La casa de los fantasmas de Southington

En Lima siempre me contaban historias de casas donde penaban. Cuando me mude a Estados Unidos me di cuenta que es un tema "universal" los cuentos de ogros, de cucos y fantasmas, las historias de terror... Cuentan que durante años, el edificio de mi historia sirvió como una funeraria, pero se convirtió en una casa dúplex de alquiler (o apartamentos) a mediados de la década de 1980. Resulta que el pasado, y por varias décadas, a partir de 1936, la casa fue el hogar de la funeraria Hallahan. Parece que la funeraria Hallahan se trasladó a otro pueblo el de Plantsville, Connecticut, en algún momento a mediados de la década de 1980. Los hechos documentados tuvieron lugar en el 208 de Meriden Avenue, Southington, en el estado norteamericano de Connecticut en el año 1986. La familia Snedeker formada por el matrimonio de Carmen y Allen con sus tres hijos y una sobrina alquiló una casa en ese pueblo con el fin de vivir más cerca del hospital John Dempsey, en la universidad de Connecticut, en el que Philip, el hijo varón mayor, estaba recibiendo tratamiento por un cáncer del sistema inmunológico llamado linfoma de Hodgkin. Carmen hija de un sargento del ejército y divorciada con dos hijos de su primer matrimonio Philip y Bradley, conoce a Allen Snedeker también divorciado en 1979 en Connecticut, mientras ella trabajaba de camarera en un restaurante. Al poco tiempo de conocerse deciden casarse y tienen una niña llamada Jennifer. Su vida transcurre tranquila en New York, Allen trabajaba en una cantera de piedra y Carmen cuidaba niños, y la economía de la pareja no era muy holgada. En 1986 el hijo mayor del matrimonio, Philip, empieza a tener unas molestas toses que no alarman excesivamente a Carmen hasta que el niño de 14 años de edad, le dice que tiene un bulto en el lado izquierdo de la mandíbula. Inmediatamente Carmen lleva al niño a la consulta del médico de la familia y tras hacerle unas pruebas iniciales y una biopsia, le diagnostican un cáncer linfático. El niño es ingresado durante tres semanas en el hospital Dempsey de Connecticut y comienzan a darle sesiones de quimioterapia y cobalto. Los ciento y pico kilómetros de vuelta desde Connecticut a New York, se hacían insoportablemente largos y dolorosos para Philip, teniendo que parar continuamente debido a las náuseas de su hijo. Para ahorrarle tan doloroso viaje a su hijo, Carmen decide buscar una casa en Connecticut a pesar de contar con un escaso presupuesto para ello. Un día mientras su hijo recibía la quimioterapia en el hospital, ella encuentra una preciosa casa blanca de estilo colonial y grandes ventanales con el cartel de “se alquila”. Pensaba que sería demasiado cara para su escaso presupuesto pero a pesar de ello, decide entrar y preguntar por el precio del alquiler. Dentro de la casa se encontraban en ese momento unos obreros que estaban terminando de remodelar la casa, serán estos albañiles los que le proporcionen el teléfono del propietario, el Sr. Darrell Kern. Esa misma noche Carmen llama a Darrell Kern desde el motel en el que se aloja junto a su hijo Philip. El precio es lo suficiente barato para poder pagarlo así que decide cerrar el trato con el Sr. Kern y mudarse a la casa lo antes posible. La noche antes de mudarse a la casa, Carmen tiene un extraño sueño en relación a ésta. Sueña con ataudes alineados y cuerpos desnudos de pieles mortecinas, asimismo sueña con herramientas antiguas, en concreto ganchos y cadenas, así como con un hombre que tiene una bata blanca manchada de sangre que se movía entre los ataúdes y cortaba los cuerpos con extrañas herramientas. El 30 de junio de 1986, la familia se muda a la vivienda para empezar una nueva etapa en sus vidas. En el sótano hayan una serie de habitaciones a las que se accede a través de unas puertas batientes. En alguna de ellas las paredes están manchadas de algo oscuro que al principio piensan que es humedad. En las estanterías que cubren ciertas zonas de la pared, hay herramientas parecidas a sierras, cuchillos y una serie de gomas y tubos. En el centro de la habitación hay una camilla metálica giratoria. También hay una serie de tanques o bidones grandes que al principio piensan que contienen gasoil para la calefacción. Del techo observan como cuelgan algunas cadenas que sostienen una especie de tableros de madera. El sótano tiene otro acceso a través de una rampa que conecta con el exterior de la casa. La habitación les da muy malas vibraciones y no se encuentran nada a gusto allí, incluso la habitación despide un olor nada agradable. Días más tarde durante una visita del Sr. Darrell Kern a la familia para ver cómo había ido la mudanza, Carmen le pregunta por los objetos del sótano, éste le dirá que no los tire porque son un recuerdo que quiere conservar. Deciden que la zona del sótano será para Philip y Bradley, aunque Philip prefiere dormir en el salón del comedor hasta que llegue su hermano Bradley que está pasando unos días con su abuela, porque según le cuenta a su madre allí abajo hay algo malvado. Pensando que eran cosas de niños, le quitan importancia al comentario de Philip y deciden que espere a su hermano para que se instalen juntos en el sótano. Carmen comienza a darse cuenta de ciertos detalles que le llaman la atención. Observa que a pesar de que la casa tiene unos grandes ventanales, la luz no penetra a través de ellos en la casa por más que los limpie. Su hijo Philip oye una voz masculina que le llama desde el sótano, pero cree que es debido a la medicación o a que está medio dormido, pues suele oírla por las mañanas al despertarse. Pero un día vuelve a escuchar la voz que le dice: “Philip ven aquí”. El adolescente se queda helado y presa del miedo decide volver al salón y poner el televisor a todo volumen. Cuando se lo cuenta a su madre, ésta lo achaca a la medicación tan fuerte que está tomando. Philip se hace amigo de Cody, un chico de la casa de enfrente que suele jugar con Philip en el sótano, pero con el tiempo Cody le dice a su amigo que no le gusta ese lugar porque siente algo extraño allí abajo. Ya no era cosa de la medicación, porque su amigo también sentía algo raro allí. Será entonces cuando Philip comienza a ver sombras que pasan cerca de él por el rabillo del ojo, las ve esconderse detrás de los muebles y a veces incluso le rozan. Piensa que son visiones producidas por la medicación pero un día su hermana pequeña de 4 años ve a una mujer vestida de blanco reflejada en el espejo de su habitación. Esto le confirma de nuevo a Philip de que la medicación no tiene nada que ver con lo que está oyendo y viendo. Días más tarde el mismo Philip verá a un joven de unos 20 años abriendo las puertas batientes del sótano que le llama por su nombre. Carmen empieza a sospechar que allí está pasando algo raro, el testimonio de Philip y el de su hija acerca de las personas que han visto, la pone en alerta. Incluso su marido le comenta un día de que ha oído una especie de música de entierro cerca del sótano. Cuando realmente Carmen se asusta de verdad, es cuando fregando el suelo de la cocina observa que el agua del cubo está totalmente roja, como si fuera sangre. El día en que regresaba Bradley de casa de los abuelos, Carmen decide preparar una gran cena de bienvenida. Saca la vajilla y cubiertos y tras colocarla en la mesa, se da la vuelta para coger el teléfono que en ese momento sonaba. Cual sería su sorpresa cuando al colgar el teléfono todo había desaparecido de la mesa y estaba colocado en los armarios. Acomodados ya ambos hermanos en la habitación del sótano, una noche pudieron ver en una de las cómodas que tenían frente a sus camas, a tres hombres que los miraban fijamente a la vez que les susurraban algo. Después de unas risas macabras y escalofriantes de los tres hombres, uno de ellos se apodera de un juguete que había sobre la cómoda y lo estrella contra el suelo rompiéndolo en mil pedazos. Hasta dos años antes de que la familia Snedeker fueran a vivir allí, la casa había funcionado como funeraria. Darrell Kern, el antiguo dueño de la casa Southington, confirmó que antes de comprar la propiedad en la década de 1980, había servido como Funeraria Halloran por varias décadas. La habitación del sótano era la habitación de los ataúdes y los extraños bidones o tanques no contenían gasoil sino que se utilizaron en su día para contener la sangre y fluidos de los cadáveres. Los sucesos paranormales crecían en intensidad, los vasos se movían solos y las sillas cambiaban de lugar solas. Por las noches las camas vibraban solas y la visión de sombras eran continuas. Philip llegó a ver a un niño negro de unos 4 años con un traje de superman, del que más tarde se enteraron que había sido enterrado así. La hermana de Carmen por entonces se estaba divorciando de su marido y Carmen decide hacerse cargo de su sobrina Tammy durante ese proceso de divorcio. Una noche mientras dormía la puerta de su habitación se abrió y se encontró con su primo Philip que intentaba abusar de ella. Más tarde una ambulancia lo llevó a un hospital psiquiátrico, donde permaneció durante cuarenta y cinco días. La familia ya no puede más, miles de moscas invaden las habitaciones, los susurros son insoportables, el mal olor, incluso el encendido de lámparas sin tener ni siquiera bombillas. Es entonces cuando Carmen descubre en una revista al matrimonio de Ed y Lorraine Warner, los cuales se dedican a limpiar a casas con fenómenos extraños. Lorreine recorre habitación habitación ella sola y lo que vive cuando baja al sótano la aterra. Ve a un hombre grueso que está manipulando y trasladando cadáveres a los que toca las piernas y órganos sexuales, es decir , que practicaba la necrofilia con los cadáveres. Lorreine diría más tarde “que aquello era una infestación tremenda del mal, que aquello no era un espíritu humano”. Ed y Lorreine dejaran en la casa a tres miembros de su equipo permanentemente en la casa y cuando ven que no pueden hacer nada para liberar la casa de esas presencias, llaman al sacerdote Timothy Conlan que se enfrentará al poder demoníaco que según él habita la casa, realizando un exorcismo que le llevará un día entero. Después del exorcismo la familia se marchó de la casa a un piso más pequeño y la casa es alquilada de nuevo. Según la actual propietaria de la casa Southington, Susan Trotta-Smith, actualmente en la casa no se produce fenómeno paranormal alguno “Hemos vivido en la casa durante diez años sin que ocurra nada. Nuestra casa es maravillosa “. Durante los tratamientos en Southington, el cáncer de Philip Snedeker entró en remisión y no ha reaparecido desde entonces. Ahora está en la treintena, trabaja como camionero y tiene cuatro hijos.

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