Querida Carmencita: El dolor de tu partida me dejo estacionada y rota por muchos días. Quiero que sepas que hice todo lo posible para llegar hasta tu alcoba para darte mi más fuerte abrazo y hacerte sonreír como siempre lo supe hacer desde que éramos muy jóvenes, le pedi a los médicos que me dieran de alta para poder viajar a Lima con la intención de pasarme muchas horas acompanandote, contándote de todos mis proyectos y de tantas cosas que teníamos pendientes. Pero llegue un poquito tarde… Llegue a Lima cuando el Señor te había mandado buscar horas antes… si solo hubiera llegado el dia 11 y no el 12 de Febrero… se que me estuviste esperando todos esos 26 meses que no pude viajar a Lima porque también estaba muy enferma aunque no te lo había querido decir para no preocuparte… mis amigas no me quisieron dar la noticia de tu partida hasta días después porque sabían que me iba a dejar rota, tenían miedo de que la triste noticia me hiciera ponerme como una loca. Quiero que sepas que hice todo lo humanamente posible para subirme a un avión y darte mi último beso, ahora comprendo que el Señor no quiso que te viera en tus últimos días, esa fue su divina voluntad. Mozzy te ha llorado mares, te llego a querer y admirar tanto. Dios quería que yo me quedara con el recuerdo de la última vez que nos vimos, un domingo de Navidad del 2010 cuando viniste a visitarme con tu linda enfermera a la casa de mi tia Aurelia que ya cumplio un ano de su partida al cielo, ese domingo llegaste alegre y bulliciosa como un cascabel vestida con tu abrigo rojo que te hacia lucir tan linda con tu pelito corto y rubio. Esa noche cenamos juntas, disfrutamos la comida, recordamos horas felices, nos reímos como siempre lo hicimos cuando compartíamos esas horas de amistad de toda una vida. Habíamos atravesado juntas muchos momentos duros y difíciles, habíamos compartido en el 1974 nuestros meses de embarazo cuando tu esperabas a tu hijo Jorge Antonio y yo a mi primogénito Rómulo. Después cuando estaba esperando a mi segundo hijo te pasaste el embarazo entero acompañándome y engordaste conmigo, te hice madrina de Miguel Ángel y te convertiste en mi comadre. Antes, años atrás, habíamos salido juntas en pareja cuando estábamos locamente enamoradas de quienes se convertirían en nuestros esposos por corto tiempo, nos enamoramos de dos primos hermanos y entonces nos convertimos en familia, después compartimos horas de dolor y soledad cuando nos divorciamos, nuestros hijos jugaron juntos, celebraron cumpleaños y los vimos convertirse en niños, luego en adolescentes, ahora pronto estarán cumpliendo 39 años, como se pasa el tiempo verdad? La vida nos separó en 1978 cuando tuve que dejar Lima para vivir en Miami, nunca pensé que me iba a quedar tanto tiempo… pero siempre seguimos siendo amigas a pesar de la distancia. Un día entre a tu dormitorio y vi que tenías en la pared muchas fotos mías y se me llenaron los ojos de lágrimas por la emoción de saber que me veías todos los días, tenías fotos de cuando éramos jovencitas, otras más actuales, me hiciste sentir tan especial, tan importante. Cuando te volví a ver después de muchos años de ausencia sin poder viajar a Lima por problemas médicos, te encontré muy enferma pero con la mejor actitud del mundo. Llena de positivismo y de amor a la vida, sobre todo de esas ganas de seguir luchando por tu hijo. Contigo aprendí tanto mi Carmencita, tanto, pero tanto, fuiste amiga, hermana, maestra, te convertiste en una de mis heroínas. Contigo volví a recuperar las fuerzas y a no temerle a las enfermedades. Viviste mucho tiempo luchando contra el cáncer que no te dejaba tranquila, lo superabas y te ponías bien y después te volvía a atacar sin clemencia, pero tú te volviste la más grande de las guerreras y aguantaste casi una década sin quejarte, sin perder la fe ni las ganas de vivir, fuiste además de mi comadre y amiga del alma gran confidente, mi inspiración, mi maestra, y sobre todo fuiste mi amiga en las buenas y en las malas. Y hoy un mes y tres días después de tu viaje al cielo, hoy me atrevo a escribirte para decirte cuanto te quiero, cuanto te extraño, cuanto te recuerdo y cuanto te agradezco porque fuiste muy importante en mi vida y ahora que sé que estas en el cielo, sé que te han crecido las alas y que te has convertido en un hermoso ángel que estará cuidando de tu maravilloso hijo, Jorge Antonio, y de todos tus seres queridos. Siempre estarás en mis pensamientos, en mis recuerdos, en mis oraciones, ahora vives en el huerto de mi alma en donde juegas cartas con mi abuelita y con mi madre, con nuestra mutua amiga Marion con la que te escondes a fumarte un cigarrito y con otras personas queridas que se me adelantaron porque el Señor las necesitaba en el cielo. Gracias querida Carmencita, gracias por todas las horas compartidas, gracias por tu presencia en nuestras vidas, gracias por haber sido una madre ejemplar, la mejor de las amigas.
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