La historia de Pascual y su amigo



Habia una vez un árbol cerca del lago de la casa de la abuela que adoraba a su nieto por ser el primero, cuando iba los fines de semana siempre en sus ramas trepaba y muchas horas jugaba. Se hicieron muy amigos y Pascual lo queria mucho. Todos los días de su infancia jugaba y hablaba con el, se trepaba en sus ramas, aveces hasta el tope, le gustaba descansar un rato antes de ponerse a corretear. El árbol también lo quería mucho, porque lo habia visto desde muy pequenito. Asi pasó el tiempo, Pascual creció y no volvió a jugar con el árbol.

Mucho tiempo despues regresó y escuchó que éste le decía con cierta tristeza:

—¿Pascual, vienes a jugar conmigo?

Y Pascual contestó:

—Ya no soy el niño de antes que jugaba contigo y los otros árboles. Ahora quiero tener juguetes, me gustan los videos, las computadoras y la ropa y necesito mucho dinero para poder comprarlos.

—Lo siento —le dijo el árbol—. Yo no tengo dinero, pero te sugiero que tomes todas las flores del campo y las vendas; así vas a poder comprar tus juguetes y todo eso que tanto anhelas tener.

Pascual le hizo caso, recogió muchas flores campestres, se puso a vender las flores a los vecinos y como era tan simpatico, las vendio todas y se sintió feliz como nunca antes. También su amigo el árbol fue feliz porque lo queria mucho, pero Pascual nunca regresó... y asi paso el tiempo.

Mucho tiempo después, Pascual ya hombre regresó, y el árbol le preguntó:

—¿Pascual vienes a jugar conmigo?

—Y Pascual muy arrogante: "No tengo tiempo para jugar, tengo que mantener a mi esposa y mis hijos y necesito comprarme una casa". ¿Tu crees que puedas ayudarme?

—Cuanto lo siento pero no puedo —repuso el árbol— No tengo una casa que darte, ni dinero, pero tengo una idea, puedes cortar mis ramas y construir tu casa, fue lo que el generoso amigo le dijo.

Pascual cortó todas las ramas del árbol sin sentir remordimiento alguno. Su amigo fiel se sintió feliz de darle ayuda, y Pascual ya no volvió ni le dio las gracias.

Cierto día de un lluvioso verano, Pascual regresó. El árbol estaba encantado, su amigo Pascual lo visitaba.

—¿Pascual amigo vienes a jugar conmigo? —le preguntó.

— Me siento triste, estoy deprimido, no me gusta mi vida, estoy volviéndome viejo.
Quiero un bote para navegar e irme lejos, quiero descansar y cambiar de ambiente. ¿me lo puedes regalar?

El árbol amigo y bueno como siempre le respondió:
—Puedes usar mi tronco para construirte uno; así vas a poder navegar y vas a poder ser feliz de nuevo.

Y Pascual cortó el tronco como si nada, construyó su bote y se fue a navegar por un largo tiempo, sin afeitarse la barba y sin recortarse el cabello.

Mucho pero mucho tiempo después regresa Pascual y el árbol le dijo:

—Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte, ya no tengo flores, ni ramas, ni tronco, ya no tengo nada que darte.


Y Pascual llorando y con el alma destrozada le dice:

—Si ya no tengo fuerza en mis manos ni en mis piernas, estoy anciano, ya no puedo escalar ni jugar, ni me acuerdo de muchas cosas, estoy cansado, ya estoy viejo.

Entonces el generoso árbol, llorando, le responde:

—Realmente quisiera darte mucho pero no puedo darte nada. Lo único que me queda son mis raíces muertas.

Y Pascual le contestó:
—No te pido mucho, sólo un lugar para reposar. Estoy cansado después de tantos años...

—Bueno si es eso —le dice el árbol—, dicen que las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven, amigo querido, siéntate conmigo y descansa, cierra tus ojos, no pienses.

Y Pascual ya viejo se sentó junto al árbol y este, alegre y risueño, dejó caer algunas lágrimas. Lloraron juntos.

Esta es la historia de muchos hombres: el árbol son nuestros padres. Cuando somos chicos, los amamos y jugamos con ellos. Cuando crecemos los dejamos solos; y no los apreciamos ni valoramos, regresamos a ellos solo cuando los necesitamos, o cuando estamos con problemas. Nuestros padres, no importa lo que sean, siempre están allí para darnos todo lo que puedan en su capacidad de dar y hacernos felices. Podríamos pensar que Pascual fue cruel con el árbol, pero ¿no es acaso así como tratamos muchas veces a nuestros padres?

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