Luz de Almas Viejas


el principio del libro Luz de Almas Viejas... cuando compras este libro por solo $10 todo el dinero es utilizado en la compra de alimentos para los desamparados. Yo escribo para aliviar el hambre...

Palabras de la Autora

“Yo viajé en jeep con mi familia y la vecina Diana; ella iba acompañada por su novio que se llama Florence, un indio de los Estados Unidos, de la tribu de los apaches. Fuimos a Tarma y a San Ramón. Por las noches, bajo miles de estrellas, salíamos a buscar luciérnagas y dormíamos en unas carpas grandes junto a un pequeño río. Hoy he atrapado una luciérnaga con mi mano, ha brillado iluminándome con su dulce luz. Quizás recuerde este paisaje para siempre, nunca lo voy a poder olvidar. Yo amo a las luciérnagas.”

Anotaciones en el diario de una niña peruana de ocho años


Mi vida no ha sido ni fácil ni simple, todo lo contrario, mas nadie se imaginaría jamás lo que me ha tocado vivir hasta el presente y cómo todavía puedo reírme y amar la vida con la pasión, el entusiasmo y la intensidad con que lo hago día a día.

¿Qué quiero ser de grande? Quise ser muchas cosas, pero la realidad ha sido otra. Con el tiempo me di cuenta de que tenía muchos talentos, pero como a muchos la vida se me ha resbalado como agua entre las manos tratando de sobrevivir y de cumplir con mis obligaciones de hija, esposa, madre, hermana, amiga, profesional…

Desde que me acuerdo he sentido fascinación por los lápices, libros y cuadernos. El día más importante y más emocionante de mis años escolares siempre fue el primer día de clases. Nunca podía dormir la noche anterior. ¡Sí! el colegio me fascinaba, me llenaba de dicha e ilusión. Yo era de esas niñas raras a la que los días de vacaciones y los feriados no la entusiasmaban en lo absoluto, nunca entendí porque las otras niñas se ponían tan felices de no asistir a la escuela.

Siempre me ha gustado ir de compras. Me encantaba comprar los útiles escolares en la Librería Minerva, mi pluma de tinta mojada, el estuche de lápices de colores de nombre difícil de pronunciar por que eran alemanes, el forro protector de plástico transparente para proteger los libros, que en Lima se llamaba binifán.

Literatura e historia universal eran mis materias favoritas. Las matemáticas nunca me llamaron la atención, en la secundaria nunca comprendí de que me iban a servir en la vida la geometría, el algebra, los quebrados. La filosofía en cambio me conquistaría lo mismo que la psicología y las bellas artes. Cuando llegó la hora de finalizar mis estudios secundarios con las notas más altas, el primer puesto y definir que carrera universitaria seleccionaría, decidí que primero estudiaría dos años de letras y que en ese tiempo ya sabría cual era mi camino profesional ya que me gustaban muchas carreras. Mi padre que era piloto comercial y trabajaba para Aerolíneas Peruanas (APSA) en esa época se quedó sin trabajo y pasamos días difíciles en donde él, junto a mi madre, tuvieron que empezar un taller de confecciones de ropa femenina y trajes de baño. La verdad es que lo hicieron bastante bien aunque no conocían el negocio y pronto consiguieron órdenes de compra de algunos almacenes y empezaron a producir los famosos “hot pants” y chaquetas de imitación cuero. Yo tenía sólo 17 años y aunque sé que mi padre tenía las mejores intenciones no me pudo pagar los estudios, fue así que me inscribí en la Academia de Idiomas y Secretariado Brown en la calle 28 de Julio en Miraflores y me puse a estudiar para sacar mi diploma de Secretaria Ejecutiva Bilingüe. El curso tomaba dos años e incluía contabilidad, mecanografía, taquigrafía, transcripción y hasta estudios legales. Simultáneamente conseguí trabajo en una oficina como recepcionista en una empresa que se llamaba Ejecutivos Internacionales. Ganaba algo así como 300 dólares al mes mientras me buscaba otros reales vendiendo cosméticos a mis amigas y vecinas para ayudar en casa con el dinerito que con mucho esfuerzo y orgullo me ganaba.

Estaba involucrada sentimentalmente en una relación desde los 15 y terminaría casándome antes de los 19 años. Tuve mi primer hijo a los 20 y el segundo a los 22 para encontrarme luego con la encrucijada de un matrimonio disfuncional que terminaría, muy a mi pesar, en divorcio a los 23. Entonces cambió mi dirección geográfica; dejé Lima, la ciudad que me vio crecer, para mudarme a Miami en donde resido hace más de tres décadas.

Desde que llegué a la ciudad del sol, casi siempre, me he dedicado a trabajar en grandes empresas como secretaria o administradora, aplicando todo lo que he aprendido en la escuela de la vida.

¿Qué quiero hacer de mi vida en el futuro? Me estuve haciendo esa pregunta hasta hace poco, hasta la noche en que mi ángel de siempre, con dulzura, me susurró al oído: “Escribe todo eso que sientes, todo lo que llevas por dentro” entonces comprendí que quería escribir libros. Sí, decidí que quiero ser escritora y así ha estado pasando el tiempo. Ahora estoy aquí ante ustedes en vísperas de cumplir 55 años compartiendo mis pensamientos y mis escritos. Este es pues mi primer libro.

La gente que me ve caminar por la vida piensa “por allí va la gorda feliz”, muchas veces me han confirmado que así luzco, sí, gordita y feliz. Afirman que soy muy alegre y sobre todo entusiasta y que doy la impresión de que no sé lo que es tener problemas y menos ser portadora de un pasado con episodios muy tristes o traumáticos. La procesión va por dentro. Por afuera flores y por dentro temblores. Pocos aguantarían estar en mis zapatos. ¿O es que creen que estoy gorda por gusto y que los gordos son felices? Me hice una mujer “grande” cuando llegué a este país en donde la comida esta súper cargada de vitaminas y en donde es muy fácil engordarse si es que no quemas las calorías que consumes. Eso sí, nunca me he sentido mal por mi sobrepeso.

Desde que aprendí a escribir, he escrito muchas cartas y poemas. Escribir siempre fue mi modo de desahogar todas las inquietudes y los problemas; ha sido una forma de reflexionar, de catarsis terapéutica o de exorcismo como diría mi admirada amiga panameña, la escritora y gurú de la imagen, Ana Raquel Chanis. No me puedo quejar, he tenido una vida muy rica en emociones y experiencias. No sé lo que es aburrirme. El aburrimiento es un sentir desconocido para mí por que siempre he sido activa, algunos hasta dirían que hiperactiva. He sabido llenar mi vida de múltiples proyectos, eventos, actividades. Soy muy comunicativa, de esas personas que hablan y sonríen a todo el mundo, así es como he conocido y sigo conociendo a muchas personas interesantes, lo sigo haciendo todos los días. Me siento segura de mis experiencias. Soy como miles de mujeres que han tenido que emigrar de sus países para buscarse el pan de cada día para alimentar a sus hijos y salir adelante en la lucha diaria; al mismo tiempo soy única y exclusiva, como todos y cada uno de nosotros, por que siento que todos somos seres especiales.

Soy una mezcla de nacionalidades, maneras de pensar y costumbres. Nacida en los Estados Unidos, en Texas, la tierra de mi madre; mis padres se mudaron a Lima, Perú, la tierra de mi padre, cuando todavía usaba pañales. Mis antepasados fueron descendientes de españoles -vascos y andaluces-, ingleses y alemanes.

Me encanta vivir en Miami pero nunca he dejado de añorar Lima, mi adorada ciudad, por la que siento una nostalgia constante que se compone mucho con mis comunicaciones por Internet y cuando viajo por unos días para renovarme toda. Lima me seduce, me llama. Cuando estoy en Lima es como si nunca hubiese salido y es que parte de mi corazón se quedó allí, en sus calles miraflorinas. Como crecí y me formé en Lima me siento más cómoda, feliz y completa expresándome en este riquísimo y maravilloso idioma y van a encontrar que escribo como peruana.

Cuando era niña vi luciérnagas cerca de mi casa, ahora que vivo en la ciudad las añoro. En 1966 yo cargaba mi diario en el que siempre hacía todo tipo de apuntes y pegaba pedacitos de papeles, figuritas, facturas, fotos, recuerdos anotando y redactando todo tipo de actividades. Los lugares que habíamos visitado, el clima, los nombres de las personas que conocíamos, lo que comíamos, en fin todo lo que dejábamos atrás. Hace ya tiempo que me deshice de aquellos tesoros, al parecerme un día que era otro de mis tantos cachivaches de colección, porque desde siempre he sido recolectora de recuerdos. Libros, poemas, pensamientos, cartas. No me arrepiento, los recuerdos son más grandes y de más peso que cualquier cuaderno.

Déjate llevar por lo que dicta tu corazón. Escucha las voces internas que te están hablando desde siempre. Siente tus impulsos, síguelos. Deja de sentir miedo: cree en Dios, cree en ti. Que los ángeles acompañen tus sueños y tu palabra. Deja que las luciérnagas iluminen cada página del libro de tu vida.

Mary Elizabeth Fernández-Vásquez

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