Los diez dias con Larry


Otro capitulo de los sapos no saben leer...

Recien salido del horno esta madrugada de tos e imsomnio... (tengo que pulirlo, esto va derechito sin correcciones).

Los diez días con Larry

- ¿Y cómo así llegaste al Cuzco? – le pregunté, curiosa por saber cómo un gringo de Wisconsin acaba viviendo en el altiplano.

- Bueno, larga historia –me contestó con esa expresión de no te imaginas-. Pero te la hago corta –continuó-. Mi hermano está casado con una peruana, de Arequipa. Viven allá ya hace años. Varias veces me habían invitado para que los visite, pero por trabajo y porque se me hacía muy lejos, no iba. Hasta que en una de esas me animé. Y claro, como buen gringo, planeé detalladamente mis vacaciones. Supuestamente me iba a quedar un par de semanas, pero lo que no sabía era que acabaría quedándome tres años por esos lugares terminó, entre risas y muecas, el gringo barbudo y flaco como un palito chino.

No era la primera vez que escuchaba una historia así. Conocía gente que en un viaje de vacaciones había terminado quedándose a vivir en algún lugar insospechado. Ese era mi caso, yo deje Lima en 1978 y tengo 32 años viviendo en Miami. Y sí, no era para menos, era para reírse. Reírse por haber creído inocentemente en unos planes que luego cambiaron. Por haberse dejado sorprender por la vida y haber aprendido que los planes que uno hace con anticipación no pueden ser tan rígidos e inevitablemente se subordinan al desarrollo de los acontecimientos in situ. Y siendo la planificación un valor enraizado en la cultura yanqui, el haberse permitido actuar espontáneamente en otro contexto era más razón aún para reírse. Son cosas de la vida y de las decisiones que se toman que cambian el rumbo de nuestro camino.

- Dime (que curiosa soy) ¿Ya hace cuánto tiempo de esto?

- No hace mucho. Regresé el año pasado de Cuzco. Como te decía, estuve la mayor parte del tiempo allí. Viajé por varios países, Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Bolivia. Al final me quedé encantado con tu amada tierra inca y por eso me estacioné allí.

- ¿Y cómo así? ¿Qué te llamó más la atención?

- La cultura, la gente, la comida. Pero principalmente las mujeres. Me quedé enamorado de un par de peruanas. Locamente enamorado, son muy dulces y consentidoras.

- Caramba, que gringo picaflor, no de una, sino de un par – le dije riéndome, pero sin sonar burlona porque muchas veces lo parezco sin serlo.

- En realidad fueron varias – me dijo, con su cara de quien sabe de lo que habla y sacando pecho.

Nunca había oído hablar así a un gringo, pensé que solo los latinos eran los “latin lovers. Luego agregó.

- En el frío de los andes uno tiene que buscar abrigo, y las cholitas son cariñosas.

Fue cuando me di cuenta de algunas cosas y se me quitaron las dudas. Lo había dicho con esa sonrisita de machista típica de estas partes del mundo. Este gringo de nombre Larry no era el típico gringuito, ningún gringo que yo conozca se expresa así (aunque se cuecen habas en todas partes), en cinco minutos había logrado un grado de confianza enorme en Larry, posiblemente porque soy gringa como el y hablamos el mismo idioma, y con las chelas afilando la conversación. Larry pasó de ese preámbulo formal a una intimidad de confeso. Me parecía estar viendo a los amigos de mi barrio de Miraflores de mis épocas de bohemia, una mezcla de cantante, poeta y bailarina, mujer liberal para aquellos días, porque hablaban y no siempre eran historias de una joven prudente, casta y valiente, todo lo contrario. Inmediatamente asocié mis recuerdos y entonces ahora Larry era un poco Henry y Richard. .


A Larry lo conocí en la consulta médica. Esa mañana tenía hambre porque había tenido que ayunar para que me puedan hacer exámenes de sangre. Sólo había podido tomar agua. Me moría de hambre, comer es muy importante para mí. De hecho era una de las pocas cosas que podía disfrutar intensamente. Por eso estaba apurada por hacerme esos tests y salir a comer.

Yo tenía que hacerme exámenes cada seis meses, medicina preventiva, no quería volver a encontrar que tenía algún tumor maligno. En la sala de espera éramos varios. Era una habitación pequeña y hacíamos un esfuerzo para no cruzar nuestras miradas. Yo agarré una revista de modas y trate de evitar el contacto social, algo muy difícil para mí ya que yo le hablo a todo el mundo. Ese día sólo quería acabar con los tests y salir a comer algo. Pero no cualquier cosa. Algo delicioso. Pensaba en las diferentes alternativas. Italiano, criollo, comida china, sushi, ¿Qué me provocaba?
Estaba indecisa, inquieta, el hambre me pone siempre así.


- Hoy por la noche hay fiesta latina en el Café Flamenco – me dijo, como buscando llamar mi atención.

Era un gringo joven (parecía cubano) alto, con cabello despeinado cubriendo la frente y con un pantalón jean rotoso. Se le veía limpio. .

Adoro la limpieza y para mi la primera impresión es siempre muy importante. Siempre fui maniática del orden y la limpieza, algo que me inculcaron desde muy pequeña, es una rutina importante para mí antes de decidir hablar con alguien, No me justifico, pero las personas limpias ganan puntos a su favor en mi lista.
Generalmente la gente que descuida su aspecto físico y se le ve como sucia es la que tiene más problemas sicológicos. Y, por malas experiencias, prefiero evitarlos. Pero no es fácil. La gente disfuncional y trastornada abunda en todas partes.

Trastornados producto de la soledad, la depresión, el alcoholismo, la inactividad, el paso del sistema socialista al capitalista, y no sé qué más. A veces te hablan, uno les hace caso y luego se te pegan, te molestan, se exaltan, y te hacen pasar un mal rato, no es fácil tratar con muchas personas. Todos tienen su historia. No se ponen belicosos, pero te sacan de paso. Por eso ahora la pienso dos veces antes de empezar y continuar una conversación. Este no era el caso. El tío se veía limpio, pero eso tampoco era garantía de que no esté loco y, por otro lado, yo no estaba de humor para hacer conversa. Entonces decidí evitarlo. Total, a quién le importaba si le seguía la conversa o no.

-¿De dónde eres?

Esta vez no pude evitar voltear y mirarlo a los ojos. Sabía entonces que lo había escuchado y, salvo que estuviese acostumbrado a ser ignorado, esperaba una respuesta. Pero la respuesta no llegaría.

Pasó un rato y sentí que no me quitaba la mirada de encima.

- ¿Está todo bien? ¿Por qué no me contestas?

La situación se tornaba incómoda. Y ahora la señora que estaba al frente de nosotros también me miraba, como pensando si no era yo el que tenía un problema en la cabeza. No me dejó escapatoria.

- ¿Perdón? – le dije.

- Te preguntaba que de dónde eres – agregó con mirada inquisidora.

- Soy peruana-americana – le contesté.

- Interesante. ¿De qué parte de Perú y de los Estados Unidos?

Pucha pensé, con las pocas ganas que tengo hoy de hablar y encima con el hambre que tengo ahora este joven turista me usa de terapista. Me dio la impresión de que quería lucirse en geografía, pensé. Estaba harto de esa pregunta. Porque luego viene, de Lima. Entonces, él sigue, de qué parte de Lima. De Miraflores… Y ante la respuesta, la sonrisa de ya te tengo encasillado. Se puso ha hablarme de discotecas y lugares de moda y de todos esos temas tan típicos en los peruanos (o los peruchos como yo los llamo cariñosamente). Me causo gracia su comportamiento y sus preguntas, me pareció raro que me diga que mi mezcla era interesante y que se interesara tanto en mis puntos de vista sin apenas conocerme. Como si supiese algo más de Perú que de allí vienen los indianer que tocan quenas y flautas en la plaza.

Era además raro que apenas le dije que era peruana americana le cambió la expresión. Ahora se le notaba buena vibra, una expresión amable.

- De Miraflores, cerca de Larcomar, vivía en el Malecón Armendáriz le dije, mirándolo a los ojos.

- Conozco Lima y Miraflores muy bien. El año pasado estuve por allá.
Y luego se presentó.

- My name is Larry –dijo, estrechándome fuertemente la mano y cambiando al Ingles-. ¿Cuál es tu nombre?

Me pareció que tenía personalidad y buenos modales por la forma de presentarse. Es una señal de madurez y de confianza en uno mismo. De aclarar quien es quien. Yo soy Sol y el era Larry el gringo picaflor. Larry con sus gustos, sueños, ideas, ritmos y, buscando mi amistad de puro aburrido, porque era muy joven y yo bastante madurita.


- Conozco Lima, pero estuve poco tiempo allí. Donde he estado buen tiempo es en el Cuzco.

Y luego siguió la conversación inicial, después de la cual, a la salida del consultorio, nos fuimos a la San Antonio a comernos unas empanadas de carne y el se tomo no se cuantas chelas. Yo no bebo, yo tomo chicha morada, pero ese dia con Larry empece a tomar de nuevo.

En el consultorio me instruyeron que regrese en diez días a recoger los resultados de los exámenes. No podría estar en paz hasta ese día. Larry me haría fácil y placentera la espera (sin saberlo).

Desde ese momento Larry y yo nos hicimos confidentes, en una banca del parque, entre copas y cigarros nos contamos todas nuestras aventuras y nuestras penas. Yo no tomo pero con Larry me pase varios días tomando cerveza, íbamos a cada rato a la bodega que estaba a un paso y regresábamos a seguir empinando el codo. Así se nos pasaron varias horas, muchas.

Al principio habíamos estado hablando en spanglish mitad y mitad, palabras en ambos idiomas, pero después de las varias botellas a Larry se le dio por hablar en español. Fue cuando cambió la cosa. Era realmente como hablar con alguien de mi barrio en Perú. Confianza total. Creiamos el uno en el otro completamente, era magia pura. Y es que hablaba un español muy sudamericano y lo hablaba muy bien. Incluso con jerga perfecta, que dominio tan grande, que inteligencia la de Larry y que cultura.

Inevitablemente, cuando cambiamos al español, cambiaron también los temas de conversación. Comenzamos a hablar de sexo, de aventuras, de problemas, decepciones, experiencias, drogas, puntos religiosos, humanos, espirituales, en fin de todos esos temas oscuros y algunos transparentes.


Le conté las experiencias que había tenido con mis enamorados y amantes (muchos). Y de como prefería los latinos a los gringos solo para temas románticos pero para lo practico y real me gustaban los gringos y los europeos. Me parecían simples, francos, sobre todo menos complejos, más directos, independientes, sinceros, y desprejuiciados, domesticados, esos hombres ayudan en la casa. Yo hablaba y hablaba como siempre mucho y lo que me había tocado vivir y Larry callado, mirándome no decía nada, y me miraba con esos ojos azules que brillaban.

- ¿Y ti Larry cómo te ha ido con las mujeres acá? – le pregunté finalmente, cediéndole la palabra.

- ¿Mujeres? Aquí no hay mujeres realmente. Son sólo mitad mujeres. Te explico.

Puse cara de sorpresa. No entendí a qué se refería. Medias mujeres???

- ¿Qué me quieres decir? (pensaba en mis adentros que posiblemente a Larry le gustaban tanto las mujeres como los hombres).


- Me extraña que me preguntes eso. ¿No te has dado cuenta todavía? Las mujeres acá son como hombres. Hablan como hombres, caminan como hombres, bailan como hombres. Salvo algunas cosas muy básicas del género femenino, se comportan como hombres en todo sentido. Sobre todo las mujeres que tienen un poco de dinero, que son profesionales o que tienen poder. Es como que abusan de los demás, como que se sienten superiores al resto de la gente. Son bien clasistas y racistas, desprecian al cholo si no tiene dinero.

Me contó que una vez en Cuzco había tenido una experiencia que le abrió los ojos. Había salido con amigos de “caza”a buscar plan. Se levantaron a unas chicas y las trajeron a su mesa. Estuvieron conversando, tomando chelas. Y, en una de esas, la chica a la que Larry estaba dándole muela, saca un cigarro, se lo pone en la boca, y lo mira fijamente. Frente a Larry había un encendedor plateado y él entendió que quería que se lo pase. Entonces eso hizo. Pero, no era eso.

- Ustedes los gringos son unos mal educados no saben ser caballeros –le dijo, mientras ella molesta y con cara de insultada se prendía el cigarro.

En ese momento no entendió bien. Tenía poco tiempo en Sudamérica y no sabía por qué ella había esperado que le encienda el cigarro cuando ella misma lo había podido hacer. Pero luego, con el tiempo, comenzó a apreciar eso que llamaban caballerosidad y feminidad. Ser galante, gentil y elegante. Quedó encantado por no decir fascinado con la dulzura de las mujeres peruanas, con lo sensuales que eran. Le gustaba que sean delicadas, muestren su fragilidad y, por consiguiente, él pueda adoptar un rol protector con ellas, engreírlas, y que ellas se dejen querer. Así, estuvo con varias, con muchas. Pero una de ellas fue especialmente importante para él. No precisamente porque se enamoró de ella.

Era una chica de condición humilde que conoció en una de esas noches de don juan. Se llamaba Diana, trabajaba como secretaria en un organismo del estado, y vivía sola en un departamento pequeño en un barrio más bien de clase media baja. Larry la esperaba todos los días a la salida del trabajo, de ahí se iban para su casa, hacían el sexo como dos animales en celo, y luego salían a conversar con la gente de su barrio. Esa última parte era la que le gustaba más a Larry. Le encantaba parar en la esquina con sus amigos del barrio. De tanto parar con ellos comenzó a hacer amigos y, aunque lo de Diana terminó pronto, para ese entonces Larry se relacionaba con el barrio independientemente de Diana. Los muchachos le agarraron cariño y el gringo Larry se volvió parte del grupo del barrio. Era algo que no había sentido nunca antes. Era famoso, importante, era el gringo Larry.

Larry tuvo su experiencia de vida de barrio y todo lo que implicaba. Aprendió a chupar en la calle sentado en una caja de chela, a tocar la quena, a gorrear cigarros, a quejarse si se tardaban en pasarle el vaso, a comer picante, y a sacarle la vuelta a su pareja de turno con la celebración de sus amigos, un criollazo. También aprendió a decir malas palabras (lisuriento, mal hablado)poner chapas (apodos),molestar a los demás, y a dejar salir su agresividad y todo lo que llevaba por dentro. Hasta tuvo pleitos callejeros mechándose con unos cholos fortachones que le sacaron la mugre. Lo más increíble fue con un choro (ladronzuelo) del que no sólo no se dejó robar, sino que lo correteó, alcanzó, tiró al suelo, y le sacó la chochoca por no decir la m.

Antes de su viaje jamás habría imaginado que se malearía de esa manera. En Wisconsin no era un santito pero sus experiencias en el Cuzco eran pintorescas, dignas de un don juan anglo. Aprendió las mañas y artimañas para sobrevivir en la calle. Una época hasta se hizo traficante para buscarse los frijoles el arroz y los choclos que comía porque era vegetariano, que con el tiempo no planeado fuera de su patria era cada vez más difícil y escaso el dinero y pasaba hambre. Estuvo vendiendo coca, marihuana y cuanta droga conseguía en plena plaza de armas a todos los turistas (es una ciudad de pecados en donde se mueve mucho la droga). Larry tenía la ventaja que les podía hablar en inglés, español y hasta en otros idiomas porque le gustaba ser poliglota. Por esos días le iba muy bien, hasta que la policía corrupta y otros dealers se encargaron de amenazarlo y una noche por poco pierde la vida. Larry podría escribir su historia de aquellos días en el Cuzco en donde varios días durmió en una asquerosa celda y cree que terminamatando a uno de un ladrillazo para defender su vida, tiene el recuerdo de como le revienta la cara a ladrillazos y lo meten dentro de un auto y se van corriendo. Siente que ese dia hubieron muertos.

Ya Larry era el típico gringuito la experiencia de la calle y la vida cruda lo había marcado. Larry había cambiado. Nuevas ojeras y largas noches de imsomnio.

Sin querer la historia de Larry me recordaba la historia de Manny mi hermano que había terminado tocando fondo en Lima después de haber vivido en Cuzco y en la Selva por mucho tiempo vendiendo y consumiendo drogas hasta llegar a convertirse en un cadáver y tuvimos que internarlo para salvarle la vida y después rehabilitarlo.

Le conté entonces mi vida y la vida de mi hermano. De cómo Manny se iba de viaje con su mochila y vivía en la playa o en la jungla de campamento. De las veces que tuvo hambre y frío y de cómo hasta de terribles enfermedades se contagiaria, hasta de venéreas. Por hambre hizo barbaridades. Por la droga se hizo un ser desgraciado y repudiado. Las veces que para no pagar la cuenta después de comer en un restaurante hizo como que tenía dolor de estómago y se iba a vomitar afuera para no pagar la cuenta. Algo similar hacía con los micros, se hacia el extranjero, el que estaba perdido y se subía y se bajaba sin pagar cuando llegaba a su paradero final que era bien lejos de la ciudad.

Larry estaba fascinado con mis cuentos. Le gustó la manera como nos buscábamos en el barrio, el silbido que usábamos a lo West Side Story, desde ese día empezó a silbar cuando llegaba a mi puerta a buscarme para salir a caminar.

Y así lo hizo. Nunca tocaba mi puerta. Silbaba. (sonido del silbido)

Los siguientes días pasaba por mi casa al atardecer y me silbaba, tal como le había enseñado. Yo sacaba la cabeza por la ventana. Siempre empezábamos en Ingles y al poco rato cambiábamos al Español. Cada día nos hacíamos mas unidos. Era como si fueramos de toda la vida. Pareciamos novios, amantes, marido y mujer pero solo eramos buenos amigos, intimos amigos, confidentes. Nunca hubo nada entres los dos. Nunca. El era muy joven, la diferencia de edad era abismal. Lo deseaba pero era tarde en mi vida. Yo era el invierno y Larry era la primavera, ambos habiamos establecido una amistad muy especial, posiblemente unidos por muchos factores.

Fueron diez días desde el día que nos conocimos. Cuando llego el día de ir a recoger los exámenes médicos decidí no verlo. Estaba muerta de miedo. Pensaba que alguno de mis órganos me iba a pasar factura. Ya me imaginaba la cara del doctor reprochándome por haber esperado tanto, por haber cometido tantos excesos. Dciéndome que era muy tarde y que el cáncer estaba muy avanzado. Qué terrible. Pero era mejor saberlo de una vez por todas.

El domingo por la tarde el gringo Larry pasó por mi casa y me silbó para que baje. Le expliqué lo de los exámenes y le dije que mejor no, que para otro día. Pero él insistió aduciendo que el resultado no iba a cambiar por salir con el. Tenía razón.

Por otra parte yo estaba con una angustia terrible y quedándome en la casa la cosa sólo empeoraría. Entonces no le fue muy difícil convencerme. Bajé y nos fuimos a la bodega a comprar algunas cositas para picar y vino, esa noche tomamos vino como desquiciados y nos emborrachamos.

El alcohol comenzó a hacer efecto en mi conversación. Entonces comencé a hacer un monólogo sobre la tristeza que me daba la pobreza en el Perú. Le decía que el mundo me parecía tremendamente injusto porque el lugar donde naces determina tus oportunidades, si vas a tener una vida digna, acceso a trabajo, educación, y hasta las fronteras que puedes cruzar. Y, en ese sentido, los peruanos así como la mayoría de los que nacemos en el sur estamos reventados. En cambio, le decía, la gente acá, hasta los desempleados la pasan bien. No les falta nada. Y si uno quiere desarrollarse como persona tiene todas las oportunidades del mundo. Es sólo cuestión de interés. The land of opportunities. La tierra de las oportunidades.

No sé cuánto tiempo habré estado hablando solo del tema. Larry parecía escucharme atentamente, pero no comentaba nada. Hasta que dijo con voz muy dulce, muy suave y con esos ojos azules que me penetraban.

- Mira, entiendo tu punto de vista, pero yo después de mi experiencia en el Cuzco llegado a otra conclusión.

- ¿No crees que sea injusto entonces? – le pregunté.

- No. Lo que pasa es que yo creo que todo en la vida tiene un precio. El precio que ustedes tienen que pagar por nacer en Sudamérica es la pobreza.

- ¿Y cuál sería el precio que les toca pagar a ustedes? – le pregunté, incrédulo y medio molesta por su atrevimiento, y claro medio borracha.

- La infelicidad mi amiga, la infelicidad – contestó finalmente.

No podía creer lo que me había dicho. Me dejó estacionada. ¿Cómo podía haberlo dicho así con todas sus letras, sin titubear, con tanta firmeza?

Me contó que antes de viajar a Cuzco había hecho su servicio misionero. Lo hizo cuidando a ancianos y así conoció los casos más miserables de desamparo. De ancianos totalmente olvidados por sus hijos, que no tenían a nadie en la vida, y morían solos, abandondos, peor que perros callejeros. Sin que nadie se entere. Sin que a nadie le importe. Me dijo que, en general, los gringos no eran felices. Vivían quejándose de sus problemas, solos, amargados, sin verdaderos amigos, ni lazos familiares. Y así se morían. De algunos uno no se enteraría de su muerte si no fuese porque su departamento comenzaba a apestar, y los vecinos a quejarse de la peste del mal olor. Era terrible. No era broma. Me contó que alguna gente estaba tan sola, sin nadie en la vida que se preocupe por ellos, que se morían y nadie se daba cuenta. De pronto comenzaba a oler feo en el edificio y los vecinos sabían que era un muerto, era algo que pasaba a cada rato. Llegaban los bomberos, derribaban la puerta, y se llevaban el cadáver putrefacto. Así como sin nada. Uno más que murió sin que nadie responda por él. Sin que nadie lo llorara y se preocupara de mandarle hacer una misa por su alma.


Me confesó que él mismo no era feliz. Estaba hace años desempleado y, sí, el dinero del estado le alcanzaba para rentar un piso para él solo, cubrir sus necesidades básicas, y tal vez un poco más si la sabía hacer. Pero no tenía a nadie en la vida. Estaba solo. Además, después de Cuzco sabía que no podría ser feliz en Wisconsin ni en ninguna otra parte y se había refugiado en el alcohol para olvidar su dolor y su miedo.

Luego hizo una breve pausa y los ojos se le pusieron llorosos, lo vi llorar como nunca he visto a nadie llorar en mi vida. Sollozaba, daba gritos de dolor que salian desgarrados de su alma. Era la primera vez que lo veía así. Pero no duro mucho tiempo. No quiso caer en ese estado y se animó a cambiar de tema.

- Soy fuerte - me dijo, soy un macho, y los machos no lloran.

- Bueno, entonces ahora qué hacemos – me preguntó.

- Yo ya estoy muerta – le dije, mientras miraba las copas de vino vacías. Era un buen momento para la partida.

Larry se quedó callado. Me miró fijamente y se rió a carcajadas. Luego, repentinamente, se paró.

- Sígueme y haz como sin nada – dijo.

Eso hice, sin preguntar nada. Entonces fuimos caminando hacia la puerta del bar entre risas y nos fuimos. Una vez afuera Larry me pidió que camine rápido por como una cuadra.

No podía parar de reírme de lo que acabábamos de hacer. Habíamos hecho un menú fuga, o bueno, bar fuga, en Miraflores, Larry estaba loco. Había sido, por otro lado, el momento de adrenalina elevada de mi vida. Ya no tenia la juventud de Larry pero si es espiritu aventurero y las ganas. Ni siquiera nos persiguieron, seguro ni se percataron. La dama y el gringo, imposible sospechar de ellos.

Caminamos con dirección a mi casa y cuando estábamos al frente nos despedimos con una gran sonrisa dejando atrás una noche memorable.


A la mañana siguiente llegó la hora de la verdad. Estaba sentado en la sala de espera, la misma donde había conocido a Larry, esperando que la enfermera dijera mi nombre. Ya no estaba en ayunas, por el contrario, llevaba tras de mí una semana de excesos de comida y bebida y de imsomnio. Mi estado no era el ideal para hablar con el doctor. Tenía una resaca infernal. Sentía como si me estuviesen taladrando la cabeza sin cesar. Me dolia todo. Además, seguro olía todavía a alcohol. Imaginaba al doctor viendo los valores de mi test del hígado, de mis otras partes, oliendo mi tufo a borracha, notando mi resaca, y dando el caso por perdido.

Estaba nerviosa, no podía concentrarme, no podía leer, no podía hacer nada, ni siquiera hablar. Y, no podía dejar de pensar lo que me había dicho Larry la noche anterior. Todo tiene un precio, el nuestro es la pobreza, el de ellos la infelicidad. Los latinos pecan de envidia, los gringos de codicia. Los latinas aman y se van, los gringos no saben amar e igualito se quedan solitos al final. Seguía digiriendo cada una de sus palabras. Pensaba una y otra vez en lo que me había contado. En su llanto que me habia movido el piso y conmovido como nada en mi vida. Lo de su servicio civil, los ancianos, la soledad, el desamparo, los muertos que apestan, el barrio en Cuzco, la calle, los pleitos callejeros, las mujeres dulces, las drogas, el alcohol, las mujeres medio hombres, la espontaneidad, los planes, y luego su vida en gringolandia, desempleado, sin amigos, tomando mucho, agradeciéndome por los diez dias tan increíbles que pasamos al despedirnos ayer. Y al final, nuevamente, pensaba en eso de que todo en la vida tiene un precio.

En eso escuché una voz que llamaba mi nombre por el micrófono. Era mi turno.

Diagnostico: Seis meses de vida. Cáncer generalizado.

Comments

  1. Larry, ¡Que vivan todas las razas! que desaparezcan las diferencias, que abracemos la tierra, única patria universal, Larry, no importa de dónde vengas, ni tu idioma ni tu color. Tienes derecho a vivir siempre mejor.
    Un Besito Marino!

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  2. La vida es prestada y por corto tiempo, lástima que lo entendemos cuando ya los excesos nos pasan la factura, tal vez esos diez días fueron más ricos y plenos que toda una vida de vaciedad, preocupándonos por cuentas y problemas, al diablo todo, disfruten la vida por que si es corta, quieran, amen, hablen, hagan amistades nuevas, visiten lugares, hagan lo innesperado y las locuras que siempre quisieron hacer, continúen soñando y lo más importante, nunca dejen de intentarlo....

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  3. Jorge Morales Monsalve dijo:

    Me deleito y mira que son las dos de la manana. Tu escrito fluye muy naturalmente. Los personajes se adentran en una historia comparando sus dos mundos. Para los que tenemos la suerte de haber vivido esos mundos sabemos que son reales y por lo tanto me hizo penetrar mas en el contexto. De pronto al exabrupto de la cercania a una muerte que definitivamente te lleva a desear saber mas de la novela, como terminara.... pero el titulo dice solo "10 dias con Larry"....Hummmm que pasara?

    Creo que es suficiente. Continua. No he visto el porque dices los sapos no.... derepente tienes que enfatizar un poco mas en el mensaje general que quieres dar.. en fin.

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  4. Excelente narrativa. Me gusta mucho.

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