Mi amiga Marcia


Anoche me puse escribir y cuando me di cuenta ya eran las 5:00 AM y tenia que irme a trabajar, las horas se hacen cortas cuando las necesito largas, pero mi necesidad de escribir vence el cansancio. Hoy llega mi padre de Lima haciendo escala en Miami para de aquí irse a Los Ángeles o posiblemente New York con destino a Australia, es una coincidencia muy grande que ahora yo trabajo para una empresa oriunda de la tierra de los canguros y mi padre tiene que viajar a esos rincones del mundo para chequear a los pilotos en los simuladores. Tiene casi 77 pero sigue trabajando con el entusiasmo de un recién graduado, indudablemente la edad esta en el animo y si es que hay alguien que siempre lo tiene alto, ese es mi padre, piloto de vocación y profesión, conquistador de los aires, residente de las coposas nubes y guerrero de las turbulencias.

Se que se puede vivir una vida simple, sencilla, algo aburrida por no decir monótona, caminantes de línea recta, sin altibajos, sin turbulencias, otros elegimos vivir una vida compleja, agobiante, complicadísima, llena de obstáculos, murallas, trampas, problemas, quejas, dolores, sinsabores, rompecabezas, remolinos, con muchas caídas, subiendo para volver a caer y tener que levantarse, siempre, porque hay que levantarse y seguir viviendo, luchando hasta que nos llegue la hora final. Aquí en el aeropuerto Dios pone en mi camino muchos viajeros, algunos escritores como quisiera ser yo, son valientes como quisiera ser yo, delgados, como quisiera ser yo, (yo todavía siento miedo). Ayer conocí a una anciana de 91 años de nombre Marcia (así se llamaba mi cuñada que falleció a los 50 años) esta especial mujer que con su mirada y pocas palabras me dijo tanto que por un momento sentí que nos conocíamos de otra vida, de otros tiempos lejanos. “Somos iguales” me dijo apretando fuertemente mi mano y sin quitarme los ojos que penetraban hasta el ultimo rincon de mi mente, ”somos especiales” y tomándome de la mano me pidió que la siguiera que quería mostrarme algo, abrió la puerta de su dormitorio y me llevo hasta el closet en donde con orgullo me empezó a ensenar una estantería llena de cuadros y figuras de Jesús, la Virgen, y muchos angeles y arcángeles, su hija Adriana, una amiga de mucho tiempo a quien se le habia roto el auto y me ofreci a llevarla hasta su casa porque se iba a demorar mucho tomando varios autobuses.


Adriana me dijo que yo tenia que haberle caído muy bien ya que su madre “nunca” enseñaba su rincón, el lugar donde meditaba y oraba todos los días. La anciana de 91 dice cuando le preguntas su edad que ella esta cumpliendo los 70 desde hace 21 años, nacida un 24 de Mayo de 1919, esta entera, le gusta bailar y lo hace muy bien, es delgada pero fuerte, sube y baja escaleras, se ríe mucho y orgullosa me enseñaba las macetas que cuidaba y unos arreglos de flores, por momentos me parecía estar viendo a mi amada mama Julia, la negrita peruana que me crió y que fue uno de mis Ángeles humanos, una de las mujeres mas maravillosas de mi vida, al compartir estas horas con Marcia y su buena hija Adriana sentía como si estuviera siendo visitada desde el mas allá, otra vez me senti cubierta de luz y al mismo tiempo sentí ese calorcito que no es un bochorno o la presión alta sino la presencia de nuestros Ángeles guardianes. Me dieron las 12 de la noche porque nos quedamos hablando por horas, al llegar a casa me senté ante mi computadora para chequear mensajes y a escribir mientras mi esposo me arrullaba con sus sonoros ronquidos que no me molestaban, Julio estaba tan profundamente dormido que ni siquiera se dio cuenta que nunca me fui a dormir, mejor que ni se entere porque me jala las orejas.


Con Marcia y de Marcia esta maravillosa jovencita de 91 años aprendí muchas cosas, de las elecciones que cuentan, que hay que bailar y reír todos los días, subir y bajar escaleras, orar, leer la biblia, regar las plantas y darle gracias a Dios por todo lo que tenemos y por lo que no tenemos, orar por nuestros seres queridos y también por todos los que necesitan salud, amor y comprensión. Hay muchas formas de mirar el mundo y la vida, podemos ser detallistas pero debemos al serlo evitar ser criticones, charlatanes, chismosos, fanfarrones, mentirosos, equivocados, debemos de darle importancia a las cosas que tengan verdadera importancia y no ahogarnos en un vaso de agua ni dejar que los problemas nos agobien y nos roben la alegría de vivir, la vida, nuestra niña interior, la paz.


Marcia encontró el secreto de cómo envejecer feliz, tiene 91 años y sigue disfrutando de la vida y maravillándose ante sus rosas y anoche me enseñó como se baila en su tierra, Marcia es de Cartagena en Colombia, valiente, madre de seis, abuela y bisabuela, vive en Kendall en casa de su hija menor, una gran mujer que mientras participaba de nuestra conversación iba preparándole una sustanciosa y saludable cena a su viejita linda.

Al despedirme atenta y amorosa me acompaño hasta mi carro, la anciana juvenil y delgada bajo las escaleras como una adolescente y yo me sentí muy mal porque con mi sobrepeso era yo quien parecía la viejita, “tienes que rebajar” me dijo dulcemente, le prometí que en unos meses estaría subiendo y bajando esas escaleras con prontitud y sin jadeos, que nos volveríamos a ver pronto. Nos dimos un abrazo muy fuerte, me dijo “te quiero mucho porque yo quiero mucho a quien quiere a mis hijos” me invadió una ternura infinita y me quede sonriendo por largo rato. Abrí la ventana del auto, sentí un olor a jazmines y mucha paz.

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