No soy diferente al resto de la gente en cuanto a que los hospitales me gustan poco o mejor dicho no me gustan nada. El olor a desinfectante que asocio al cloro al cual soy muy alergica, las camillas surcando en pasillos a viejitos que agonizan y en la retina se plasman cual fantasmas de un futuro posible, la formalidad y las posturas, los cuestionamientos místicos y éticos, todo lo que uno asume inconscientemente cuando pisa un hospital. Las mismas preguntas.... su tarjeta de seguro medico, te puedes estar muriendo pero lo primero que te preguntan es si tienes seguro y te hacen llenar papeles cuando no puedes leer lo que estas firmando.
Como decirlo, de una manera que se entienda... los hospitales están entre el cielo y la tierra, plantados sobre un botón que pisas y automáticamente hace funcionar todos los engranajes de tu mente confundida.
No me gustan.
Para el caso debería estar tranquila, sigo viva, he pasado muchos sustos. Cuando perdi la vescicula porque tenia una piedra del tamano de una naranja, antes de que me pusieran la anestesia, y gracias a que Dios me hizo como soy, me di cuenta que el brazalete ese que te ponen con tu nombre decia que me llamaba Maria Perez!!! ENFERMERA!!! se han equivocado yo no me llamo asi!!! nerviosa procede a cambiarmelo. La operación era simple, y aun era joven, por aquel entonces tenia 42. Eso me repetí para calmar a las voces, para callarlas. Algo puede salir mal, decían ellas a coro, aunque lo tuyo sea la vescicula siempre algo puede salir mal, la anestesia sin ir mas lejos, decían.... Silencio! Silencio! que se callen esas voces! las lombrices negras que se enroscan en todas las emanaciones de la cabeza.
A los hechos me remito:
Sorteadas las trabas burocráticas, fui solita por un laberinto insondable, hasta la habitación. No estaba sola, al lado separadas por una cortina, los gritos de una anciana que no dejaba de quejarse.. trate de calmarla, de hacerme su amiga, pero la pobre ni cuenta se daba. Daba miedo. No pude dejar de preguntarme para mis adentros : "todo tan perfecto, cuanta gente murió acá? Entró una enfermera y me dijo que pasara al baño, que me iba a dar una limpieza con esponja.
El agua estaba fría. El camison ese que te dan, era medida única y dado mi peso me apretaba y dejaba al descubierto mas de media parcela de mi trasero. Que verguenza!!! Tengo los pelos parados como una loca, las ojeras que parecen berengenas, una palidez y un semblante que espero que nunca nadie me vea en estas fachas.
Vuelve la enfermera para ponerme la sonda. Me comenta que por ahí va a pasar el suero y el antibiótico. Despliega herramientas como si fuera a hacer bricolagge, cuando pela la aguja, le digo que soy muy impresionable. Me dice : Ok, entonces no mires. Cierro los ojos.
Tan pronto termina, se sorprende de lo impecable de su trabajo. -Quedó de pelicula!!! me dice. Y se despide deseándome suerte, por si después no me ve (eso dice ella) o si por después "no hay un después" (eso pienso yo, que sigo sumida bajo los efectos de la anestesia total y solita en el hospital).
La siguiente visita fue del doctor que me habia operado. Guapisimo, joven, vestido de blanco, me explica que tuve mucha suerte de llegar a tiempo al hospital y que de ahora en adelante tengo que cuidar mucho lo que coma y me da una lista enorme de los alimentos que me pueden caer muy mal.
Tiempo, mucho tiempo despues... otra vez en los hospitales, esta vez por motivos de dolores agudos en el pecho, presion arterial elevada, convulsiones, ataques de ansiedad, desmayos.
Me cae otra ficha: los carteles del silencio, silencio hospital, no en vano, ahí adentro, en ese edificio que tiene una pista de aterrizaje para helicopteros. Todo es posible de ser reinterpretado. Tiemblo, tengo miedo.
Vino un camillero a buscarme. Un hombre alto, afeminado, silente. Cero dialogo del señor fideo. Pensé en lo infeliz que estaba con su trabajo, pero al menos tiene trabajo, cuantos quisieran aunque sea tener el trabajo de camillero... tuve ganas de decirle algo, me quedo callada.
Encandilado y rígido, atravesando como un cuchillo el aire estancado y denso, de las oraciones, del desinfectante que sedimenta de a poco. Toda la informacion que puedes sacar viene del techo, cada tanto vez alguna mancha, un florecente roto, una falla de humedad en la pintura. Es eso y la velocidad a la cual se desplaza la camilla, el bullicio ambiental. Claro, dicen las voces, acá ya nada importa, ya estas adentro, no hay vuelta atrás. A medida que pasa el tiempo, te internas en pasillos mas y mas angostos. El camillero necesita de sus credenciales para abrir ciertas puertas. Ves dicen las voces, no hay forma de volver.
En esos pensamientos andaba, cuando llegamos a nuestro destino. Aparece el doctor y me saluda. Me pregunta como es que me va y como me llamo. Repite mi respuesta, relentizada, en voz alta: "Mary, me llamo Mary y le suelto todos mis apellidos, mi numero de seguro social, la direccion de mi casa, mi fecha de nacimiento"
Es importante verificar, mientras yo este dormida no podré responder y de pasarme algo, el va a tener que comunicarle a la familia, como pasa en las películas, "me temo, que !!!! ya no esta entre nosotros" y poner cara de triste, que terrible tiene que ser esa parte de su trabajo, tener que ser portador de la peor noticia...que se le puede dar a un esposo, a un hijo, a un amigo... hicimos todo lo posible por salvarla... ) me sacudo, tengo las manos heladas, empiezo a repetir el Padre nuestro y le pido a Jesus que me cubra con su Sangre milagrosa, que no me quiero morir, que no estoy lista, que necesito seguir viva un tiempo mas para completar muchos proyectos, que quiero ver a mis nietos crecer y llegar a ser bisabuela.
Aparece un jovencito, se parece a mi hijo menor, se presenta como técnico y me enchufa electrodos por todo el cuerpo, me hace abrir los brazos en cruz y me pone uno broches en los dedos. El doctor se ríe y comenta que me debo de poner a dieta, que no entro en la camilla, típico, es la historia de mi vida, soy gorda!!! estoy pagando el precio de esta gordura!!!
Me acaban de hacer un electrocardiograma y a cada rato vienen a tomarme la presion y a sacarme sangre!!! no me dejan dscansar, estar en el hospital es peor que una tortura china. La cama es lo mas incomodo, tienen cable basico y nada que ver en la television, necesito mi laptop, me hace falta mi teclado para escribir, me hacen falta mis amigos virtuales. Mi BLOG, Facebook, mis mensajes de email, mis dedos inquietos que quieren escribir.
Una enfermera chilena reconoce mi acento peruano y me pregunta cuanto tiempo vivo en Miami. Trabajas? tienes a tu familia contigo? como te sientes? Asi sin más. Le tengo que responder todo eso? asi como me siento de mareada? Trabajo en el aeropuerto pero he estado ausente varios meses, regrese de nuevo pero volvi a recaer, tengo 18 meses sintiendome muy descompuesta y los remedios que me dan no me ayudan, siento que en mi caso los remedios son peor que la enfermedad. No se que hacer, estoy desesperada. La enfermera me abraza, me dice que le he caido bien, que va a rezar por mi.
Me interrumpe: Me puedes dar tu telefono, quisiera llamarte, quisiera ser tu amiga. Yo quisiera trabajar en el aeropuerto, me puedes ayudar? Le respondo con la voz quebrada que los trabajos estan muy escasos, cuida el que tienes, quisiera ayudarte pero la verdad no hay trabajo, estan recortando personal, por ejemplo yo hago el trabajo de tres personas.
En eso mi esposo llega del trabajo, son las 5:00 P.M., no puedo permitir que pierda mas dias por mi salud, necesitamos el dinero para vivir, el tambien detesta los hospitales. Me ha traido ropa limpia y me ayuda a vestirme. Ya la enfermera me dijo que te van a dar de alta y llegando a casa te voy a preparar una deliciosa sopa de esa que levanta muertos.
La experiencia esta vez ha sido muy desagradable, traumatizante, tuve reacciones alergicas y por poco me voy al otro lado. Pero... aqui estoy... sigo viva. Ahora tengo que cuidarme mas que nunca porque no quiero pisar un hospital por mucho, mucho tiempo.
Le doy las gracias a Dios. Miro al cielo y juntando mis manos le pido fortaleza para seguir adelante.
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