Cuantas veces


Cuantas veces me dijiste tantas cosas que no podía entender porque era tan pequeña. Me hablabas de la vida como si fuéramos contemporáneas, cuando tu me llevabas mas de seis décadas, abuelita adorada. Me contabas historias interesantes y todo lo que hacíamos juntas tenia el sabor de la aventura, el aroma de la felicidad, la alegría de la abundancia, la energía de sentirse saludable. A los cinco años me dejabas partir los huevos para preparar el postre predilecto del abuelo “los huevos a la nieve” y yo me quedaba maravillada cuando horas más tarde veía flotar los copos del merengue que parecían nubes blancas, en la fuente profunda de cristal y plata.

Como olvidar la dulzura de tu mirada, si con esos ojos grises, cansados de tantos desvelos, y ojerosos por tantas lágrimas, me mirabas y encendías el sendero de mis futuros pasos iluminando todos los caminos de mi vida.

¡Me enseñaste tantas cosas con tu ejemplo! Hoy en vísperas de otro de mis viajes a nuestra amada Miraflores, preparo mis maletas y mi corazón y al hacerlo siento tu presencia más fuerte que nunca. Hoy te vi sentada en una silla de ruedas cuando entraba al aeropuerto, encontré tu mirada en los ojos de una anciana que sonreía a un grupo de niños Haitianos que entraban alegres llenos de maletas con sus padres y hermanos, y tú, les sonreías y los saludabas entusiasmada con tu mano. ¡No! yo se que no eras tú, que esa señora linda no tenia ni tu cara ni tu cuerpo, pero no pude contenerme, me acerqué hasta la extraña y le pedí un abrazo y ella me apretó muy fuerte y solo me dijo: ‘gracias hija mía”. Seguí caminando unos pasos y cuando voltee a mirarla de nuevo, ya no estaba.

Y de repente empecé a recordar una de tus tantas enseñanzas, esa oración que aprendí contigo desde pequeñita, que aquí repito:

Oración de la madre por los hijos

!Oh Señor! toma bajo tu protección los hijos que tú me has dado.
No permitas que te ofendan con el pecado:
elígelos para el cielo.
Salva también mi alma y la de mi esposo.
Y si quieres llamar a tu servicio para la salvación de los hombres a uno de mis hijos, te lo ofrezco ya desde ahora con alegría y con reconocimiento profundo.
Perdona, Señor, mis debilidades y suple mis carencias, para que pueda cumplir lo más dignamente mi misión en la familia y en la sociedad.
Sostén a toda mi familia en el espíritu de fe, en la paz y en la unidad del amor y haz que nos encontremos unidos en la sociedad de los Santos y los Ángeles contigo eternamente.
Amén.
(Mi abuela tuvo un hijo sacerdote, mi tío Oscar un curita bueno muy querido por la comunidad).

Comments

  1. Que linda oración, insito... la abuelita fue una pionera de su tiempo, dedicada al prójimo, con una Fe cimentada y fuerte increíble mujer, cuánto me hubiera gustado conocerla y aprender de ella ! gracias por escribir tus recuerdos, todos la queremos a través de tus palabras, gracias por compartirla con nosotros.

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