El llanto de Manuela



Manuela era mi vecina, teníamos la misma edad, no sabía llorar, nadie jamás la había visto inmutarse ante nada ni nadie, era fría como un bloque de hielo. Manuela tampoco sabía reír, o sonreír, su cara era como un retrato de una mujer muy seria. Era como una estatua sin vida.

Manuela era bella, de cabellos dorados, cachetes rosados y ojos azules como el mar, delgada y espigada, de cuerpo escultural, hija de gentes pudientes, no conocía el hambre, no conocía el frío, tenía los mejores juguetes y la casa más elegante.

Todos los días durante el verano miraba a los vecinos jugar, pero nunca participaba. Todos los muchachos del barrio querían enamorar a Manuela porque de todas era la mejor candidata, por su linda presencia física y su apellido.

Una tarde sintió mucha curiosidad por esas gotas de llanto que se deslizaban de los ojos de los otros chicos y que se había dado cuenta que tenían sabor salado (en su curiosidad las probaría un día cuando un beso a uno de ellos le daría). Apretó sus ojos y hasta se froto con una cebolla, pero ni una lágrima brotaba. Hizo de todo por llorar pero nada funcionaba. Después trato de reír y por mas muecas que hacia y bullas asemejando una carcajada, tampoco reír podía, por mas que trataba y trataba.

Ella quería llorar, reír, ser como todos los demás. Y así llego a cumplir la mayoría de edad, bella pero sin expresión, sin saber reír ni saber llorar.

Un día la desgracia llega a su vida, se murió su padre, en todos sus hermanos muchas lágrimas y dolor había, lloraban ríos, sollozaban, suspiraban, pero Manuela la pobre no sentía nada, estaba vacía. Sentada sin hacer nada como una muñeca sin vida.

Entonces su hermanito la fue a abrazar y le dijo que los niños lloran cuando sienten tristeza, soledad, carencia afectiva, dolor, y hasta cuando están molestos o enfadados, cuando no se salen con sus caprichos y cuando tienen frío, hambre, pena, si se sentían solos, inseguros, asustados, o por la oscuridad, cuando les pegan o los maltratan y por muchas cosas mas. Pero que lloran mucho mas cuando pierden a un ser querido.

En realidad lo que realmente Manuela quería averiguar era el porqué era ella así como era. Siempre intentando desde chica jugaba mirándose en el espejo, pero nada nunca la hacia reír ni llorar. Las lágrimas no querían salir. Intentaba pensar en cosas tristes, o en cosas felices pero todo le era indiferente. Tampoco conocía el miedo, para ella simplemente no existía la tristeza o la alegría. No sentía nada. No tenía alma, no tenia corazón.

Luisa en cambio si lloraba, y reía, jugaba, bailaba, tenia piedad y compasión por los pobres, y brillaba como una luciérnaga cada vez que lo hacía, y hasta se molestaba mucho con Manuela porque siempre la pescaba mirándola sin siquiera pestañear. No entendía la indiferencia de Manuela. Ella se había dado cuenta de lo rara que era, la abuela le había dicho un día que era posiblemente autista o que alguna enfermedad rara tendría porque no era normal ser así, y que por eso no sabía expresar emociones.

Un día Luisa se molestó mucho, perdió la paciencia y le dijo "ahora te voy hacer llorar” y tomándola de la mano se la llevo a su casa para mostrarle una película, un documental muy crudo sobre la realidad humana:

Le enseñó a los niños de las barriadas de Lima, del cerro, de San Juan de Miraflores, de Comas, esos que hacen malabares en las calles y arriesgan sus vidas por unos pocos reales para poder comer, esos que trabajan desde que apenas cuentan con 5 años y menos, cargando bultos o cuidando carros. Sucios, mal vestidos, sin zapatos o con los zapatos viejos y rotos, pero sin embargo saben reír y llorar y son felices con poco.

Manuela no podía creer lo que veía, pobreza, hambre, dolor, mugre, muladares, casitas de cartón, camas de papel periódico, !niños que trabajaban!¿como podía ser eso? y su amiga le siguió mostrando la pobreza del mundo, Haití, Bolivia, La India, Somalia, Etiopia, los soldaditos negros de Uganda, los huérfanos por las tragedias, los explotados, los esclavos, los inmigrantes abusados, las muchachitas bellas que se roban para volverlas prostitutas, las esposas maltratadas, en muchos rincones del planeta, los hambrientos, los desamparados, los enfermos, los drogadictos, los terroristas. La terrible realidad que todavía existe en este mundo.

Manuela se empezó a atorar, sintió una espinita en el corazón, una sensación de como si tuviera un nudo en la garganta y le faltara el aire. Entonces Manuela empezó a llorar, las lagrimas salieron como cataratas pero no solo eran lagrimas que caían por sus cachetes rosados, se escucharon bullas desconocidas, sollozos que alaridos parecían. Y ese día Manuela empezó a llorar.

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