza a limpiar y definir que es lo que verdaderamente necesitas para ser feliz, porque tienes que salir a las tiendas y comprar como si mañana se fuera a acabar el mundo, porque tenemos que tener y tener, que es lo que estamos haciendo, llenando huecos, llenando vacíos? Emborrachándonos con la adrenalina de las compradoras compulsivas, con la adicción a comprar lo que fuera que compramos. Tengo una amiga que compra zapatos, otra tiene locura por los trapos, otra son los libros o todo lo que tenga que ver con electrónicos.
Ahora que estamos viviendo la crisis económica a nivel mundial es cuando empieza una nueva tendencia a cuidar lo que tenemos, a comprar lo justo y necesario y a vivir una vida menos superficial y materialista. Poco consumo, lentitud en vez de aceleración, una época más sabia y menos superficial. Ahora me pregunto si estaremos a la altura? Es decir, sabremos elegir esos valores? Nos imponen tantas necesidades inútiles, tantas imágenes impuestas desde el exterior que no significan para nada la verdadera felicidad. No me canso de repetirme que los lujos y todo el éxito que pueda uno tener en su profesión o en su vida no son sinónimos de felicidad, todo está en la manera cómo interpretamos. No sé pero cada vez estoy más convencida que muchas personas vivimos atrapados en la imagen que queremos proyectar por afuera pero nunca aprendemos a convivir con nosotros mismos. Yo proyecto una imagen tan distorsionada, hay personas que piensan que soy arrogante y que tengo una actitud de señorío, algunas personas cuando me conocen entonces me dicen: “ tu eres tan sencilla, tan simple, tan poco apegada a las cosas materiales” pero esa no es la imagen que das, es todo lo contrario cuando te ven caminar pareces una persona “importante” como una reina, una presidenta, como la dueña del mundo, y luces como una persona pudiente, como que no tienes problemas de dinero” y yo me río porque nunca tengo dinero, no me dura cinco minutos en el bolsillo.
Y mientras escribo todo esto que no se de donde sale, suena el teléfono y es una de mis amigas de la infancia que acaba de llegar de Lima y que me llama para avisarme que ya llego y que quiere que vaya a comer con ella y mi otra amiga también de la juventud el jueves a las 7 PM para que no se nos haga tarde.
Y regreso a mi compulsión por ir de compras y me invade una gran emoción, pero es la emoción de saber que todas esas compras son para seres que me esperan en Lima con ilusión y ansiedad, sobre todo las mas pequeñitas. Y me dejo de filosofar y de analizar cada cosa y cada pensamiento. Ahora no me molesto si me dan sus comentarios, no se si me leen, se que últimamente no he podido escribir como en otros momentos, pero aquí estoy de regreso, confesándome ante ustedes, buscando sus abrazos, y porque no sus sonrisas.
Y todo porque alguien me dijo el otro día que yo era “gastadora”, en fin cada loco con su tema. Unos fuman, otros beben, otros ven mucha televisión, otros duermen y otros viven preocupados por sus arrugas y el futuro, en realidad nos debería de preocupar encontrar la solución al HAMBRE en el mundo, que todos los seres humanos pudieran comer tres veces al día y acostarse a dormir sin esa debilidad terrible que da tener sueno y no poder dormir porque la debilidad y el hambre no te dejan. Soy vendedora, quisiera ser también vendedora de promesas, de sabios consejos, de verdades y soluciones, quisiera vender buenas vibras, meterlas dentro de burbujas multicolores, saber que al final de la jornada tendremos esa sensación de paz y libertad que no es negociable. Ayer mi amiga Marilyn me dijo: mi paz no es negociable. Con eso los dejo.
Y no es que esté triste ni preocupada, es que cada vez que converso mucho rato con Marilyn (la que escribió todos esos pensamientos antes publicados) me pongo a reflexionar con mi soledad, con mis exigencias interiores y mis adicciones y defectos estoy... exhausta... caminado horas de horas, apenas si me puedo parar... pero la moral está como siempre fuerte y quiero seguir adelante.
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