Estaba de nuevo en mi amada Miraflores, un café como el que me gusta, en la San Antonio, un vaso de chicha morada bien heladita, sentada en una mesa con vista a la calle, la gente pasa abrazada, suelta, hablando, riendo, algunos caminan ligeros, otros lentamente, sin apuro. El sonido de los motores de los carros camino a Barranco. El viento arrastra por instantes el olor a mar que se siente en los poros, ese olor al mar de la Costa Verde. Me miro en el espejo del café, me gusta mucho este lugar, los mozos me tratan con mucha cordialidad, me reconocen, me reciben con mucha alegria y familiaridad... de nuevo por aca? me preguntan sonriendo, cuantos dias estara entre nosotros?... no tengo que pedir, ellos ya me conocen, saben lo que siempre ordeno, mi empanada de carne especial, con su pedacito de limon, una butifarra que comparto con mi amiga del alma, mientras nos ponemos al dia, tenemos tanto que contarnos... no nos alcanzan las horas para compartir risas y llantos... entran y salen caras conocidas, personas amigas, apenas llegue me recortaron el cabello como cuando tenía quince años, con cerquillo. Me miro en el espejo y quiero encontrar a esa niña que no se resigna al paso del tiempo, que no quiere admitir que cada vez que regresa a Lima es como si nunca se fue, y sin embargo hace mas de tres decadas que vivo lejos de ella, sin poderme separar de tantas cosas que me hacen siempre regresar. Volver... siempre volver...
Existen tantas murallas invisibles entre el Perú y yo, entre mi idioma y yo, Estados Unidos, Miami que es como vivir en Cuba, el Ingles que domino casi a la perfeccion y sin embargo pienso en castellano, siento en castellano, escribo en castellano, vivo, duermo, anhelo,respiro, amo en castellano.
Entonces me veo manejando por la avenida Arequipa, por Larco, por la Costa Verde, por Barranco, rodando sobre la avenida Javier Prado camino a La Molina donde vive mi padre y otros familiares. Me instalo en Miraflores porque tengo que estar cerca del mar, tengo que ver la playa desde la ventana del departamento, tengo que recibir mis nuevos amaneceres en Miraflores. Manejo el carro de mi padre y me pongo muy nerviosa, manejan como desquiciados, todos a la defensiva, te meten los carros, te insultan, pero los choferes son magos, hacen malabares. En la radio la misma música de mi infancia, el tiempo parece detenido, y yo regreso a los 60 y a los 70, mis dias de colegiala en el Belen, mis maravillosas amigas de la primera infancia y juventud.
En esos recuerdos la persona preliminar es mi abuela, que dejo para siempre muchas marcas en mi mente, el sonido de su voz, el aroma de su presencia, el brillo de sus bellos y expresivos ojos, su ternura infinita, sus sabias palabras... me parece estar oyendo cada frase... han pasado cinco decadas y sin embargo el tiempo no es tiempo cuando se trata de ella. Todo lo que me dijo resuena de otra forma en mi interior, cada vez que llego a Miraflores ella me espera con abrazos y besos, hablamos el mismo idioma, estamos en la misma frecuencia. Me siento en la misma banca en la Iglesia donde oia misa todos los domingos a su lado, en donde aprendi a rezar y a ser piadosa y a vivir enamorada de Jesus. La Iglesia del Parque de Miraflores, en donde sus gigantescos angeles me saludan y me amparan.
Es verano, hace mucho calor, el sol transpira mojado detrás del cielo blanco e inmenso de mi Lima, yo me voy para el Regatas, a caminar por la orilla, a sentirme cada vez más cerca del mar...
Volver siempre volver... es como si nunca me hubiera ido...
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