Viernes 28 de febrero. Se acaba el segundo mes del 2014. Ha sido un mes de violencia en Ukrania y en Venezuela. Violencia una palabra terrible, uno de los temas más difíciles de analizar, el que nos confronta con nuestros límites para comprender. Me duele el dolor de las madres que han perdido a sus hijos. Me duelen los ataques, las quejas, los gritos, la esclavitud, la indiferencia, la pobreza, el desempleo, la falta de esperanzas en un futuro mejor, me preocupa lo que pasa en el mundo, la crisis de la Iglesia Catolica, mis amigos ateos, me preocupa saber que hay muchos que somos capaces de ser violentos y de hacer tanto daño. No me gusta hablar y menos escribir de politica, pero lo que ha venido aconteciendo este mes de febrero en Venezuela nos llega a todos, nos lleva a analizar muchos aspectos en nuestras democracias. Me pregunto que pasa para que se bloqueen los canales de diálogo y de reflexión, los puntos de vista, las soluciones que no llegan. Personalmente, no entiendo la violencia, me desarma, me deja sin palabras, me duele, tanto que termino deprimida y angustiada por tanta gente. Estas reacciones violentas descubren una falta de tantas cosas,no hay diálogo, no hay comunicación. Caos. Quienes son los culpables??? Castro? Chavez? los ambiciosos, los poderosos, los malignos? el pueblo que no sabe elegir a sus presidentes? Se respira un ambiente de angustia general, de miedo al futuro, de incertidumbre. Viviendo una etapa de crisis de modelos y paradigmas, dentro de esa confusión, es difícil que se pueda escuchar la palabra del otro, la atención está deformada por el ruido y la angustia en tratar de comunicar. Palabras que se las lleva el viento, no hay compasión, es que acaso tampoco la noción cristiana de amor y respeto al prójimo. Que les espera a nuestros hijos, a nuestros nietos. Es que acaso muchos avanzamos de manera ciega, instalando el miedo en nuestras almas, en nuestras vidas y no dando espacio a la serenidad y el apego a los valores comunes, al amor a Dios sobre todas las cosas, a practicar y obedecer los mandamientos de amarnos los unos a los otros, ser amables, ser agradecidos, ser buenas personas, empezando en casa siendo buenos esposos y esposas, buenos padres, buenos hijos. Tenemos que cambiar nosotros, no podemos cambiar la realidad del mundo, pero podemos empezar uno a uno. Un escritor que admiro mucho dice que no le gusta salir a la calle porque no le gusta la gente. Muchos prefieren quedarse en su casa, en su mundo, en esa cueva dormitando como los osos en invierno, cubriendo nuestros cuerpos con frazadas de lana, prendiendo una vela que ilumine ese camino incierto del futuro, para los que creemos en un mundo futuro, en la vida eterna, en que el camino para llegar al Padre es uno y es el Hijo de Dios. No sé si sea ingenua, pero siempre confío en que hay personas buenas, en que el espiritu humano es increible, en que la bondad, el amor y la piedad brillen y opaquen la oscuridad al final de la jornada.
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