La mentira desde la serpiente con Eva


Me puse a investigar y esto es lo que tengo para ustedes con respecto a la mentira... desde un aspecto religioso...


Pérdida de credibilidad y desconfianza

Aquél que se acostumbra a mentir enfrenta dos aspectos que son sumamente perjudiciales en sus relaciones interpersonales: de un lado la pérdida de credibilidad entre quienes le rodean, y de otro, la desconfianza que termina por minar todo diálogo.

El rey Salomón recomendó prudencia y medir cuidadosamente el alcance que tienen los embustes. El monarca del pueblo israelita dijo hace siglos: "En las muchas palabras no falta pecado, pero el que refrena sus labios es prudente" (Proverbios 10:19).
Es probable que en su vida haya experimentado las terribles consecuencias que desencadena mentir. Hay quienes lo tienen por hábito mientras que otros acuden a engañar con el propósito de sacar ventaja de alguna situación.

Cuando hacemos un análisis de esta situación descubrimos que nos perjudica en el proceso de crecimiento personal y espiritual y que es inminente tomar conciencia de su perjuicio, con el propósito de aplicar los correctivos con ayuda de Dios.

Jesús a aquellos que cuestionaban y rechazaban la verdad, les encaró categóricamente cuando les dijo: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis cumplir. Él, homicida ha sido desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira" (Juan 8:44. RVR 1909)

Observe cuidadosamente que los mentirosos son asociados con nuestro enemigo espiritual. Él que es "príncipe de este mundo", es uno de los principales propiciadores del engaño. Es cierto que la naturaleza humana torna a los seres proclives al pecado y uno de ellos tan grave como es la mentira, pero también es importante considerar que Satanás crea el escenario y las condiciones para que la mentira cobre fuerza en la sociedad.

La Biblia advierte claramente que los embusteros recibirán condenación eterna si no se arrepienten: "Más a los temerosos e incrédulos, a los abominables y homicidas, a los fornicadores, y hechiceros, y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda. " (Apocalipsis 21:8, RVR 1909). Un poco más adelante leemos que no gozarán de la vida eterna: "No entrará en ella ninguna cosa sucia, o que hace abominación y mentira; sino solamente los que están escritos en el libro de la vida del Cordero" (Apocalipsis 21:27, RVR 1909. Cf. Apocalipsis 22:15)

La honestidad es como el mortero para encolar los ladrillos de la civilización. Sin la honestidad, es difícil comerciar en cualquier tipo de economía. No puede existir la fianza entre los comerciantes. Sin la honestidad, es dudable que tengamos una familia feliz. El amor sufre por la desconfianza. Sin la honestidad, la política es impeligrada. Los ciudadanos no confían en los gobernadores, tampoco los gobernadores en los ciudadanos. Sin la honestidad, la erudición objetiva y la investigación imparcial desvanecen. En su lugar, solo quedarían las sospechas, las dudas, y la desesperación. ¿Cómo decidir las cuestiones más importantes de la vida si todas las fuentes de información son corrompidas? Por lo tanto, la honestidad es la virtud principal sobre la cual todos los otros valores éticos descansan. Hace pocos años, los eruditos, James Patterson y Peter Kim, realizaron una encuesta con más de 2,000 norteamericanos participando. Descubrieron de acuerdo con los resultados de sus investigaciones que el 91% de los ciudadanos estadounidenses mienten con frecuencia.

En sus pesquisas hallaron que el 50% de los jóvenes de entre 18 y 24 años de edad hablan las mentiras serias y dañinas, comparados a los 19% de los ancianos de más de 65 años de edad. Además, aprendieron que el 37% de los liberales mienten seriamente comparados con el 29% de los conservadores. El filósofo, Sissela Bok, escribió: «El decir mentiras es un método para ganar el poder sobre otras personas por medio de manipularlos en varias maneras.» Se define «una mentira» como «afirmación falsa hecha a sabiendas,» de acuerdo con el diccionario de Cervantes. La Biblia advierte en Apocalipsis 21:8 que «todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre.» En este estudio, veremos la importancia de decir la verdad, veremos las distintas maneras por las cuales podemos mentir, y veremos el castigo para los mentirosos. Pero primero, nuestro himno:

Medite en este rompecabezas: Si uno dice, «soy mentiroso,» ¿está mintiendo o diciendo la verdad? Si habla verídicamente es mentiroso. Si no habla verídicamente, es mentiroso. Hoy día, muchas personas mienten regularmente sin ningún dolor de conciencia. Pero, algunos tratan de distinguir entre una mentira dañina y una mentira piadosa. El problema es que una mentira piadosa para mí puede convertirse en una mentira dañina para tí. ¿Cómo podemos distinguir entre las dos? Y ¿por qué pensamos que la Biblia reconoce dos tipos de las mentiras? De hecho, la Biblia condena las mentiras de cualquier índole. La piedad siempre acompaña la honestidad, no la mentira. Escucha 1 Timoteo 2:2 que dice que hay que orar por «los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.» Uno de los diez mandamientos había dicho, «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.» Si uno miente bajo juramento es pecado. Levítico 19:11 dijo, «no hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro.» Jesús habló acerca del diablo en Juan 8:44, diciendo: «cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.» En cambio, Dios nuestro Padre, no puede mentir (Tito 1:2). Por eso, Colosenses 3:9 nos manda: «no mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos.» Proverbios 12:22 dice: «los labios mentirosos son abominación a Jehová; pero los que hacen verdad son su contentamiento.» Dios quiere que digamos la verdad y nunca las mentiras. Pablo escribió en Filipenses 4:8: «por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.»
Nuestro deber de decir la verdad es solamente para con otros cristianos, no para con aquellos mundanos fuera de la iglesia o para con los gobernantes civiles. Pero, 1 Pedro 2:12 nos exhorta, «manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.» Entonces, hay que ser honestos para con todos

Hablar la verdad es cuestión de un principio básico para el cristiano y no de los intereses mezquinos. Dios, el Soberano del Universo, escucha cada pensamiento que surge en nuestras mentes y oye que palabra que decimos. Por tanto, aunque posiblemente yo pueda mentir sin que nadie me lo descubra, no obstante, Dios lo sabrá siempre. La ética cristiana es una ética absoluta y no relativa. El pragmatismo o el utilitarianismo dirían que las mentiras son justificadas a veces para un mejor resultado. Pero, la moralidad de la Biblia es absoluta y siempre condena la deshonestidad. Eso es el problema del liberalismo. Como un principio básico, el liberalismo aboga por el derecho de decir una mentira si eso sirve el interés del liberalista. Es difícil fiar en el liberal y en los argumentos propuestos por los liberales por esta razón. En cambio, los conservadores generalmente reconocen la importancia de la honestidad como principio básico, y rechazan el relativismo ético.

¿Cómo podemos mentir? Bueno, podemos ser deshonestos o por nuestras palabras o por nuestras acciones. Pablo escribió en Tito 1:16: «profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.» Los escribas y los fariseos en Mateo 23:13-20 mintieron por acción al devorar las casas de las viudas y como pretexto hacer largas oraciones. Además, limpiaron lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estaban llenos de robo y de injusticia. El beso de Judas es otro ejemplo de la mentira por acciones. La Biblia también registra ejemplos de las mentiras por palabras. En Mateo 26:69-74 Pedro mintió varias veces, diciendo que no conociera a Jesús. Es obvio que cuando uno afirma a sabiendas algo que no corresponde a los hechos, es mentiroso. (A propósito, si la teoría de la correspondencia como una prueba para la verdad no fuese verídica—es decir, si la verdad no es cualidad de una declaración que corresponde con la realidad sino es solamente aquello que funciona o aquello que es utilitario para efectuar la felicidad de la persona—entonces una mentira por definición sería imposible, porque siempre lo que diríamos por definición sería «la verdad» para nosotros. Pero, puesto que la Biblia reconoce la realidad de las mentiras, entonces endosa la teoría de correspondencia como la definición de la verdad.

¿Cual es el castigo para los mentirosos? Si miento bajo juramento quizás vaya a la cárcel o pague una multa. Si miento a mi esposo o esposa puedo destruir mi matrimonio. Si miento a Dios puede ir al lago que arde con fuego y azufre (Apocalipsis 21:8). Las mentiras son dañinas porque las falsas doctrinas, o sea, las herejías son dañinas. 2 Tesalonicenes 2:9 habla de aquel engañador que iba a surgir «cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos.» ¡Qué triste que muchas personas son engañadas por las mentiras, las falsas doctrinas, de los religiosos! La honestidad es esencial para la civilización, para la felicidad, y para la salvación del alma. Las iglesias de Cristo son conservadores por principio y por tanto aman la verdad como principio ético absoluto. En cambio, algunos religiosos confiesan su creencia en la doctrina de la reservación mental, o sea, la idea de que tenemos el derecho de mentir cuando sirve nuestros intereses.

Ahora, veamos cómo utiliza Jesús este pasaje. Jesús acaba de declarar que es el Hijo de Dios (Juan 20:25-30). Los incrédulos judíos responden acusando a Jesús de blasfemia, puesto que Él asegura ser Dios (verso 33). Jesús entonces cita el Salmo 82:6, recordándoles a los judíos que la ley se refiere a simples hombres – aunque sean hombres de autoridad y prestigio – como “dioses.” El punto de Jesús es este: ustedes me acusan de blasfemia basándose en el uso que hago del título “Hijo de Dios”; sin embargo su propia Escritura aplica el mismo término a los magistrados en general. Si aquellos que tienen un nombramiento por decreto divino pueden ser considerados “dioses,” ¿cuánto más puede serlo Aquel a quien Dios ha elegido y enviado?

En contraste, tenemos la mentira de la serpiente a Eva en el Jardín del Edén. Su declaración, de “serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” (Génesis 3:5), era una verdad a medias. Sus ojos fueron abiertos (verso 7), pero ellos no se volvieron como Dios. De hecho, perdieron toda autoridad, más que ganarla. Satanás engañó a Eva acerca de su habilidad para convertirse en semejanza del Único y Verdadero Dios, y así la condujo a la mentira. Jesús defendió Su afirmación de ser El Hijo de Dios, sobre un terreno semántico y bíblico – hay un sentido en el que los hombres influyentes puede ser tenidos como dioses; sin embargo, el Mesías puede con toda autoridad aplicar el término a Sí Mismo. Los seres humanos no son “dioses” o “pequeños dioses.” No somos Dios. Dios es Dios, y nosotros, quienes conocemos a Cristo, somos Sus hijos.

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