Hace algunos meses escribi sobre mis experiencias angelicales y hoy en esta noche de la navidad del 2010 y despues de sentir la presencia de muchos angeles en mi vida vuelvo a compartir uno de mis relatos favoritos.
Mi ángel de la guarda no tenía alas, pero volaba en parapente, y casi parecía un ave grande, su cuerpo espigado volando con la velocidad de la luz, entre nubes de nieve blanca y copos de algodón, su pelo rubio color trigo, rulos con destellos dorados, piel cristalina, transparente, bailando con el aire y con ritmo sonriente. Era por momentos un joven adolescente, por otros un hombre maduro, y en sus ojos de celestes pupilas nadaban miles de peces en aguas azules, y a lo lejos se veían altos picos y quebradas, paisajes llenos de flores multicolores, personas felices vestidas de blanco que irradiaban luz con destellos de hilos plateados y dorados.
Estaba en mi lecho enferma cuando sentí el calor de su presencia, el aroma de perfumes florares, "Hoy tienes que hacerlo, hoy, no puedes esperar otro momento, es ahora, y de nombre le pones Centro Luz de Almas". Abrí los ojos y mis dedos empezaron a moverse sin descanso, nunca pienso dos veces, lo que sale es lo que leen, no hay correcciones, son los susurros de su voz dulce y varonil, los susurros de la luz de almas.
La primera vez que lo vi, fue en 1959, en Miraflores, tenia cinco veranos, fue en casa de mi abuela, y esa vez era pequeño como yo y tenia alas, jugamos mucho rato y cuando fui a compartir lo que me había pasado me prohibieron hablar tonterías porque me dijeron que me lo había imaginado, y así pasaron muchos veranos, inviernos, primaveras y otoños, y yo siempre callada, guardando mi secreto que yo había jugado con mi amigo angelical, hasta me llevaron al psiquiatra. En 1982 cuando ya era una mujer adulta reparé en él cuando salí ilesa y con vida de un terrible accidente de carro, supe con certeza que estaba viva porque Dios me había mandado nuevamente a Uriel el arcángel de los desastres a salvarme la vida. Una anciana de mirada intensa pero cuyo rostro nunca pude olvidar me dijo mientras me ayudaba a levantarme del piso que había visto siete Ángeles cargando mi carro, otra dijo que había visto siete indios, después de que varios autos me sacaron de la carretera y di varias vueltas de campana, mientras veía mi vida desfilar por mi mente en cámara lenta, la mujer estuvo conmigo minutos y en medio del barullo y el desorden de las gentes debido al terrible accidente se esfumó como el humo y para siempre.
La vida y las responsabilidades me atraparon y así pasaron lluvias, tormentas y huracanes hasta que en el 2008 volví a ver a mi ángel de la guarda y esta vez los avisos eran todos testimonios y momentos milagrosos. Ahora nunca dudaría, no habría miedo, dudas o temores ni me importaría que la gente pensara que estaba loca porque oía, sentía, olía, veía, reconocía la presencia de mis Ángeles, sin importarme el aspecto singular de sus apariciones, sabia que no eran producto de mi imaginación ni producto de mi mente creativa. Tenía una foto en donde se veían sus alas, su rostro, en otra frecuencia, pero era la figura de un ángel haciéndole una venia a la Virgen.
Yo nunca había escrito nada, tampoco había leído mucho, pero en el 2008 mi vida cambio para siempre, descubría el propósito de mi vida, la misión encomendada: "escribir para los pobres, para el hambre" llevar comida y abrigo a los necesitados. Ahora cuando me preguntan a que me dedico mi respuesta es siempre la misma: escribo para aliviar el hambre en el mundo, cada ez que vendo un libro un niño come.
Mi hijo menor me hizo el mejor regalo del mundo el día que cumplí los 55, una laptop que no ha dejado de trabajar desde aquel primer día y que tiene sus teclas gastadas, varias letras se han despintado. Mi escritura es la melodía de fondo de todas las noches y madrugadas de desvelos y arrullan a mi marido.
Una tarde saliendo del elevador fui atropellada por una pasajera que no me vio, fue en los primeros días del otoño del 2009, cuando los cielos volvían a amanecer grises como los de Lima, fue cuando volví a tropezarme con mi ángel de la guarda, esta vez era una mujer altísima y espigada, blanca como la nieve y con unos dedos largos que me cargaron para no caer y romperme la nuca. Dicen las cinco empleadas que estaban conmigo que yo me cai al suelo y me vieron levantarme, pero yo no recuerdo haberme caído, yo recuerdo que ella vino a rescatarme y ahora me pregunto si fue Uriel que se metió en el cuerpo de esa hermosa criatura de luz. Camino a la oficina, se cruzó por mi sendero como una aparición, perdiéndose luego entre los pasajeros, en la terminal del aeropuerto, entre la muchedumbre con la misma ligereza que cuando vuela en parapente. No la pude encontrar aunque me apure, pero se esfumo entre la gente. Tardé en recuperarme de las emociones, no pude trabajar ni dormir, y a los pocos días plumitas blancas por todas partes, plumitas en la oficina, en el camino a casa, en lugares donde no hay aves, plumitas mensajeras, plumas como confirmaciones de que los tenemos muy cerca, con nosotros, los guardianes, los cuidadores, los protectores, los mensajeros de nuestro Padre, los espíritus de luz.
Y desde hace un tiempo ha venido apareciéndose en los rincones más insospechados, a las horas más inverosímiles, sin decir nada, simplemente dejándose ver como un suspiro, una ráfaga de luz naranja, otra es una luz morada, muchas, una luz blanca reluciente y brillante, unos segundos apenas, volando en el parapente, en los aires de Miraflores, el los aires de Miami, trazando perpendiculares en mi ruta o direcciones opuestas, cuidando mis espaldas y la de mis hermanos y amigos, terminé por pensar cuando estas casualidades se convirtieron en estampas de mi rutina.
Ahora ya no digo ni pienso nada, me siento tranquila y aliviada, mi ángel de la guarda sigue siendo puntual, madruga conmigo, aunque lo veo más envejecido cuando veo el reflejo en el espejo.
A veces tengo ganas de seguirlo, de montarme con el en su vuelo, buscar un encuentro fortuito y unas palabras amables, pero al final me detengo. Es cuando abro los ojos y siento que me vuelve el alma al cuerpo.
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