Ayer cumpli 59

Hoy me desperté muy temprano pensando en tres queridas amigas que se han enfrentado inesperadamente desde hace pocos meses a enfermedades gravísimas. Me desperté agradeciendo que cada dia me voy sintiendo mejor, que he vuelto a tener mis viejas energías. Agradecida de mis bendiciones de tener un esposo de corazón noble y puro, un hombre que no posee nada material pero tiene la cabeza más clara que he conocido y duerme con la paz de quien tiene la conciencia tranquila, cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, de mis 59 años, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque alguno de mis ángeles de la sabiduría ha pasado hoy por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento de jazmines y gardenias hasta mí y me ha vuelto a susurrar al oído que tengo que seguir escribiendo. Hoy me despierto con la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto que llaman vivir para servir.


Lo que era antes importante ya no lo es. Ya no me preocupa el éxito monetario en este mundo, no entiendo la avaricia ni el deseo de tener poder, esa ambición de tener y acumular dinero, es maravilloso no sentir más la necesidad de llenarme de objetos materiales que no necesito, que después de comprados terminan guardados como esas vajillas de lujo que he usado cinco veces en 30 años, ahora lo que más me importa es la salud de mis seres queridos, la vida emocional de mis hijos, nietos, hermanos, el poder abrazarlos, el poder disfrutar de los momentos simples de la vida, de una reunión, de escuchar sus voces, como ayer que en casa de una amiga muy querida su perrita (se llama Mía) no hacía más que jugar conmigo, subirse a mi regazo, buscarme las manos, y cuando después de almorzar una saludable y deliciosa ensalada preparada con amor y alegría por mi gran amiga de muchos años, cuando me despedía la perrita me acompaño hasta el carro, había recibido tanto amor de esa nueva amiga de cuatro patitas, me había enamorado del cariño y la alegría que me había regalado, me había llenado el alma con su ternura infinita, Mía tiene tres años caninos, le pedí a mi amiga que cuando tenga crías yo quería ser abuela de una perrita de mi nueva hija adoptiva, es mas hoy regreso a su casa a las 11 de la mañana para prepararle el almuerzo y ensenarle a mi amiga como se hace uno de sus platillos favoritos (fue mi excusa porque yo quiero regresar a jugar con la perrita que me dejo fascinada).

Como siempre me fui por las ramas, que manía la mía, es que escribo lo que pienso y lo que siento y no lo reviso. Sale directo de mi mente al teclado. Tengo que tomar mis pastillas ya regreso. Todo el tiempo que he estado enferma, mucho tiempo he aprendido a no depender de falsos halagos y amistades interesadas, Dios me saco de lugares con personas toxicas, al principio no entendía muchas cosas, pero poco a poco todo se hizo muy claro. Deje atrás a las personas envidiosas, a los chismosos, a los amantes del mundo material, aprendí a vivir en abundancia simple, a darme cuenta entre la diferencia de querer y necesitar, aprendí hacer la lista de lo que verdaderamente necesito y compararla con la lista de lo que quiero, no estoy hablando de cosas, estoy hablando de proyectos, de metas, de el propósito de nuestras vidas, de por qué y para que estamos en esta vida. Me separe de los quejumbrosos y de las personas malhumoradas, empecé a reconocer a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Me di cuenta de que no hay necesidad de manejar carros de lujo que ensucian el mundo y son una bofetada a la pobreza, que era un pecado usar abrigos de pieles arrancadas de cuerpitos tibios y palpitantes y a entender que no era importante llenarme de alhajas de joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro, explotados, humillados, a cambio de un pedazo de pan de duro.



Empecé a escribir todos los días los pedacitos de mi vida, rechazando el cinismo, la vaciedad, la inmadurez, la falta de sensibilidad, los vicios, el egoísmo y materialismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar y del dolor de los otros, a base del cual construye su derroche. Un mundo en donde sé que hay muchas enfermedades que si tienen cura pero a todos esos que están llenos de dinero no les conviene un mundo sano, las enfermedades son como los pecados los mejores negocios del planeta. Sí, todo es sobre hacer dinero, Empecé a sentirme cada día mas rota por la gente indiferente, los que se hacen los sordos y los ciegos y que nunca se meten en líos, no comentan, no se complican, no quieren ver ni enterarse de lo que aqueja a nuestro prójimo (próximo, persona cercana, vecino). Señalo con mi dedo a los hipócritas que depositan una moneda para tranquilizar sus conciencias, como tantos, en vez de hacer un sacrificio y salvarle la vida a un niño hambriento, afirmando que no tienen plata, que no les alcanza, que no tienen lo suficiente para ellos, y a la semana siguiente se van de viaje a Europa y regresan con maletas llenas de cosas muchas cosas que estoy segura no necesitaban. Cuando fue la última vez que te pasaste la tarde visitando a un enfermo en el hospital, cuando fue la última vez que visitaste a los ancianos, cuando sorprendiste a una amiga y fuiste ayudarla a guardar sus adornos de Navidad, cuando fuiste a un grupo de oración para pedir por tus amigos enfermos y todas las personas desamparadas?



Hoy ya no necesito en mi vida a los que te aplauden cuando estas arriba porque tienes un puesto importante o vives en una casa regia, pero que después te olvidan y te abandonan y hasta dicen que te volviste loca o fanática cuando se enteran de que te entregaste al servicio de Dios, o que cuando se enteran que te enfermaste no te visitan como si lo que tuvieras fuera contagioso, no se les vaya a pegar. Ya no quiero en mi entorno a los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar, orar, agradecer, vivir, dar, amar y ser.

Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Es tan poco lo que necesito de las cosas palpables. Lo que si le pido a Dios todos los días es que cubra de su Gracias, que me regale la ternura del amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Le pido unas cuantas carcajadas, un abrazo cálido y sincero y unas palabras de cariño antes de irme a la cama a descansar. Le pido paz y resignación para cuando mi mente se llene del recuerdo dulce de mis muertos. Le pido flores, muchas flores porque son alimento para los ojos de mi alma. Le pido un par de árboles al otro lado de los cristales, le pido poder mirar el mar desde el Malecón de mi juventud en Miraflores, le pido ver un pedazo de cielo al que se asomen la luz del amanecer y la romántica oscuridad de la noche. Le pido que me inspire para escribir poemas, y para entonar y cantar la más hermosa de las músicas. Por lo demás, soy feliz comiendo arroz con lentejas con salsa criolla y con dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.



También le pido inteligencia, sabiduría, madurez, entendimiento, y mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio alto que haya que pagar. Porque todo tiene un alto precio. Le pido serenidad para sobrellevar el dolor de mi enfermedad física y para curarme con su voluntad divina, le pido que me cubra de toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Que siga siendo siempre una niña alegre y espontánea, ocurrente y traviesa. Le pido un instante de belleza a diario. Extrañar mucho a los que tengan que irse de mi vida por tantas rezones, porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado cuando los tuve. . No estar jamás de vuelta de nada. Le pido lágrimas para llorar solamente cuando algo lo merezca, y aprender a no quejarme de ninguna tontería. Y lo más importante, no convertirme nunca, nunca, en una mujer resentida amargada, decepcionada y desencantada, pase lo que pase en mi vida, no perder la fe que a veces me abandona. Y le pido a Dios con humildad que el día en que me toque irme de este mundo, las personas que me despidan piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sé que es poco lo que necesito, sé que es mucho, sé que un día abrí los ojos y me di cuenta que me había convertido en un instrumento de Dios, que mis dedos inquietos se deslizaban apurados por el teclado que había descubierto lo que tenía designado, lo que estaba escrito en el libro de mi vida.









Comments

  1. Saludos, de todo corazon Mary, sabes que eres un angel,una lluvia de Bendiciones

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