Memorias


Memorias, dulces memorias

Noches estrelladas en Key Largo recordando el cielo de la Sierra peruana y disfrutando del arrullo del mar. Me gustan las estrellas, puedo quedarme contemplando el cielo por horas. Me gustan los seres de luz, las luciérnagas que son parte de mi vida desde mi primera infancia.

Noches de luna llena en Miraflores recordando mis días de niña en los crudos inviernos de los principios de 1960 y mis primeros besos a los finales de 1969 a los 15 años. Veranos en el Club Regatas y la Herradura, inviernos en Chosica y Chaclacayo, pachamancas, cumpleaños de mis compañeras de colegio.

La casa de mi abuela en la calle Piura en Miraflores, el árbol de higos, el árbol de paltas, el árbol de manzanas verdes, la gruta, la Virgencita escondida, el cuartito del jardinero, el olor a canela, muros cubriendo los jardines, plantas bien cuidadas, geranios y violetas en flor, helechos y culantrillos.
El balcón amplio en donde de pequeña jugué una vez con un angelito que era de la misma altura que yo y que se que era un ángel porque tenia alas pero no recuerdo haberle visto los pies.
La ropa negra de mi abuela, algunas veces gris, otras pocas, color morado, su cabello canoso recogido hacia atrás, su sonrisa que iluminaba, sus manos blancas, generosas, cariñosas, humanas. Su voz calida y amorosa.

Las reuniones familiares, el buen gusto en el vestir, la ropa fina de mis tías, los jarrones llenos de flores frescas, mis primas mayores con tacones altos, moños altos y perlas, las conversaciones interesantes de personas cultas y preparadas de la alta sociedad.
La ropa carísima, de corte Ingles, que se ponía mi pretendiente de aquellos días, quien seria después mi esposo, que era amante del buen vestir, y que a todos dejaba boquiabiertos por su buen gusto con poco dinero y sin poseer ni títulos ni apellidos. La frivolidad de aquellos días que sigue siendo parte del mundo de los que quieren sentirse que son de la clase alta, la de los plásticos, vanos, vacíos, materialistas. La vanidad y la soberbia no tienen tiempo ni lugar, por eso siguen siempre de moda aquí en Lima y en la China. ¿En todas partes se cuecen habas?


La rutina de todos los viernes y sábados en la noche de ir a las discotecas a bailar y a lucirse. Rutina que nunca pude comprender, sobre todo cuando recuerdo el olor a tabaco que quedaba impregnado en mi cabello y en toda mi ropa y que nunca disfrute de esas horas, todo lo contrario, sentía que era una perdida de mi tiempo.
Mis deseos de toda una vida de encontrar armonía entre mis seres queridos, de ser un poco mas como las otras familias, de tener una vida familiar feliz, funcional, normal.

Confesar que busco en mi memoria imágenes del pasado para tropezarme con una adolescente valiente que lo único que buscaba era ser aceptada por sus seres queridos, tener una madre que la ayudara con la tarea, un padre mayor como el de mis amigas, serio, respetuoso, trabajador, responsable, fiel, buen proveedor.

La única noche en que recuerdo haberme tomado mas de tres tragos en una cantina de mala muerte en un pueblito fuera de Lima en donde era la única “extranjera” gente humilde, todos pobres borrachos pero felices, música, gritos, miradas, risas, silencios, ausencia de diálogos, falta de cultura, pisco, chicha de jora, guitarras, cajones, parejas lujuriosas, carcajadas... El recuerdo de cómo lucia el rostro de una mujer joven, poco agraciada pero joven, a la salida de la cantina después de haber sido ultrajada…

El camino de todos los días regresando del colegio, los árboles, altos, majestuosos de la Avenida Arequipa antes de llegar a Larco, a la “Tiendecita Blanca” para disfrutar de un triple de palta, huevos y tomates en pan de miga. Hasta ahora adoro ir a Lima para disfrutar de todos los manjares, de las empanadas de carne de la pastelería “San Antonio” de los mangos y las papayas tan dulces y de la comida marinera más deliciosa, no hay nada como un ceviche mixto que este en su punto.

Mis ganas de escribir un poema y no tener un pedazo de papel ni una pluma, entonces empezar a tararear alguna letra recién inventada porque componía canciones desde los cinco años, con una melodía pegajosa, alegre, contagiosa. Levantando las manos, sintiendo el orgullo de mi abuela que me miraba con unos ojos que me decían cuanto me quería, todos los fines de semana de las cuatro estaciones de mis primeros años.

Verme llegando a Miami a los 24 años, sin un centavo pero triunfadora sin temores, sin miedos porque sentía que tenia el mejor padrino del mundo, la mejor recomendación, el mas grande apoyo, si, el de mi Padre Celestial.

Mirar atrás y darme cuenta de que debo de enterrar los recuerdos de días tristes y oscuros y ventilar aquellos de días felices, los nacimientos de mis hijos, el de mis nietos, sus primeros pasos, sus ocurrencias de niños, sus talentos, sus abrazos.

Comments

  1. siempre fuiste una soñadora!!....te recuerdo perfectamente y nuestra vecindad!!! como poder olvidar tan bellos recuerdos.....Tus hermanos que entraban y salian de la casa!! Rosemary, Maurice, Michael y el bebé Claudio!!! cuantos decadas han pasado desde entonces!!!!! Yo tambien acabo de visitar Lima y comer tantas delicias de nuestro pais!!!

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