Y un día se miró en el espejo y no reconoció su mirada. Había perdido su calidez, su brillo, había dejado que se marchitara su humanidad en una de las múltiples vueltas que le dio su vida, una vida llena de sufrimiento, dolor, desamor, enfermedad, indiferencia. Sustituyó entonces sus sentimientos por adornos de porcelana, tapando sus vacíos, coleccionando gallos y gallinas, Ángeles, cuadros de animales, tacitas de café, libros que nunca encontraba tiempo para leer pero que llenaban los libreros para impresionar a las personas que nunca la visitaban.
Después de varios intentos logró modificar sus costumbres, su rutina, y un día entre llanto y risa, casi sin fuerzas, tiró todas las cosas viejas y algunas nuevas sin sentido a la basura, llenando docenas de cajas como si fuera una mudanza internacional. Había formado tres grupos: el primero decía “donaciones” el segundo decía “para la venta” el tercero “basura”.
Después de varios intentos logró modificar sus costumbres, su rutina, y un día entre llanto y risa, casi sin fuerzas, tiró todas las cosas viejas y algunas nuevas sin sentido a la basura, llenando docenas de cajas como si fuera una mudanza internacional. Había formado tres grupos: el primero decía “donaciones” el segundo decía “para la venta” el tercero “basura”.
Cuando su esposo se llevó las cajas al centro de donaciones sintió que le habían quitado un gran peso de encima, pensó que muchas personas se iban a beneficiar de todas esas cosas que ella ya no necesitaba, sintió la visita de una nueva esperanza que la inundaba de una luz verde, recibió los rayos de luz de un nuevo amanecer y sintió detrás de los hombros la presencia de su ángel guardián que asomaba su cara de asombro y regocijo y aplaudía contento con sus alas. Cuando salió de su casa encontró muchas plumas en el camino.
La casa empezaba a lucir diferente. Ella también. Nada era igual, pero no los echaría de menos, se había cansado de vivir en un museo. Olvidaría todo lo aprendido y volvería a empezar de cero. Su sonrisa seria tan amplia que las risas caerían al vacío desde un alto precipicio, como gotas de lluvia resbalando por unos andenes, como cataratas de espuma blanca que al final de su recorrido formarían un nuevo arco iris. Las palabras habían decidido regresar de su exilio palabras que estuvieron perdidas, ocupadas, dormidas, estacionadas, esperando el momento de un nuevo renacer. Se había demorado mucho tiempo, miles de años en comprender todas esas vivencias que la habían llevado a esa muerte en vida. Ya nada importaría tanto, todo lo que era importante se habría de convertir en “cosas sin importancia”. Arrepentida pensaría “Que manera de haberse complicado la vida y en el trayecto habérsela complicado a muchos seres más.”Pasaría sus días contemplando al sol, dibujando sueños imposibles.
Por aquellos días dispondría de todo el tiempo del mundo, de la cadena perpetua del aburrimiento y la desazón, así que escogería escribir poemas en una sabana blanca, con una letra pequeñita para que pudieran así todos sus versos encontrar asiento. Escribiría en prosa sus más ardientes anhelos, su desventura, su dolor y con su llanto borraría estrofas que nadie leería. Los días pasarían lentos y rutinarios, a pesar de la depresión y la tristeza nunca perdería la ilusión de un futuro lleno de rosas y risas, triunfos y coronas. Y entonces un lunes como empezando una semana nueva llegaría el día esperado. Empezaría un cuaderno nuevo dibujando sus historias, alimentaria los párrafos con jugosas frutas y frondosas flores grandes y coloridas. Volvería a escribir libros con la misión de rescatar almas.
Fue cuando lo volví a ver, como una ráfaga de luz morada, con la rapidez de un espíritu puro. Lo vería aparecer y desaparecer muchas veces mas, sentiría su presencia y su aroma, oiría el sonido del silencio, oiría las conversaciones de las palomas, y las palabras que el viento dibujaba en las hojas secas y caídas de los árboles en otoño. Tendría miedo de pensar cosas feas porque podrían darse cuenta de cómo me sentía.
Se fue de viaje y regreso para encontrar que todavía tenía que seguir limpiando y eliminando excesos. Cada pieza tenía una historia, algunas veces le costaba trabajo decidir que hacer con ellas. Tardaría meses pero al cabo del tiempo lograría completar la prueba y al hacerlo encontrar muchas respuestas. Ganaría una nueva vida y todavía tendría junto a ella a sus seres queridos.
Fue así como la alegría regresó a cubrir de flores blancas todos sus jardines y los caminos de su mente.
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