La historia de Isabel y su perro


Conozco una señora, buena mujer ella, que trabaja como acompañante de una anciana que vive en mi Barrio, concretamente en el mismo Portal donde vivo yo, viuda, y con noventa y cuatro años de edad, a la que cada día se le va notando más el peso de sus muchos años. La acompañante se llama Isabel, como mi madre, y por eso ese nombre me gusta tanto, aparte de que es precioso, tanto por su sonoridad, como por su significado: promesa o juramento de Dios, que ama a Dios, aquella a la que Dios da la salud o aquella a la que Dios ha ayudado.

Isabel vive sola. Tiene hijos, pero ellos han formado sus familias y tienen su propia casa, y, como todos los hijos, van a ver a su madre de vez en cuando, unos más y otros menos, según ganas, tiempo y al amor que le tenga cada uno de ellos, distinto también en todos, como sabemos, pues unos aman más que otros a sus progenitores.

El marido, por lo que se ve, la dejó hace muchos años, y, como sucede muchas veces, por este u otros motivos, ella sola tuvo que "apencar" con hijos, casa y trabajo para sacar adelante a su familia, y como era joven, pudo con la carga.

Que el marido la dejara no le hizo ni fu ni fa, ni se inmutó, según me dijo, y cuando yo le dije que si el abandono del marido le había dejado indiferente me parecía que era porque ella tampoco le quería, me confesó claramente que llevaba razón, que no le quería. Ninguno de los dos quería al otro, y lo que pasó pasó porque tenía que pasar.

Isabel tiene depresión desde hace un par de años, aproximadamente, tal vez algo menos. Y la causa de ella es la de que su perro murió. Un perro grande, y, como la mayoría ,por no decir todos, el mejor amigo del hombre ( y de la mujer, aunque hay que entender en esa palabra hombre el conjunto de ambos sexos, al menos así lo entiende vuestro amigo, que cuando quiere diferenciarlos se limita a decir varón y hembra, o mujer, porque varona suena un poco mal, la verdad, aunque es perfectamente correcto ). Isabel lleva penando y llorando a su perro ( o sea, de luto ) cerca de dos años.

Yo amo a los animales, y más a los animales domésticos, como el perro y el gatp más aún. En casa de mis papas siempre hubo gatos ( gatas ), y no veáis como las queríamos, y una de ellas, Juanita le pusimos, negra azabache, se iba detrás de mi, como si fuese un perro cuando salía a la calle a dar un paseo, y le tenía que tirar piedrecitas con cuidado de no darle con ninguna de ellas, para que no me siguiera.

Pero amar a los animales hasta el punto de que su muerte nos lleve a una depresión, eso no debiera de ocurrir nunca. Y menos una depresión tan severa, pues está en tratamiento psquiátrico desde entonces y por el momento no lo puede dejar todavía. Que la muerte de un familiar muy querido nos deprima, aunque tampoco debiera de ocurrir, sí tiene más sentido, pero por un perro o un gato, francamente, no lo veo razonable, a menos que concurran ciertas circunstancias, como es el caso de Isabel.

¿ Y cuáles son esas circunstancias ? Son las de haber tratado y querido al perro por encima de lo que se debe de querer o de como se debe de tratar a un animal como él, que nunca debe de ser como a las personas ( y sé que son muchos casos en los que pasa esto mismo, viviendo incluso los maridos con ellas, que quieren más a los perros que a ellos -algunas mujeres dirán que por algo será, y llevan razón, siempre es por algo esa desviación del amor, pero a eso nunca se debiera de llegar, a pesar de todo-).

El perro le daba seguridad a Isabel. Se fue el perro y ha quedado "desamparada". He aquí la tremendas realidad. Ella no soporta vivir sin su perro. Al menos por ahora. Pero aunque solo fuese hasta ahora, ya sería algo fuera de lugar, según mi personal apreciación.

¿ Qué enseñanza nos puede aportar esto ? Para mi la de que en ningún caso hemos de depender de nadie, ni de personas ni, mucho menos, de animales, hasta el punto de que si se van nos quedemos desamparados y nuestra vida se vaya al garete. Y aquí es donde entra Dios, ( a estas alturas muchos/as ya estaréis muy extrañados de que aún no lo haya mentado ). En el caso de Isabel estaba adorando a un perro. El perro era su dios, porque lo era todo para ella. Se le fue su dios y se quedó sin vida. Ella no tenía vida propia, vivía gracias a su perro. En el caso de un vecino del pueblo donde tenemos la casita para el verano, era el dinero, que tenía guardado en la almohada, durmiendo con él, porque le daba seguridad. Se murió y cuando sus familiares se hicieron cargo de todo, vieron que en ella había mucho dinero, incluso billetes de la época de Franco. Murió y se quedó sin pan y sin perro. Vivía solo porque era soltero, y muy mayor también, y no os podéis imaginar en qué condiciones vivía de pobreza teniendo posibilidad de vivir sin que le faltase el menor detalle.

¿ Por qué nos cuesta tanto poner nuestra confianza en Dios, que es el único que nos puede dar seguridad de verdad ? ¿ Por qué seguimos poniendo nuestra vida en manos de cosas caducas, de barro, bronce, madera, hierro, plata, oro..., a las que, como los paganos con sus ídolos, adoramos, y en las que depositamos nuestra confianza para que nos den seguridad, en lugar de dársela a Dios, Único que nos puede dar la seguridad plena y verdadera ?

Seguimos siendo muy duros de mollera.....sí, seguimos invariablemente siendo como siempre hemos sido. ¡ Qué cabezotas somos ! (en el fondo, y pido perdón si alguien se siente ofendido/a, ¡ qué tontos somos !), que nos dan la vida y nos vamos siempre tras la muerte. ¿ Cuándo vamos a espabilar ? ¿ Será posible que lleguemos hasta el punto de que Dios destruya el mundo entero con todos sus habitantes -menos los pocos, aunque sean muchos, que se salven-, pudiéndolo evitar, si nos convertimos a Él y cambiamos radicalmente la forma de vivir actual, convencidos de que llevaba razón la santa andariega cuando decía QUE QUIEN A DIOS TIENE NADA LE FALTA ?

¡ Buen y santo fin de semana, amigos !


*** Escrito por mi amigo BARTOLOME LOPEZ**

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