El viaje de las canastas

Estuve en Lima desde la madrugada del 8 de Mayo.  El asiento siempre me queda chico, es que ya hace rato que no soy una talla "regular".  Hace varias semanas que no me siento tranquila a escribir, han sido momentos intensos y la verdad tengo que agradecerle a Dios la fortaleza que me regala, la vida, el amor de muchas personas que me ayudan a seguir adelante. Pienso que siempre tengo que inscribir lo que escribo, darle una realidad textual, no solo evocarla con la memoria, y es que en las paredes de mi mente han quedado grabadas tantas.  Las caras felices de unas mujeres muy pobres que fueron sorprendidas con unas canastas de alimentos, sus risas, sus abrazos, la tarde maravillosa que pudimos compartir en un asentamiento muy pobre que queda en la Panemericana Norte, se llama Tiwinza como un lugar en la Selva peruana.  La pobreza, el no poder hacer todo lo que quisiera hacer por mi gente olvidada,  me producen un estrés constante, un dolor en las tripas, una angustia que me lleva al llanto, tengo que vivir y no siempre escribir! difícil elección. Ya no quiero analizar para quién ni por qué es que escribo, tengo que terminar de pulir y editar dos libros que tengo archivados, olvidados desde que mi madre se fue al Cielo.    Quiero volver a encontrar la paz, la serenidad, el lugar, el tiempo para dar a luz mi libro, a "los sapos no saben leer".  Ya es tiempo, necesito publicarlo, venderlo, producir dinero para dar de comer a mis hermanitos pobres.
Noto que el lenguaje cada vez está más encerrado en la subjetividad, que nadie acepta al lenguaje como un gesto colectivo, que incluye a los demás, es que acaso nos hemos olvidado de la importancia del lenguaje. Saliendo de Miraflores, camino a Tiwinza, tuve que cubrirme la nariz y la boca.  Imposible que digan que hay 12 millones de habitantes, tienen que haber muchos pero muchos que no han sido censados... me puse a observar las caras de las gentes, esos rostros preocupados, serios, tristes, cansados.  Me puse en sus zapatos gastados, en sus viajes largos en autobus, apretados, acostumbrados al caos, al desorden.  No tengo que describir algo que todos los que viven esa realidad conocen mejor que yo.  La gente habla pero no dice mucho, acaso es posible confiar en los demás? Algo de eso hay, y en Tiwinza vi muchos perritos, en la Lima pobre, en la Lima maloliente, en la Lima desamparada, en donde reina una lógica de supervivencia desesperada, ciega, analfabeta.

Centro Luz de Almas fue nuevamente a Lima con una meta de llevar 150 canastas, una meta bajita porque no queria fracasar, ni quedar mal.  Dios es tan grande y maravilloso que las canastas llegaron a 300.   Un voluntario muy humano me dijo, piensa que por una semana no van a tener que preocuparse como lo hacen cada noche, por una semana van a poder comer arroz, fideos, lentejas, van a tomar leche, van a tener aceite para preparar sus guisos de papas y cebollas.
En cada viaje conozco gente nueva, gente buena que se unen a mi causa.  Amigas de la infancia, otras amigas de mis amigas, se pasaron la voz y empezaron a llegar las canastas desde antes del 8 de Mayo y hasta el 13 de Mayo, la Virgen fue mi gran aliada, me dijo al oido suavemente que cada canasta debia llevar un Rosario y una carta para cada madre.   Otro milagro, otra obra en que pudimos volver a llegar hasta hogares en donde no tienen agua, ni electricidad.

Ya en Miami desde el 22 de Mayo he dormido mal por el calor y los zancudos que pican y producen unas irritaciones de piel realmente molestosas, estoy llena de ideas que flotan, bailan en la cabeza y corro tras ellas...

Tengo que levantar la vista por encima de las verdades adquiridas, tengo que parar la oreja, extenderme  como un puente, ser traductora de lo que estoy viendo y viviendo.  No me puedo imaginar como escritora si no es de esta manera. Escribir no es una imagen de prestigio para mí, no me coloca en el ámbito social como una profesional, tan solo como persona, y persona con todo lo que esto implica. Mi necesidad de escribir surge de una conciencia viva, encarnada, crítica, nunca podré entenderlo de otra forma.  Mi verdadera pasión es ayudar pero para poder ayudar tengo que escribir y publicar libros, y venderlos y producir dinero porque cuando extiendo la mano es muy poco lo que consigo y es mucha la necesidad de mi gente, de mi pueblo.  Lo único que me parece terrible es que la gente ya no tiene tiempo para leer.   No me puedo quitar de la mente muchas miradas, los ojitos de muchas mujeres que no esperan nada.   No saben acaso dialogar y el diálogo siempre, sobre todo si es crítico, enriquece el alma.  Somos más responsables quienes escribimos, porque al final, quienes tienen conciencia de que escribir no es una diversión. 


Me gustan las conversaciones francas, frente a frente, las personas, con todas sus debilidades, los derrapes, porque no somos superiores a nadie, a lo sumo creo que escribir nos hace más concientes y quizás menos mediocres.  Acaso estamos pensando que no podemos atrevernos a decir ciertas cosas para no "molestar" o no aguar la fiesta, sobre todo, las que estamos tan acostumbradas a recibir migajas (las mujeres), que no podemos decir claramente cuáles son nuestros intereses, nuestras expectativas, arriesgarnos a mayor presencia, es escribir nuestra historia. Esta experiencia es rica en encuentros humanos, en miradas, incluso aquellas que no han sido porosas (todo encuentro, por más pobre que sea, produce un saber cuando lo miramos a la distancia), no quiero perder de vista mis palabras, tengo que volver a escribir, inscribir y recorrer al vida, tengo que atravesarla en todos sus estados, no solo los que nos hacen que nos sintamos mejor, si no aquellos que nos hunden en el desarraigo, en el miedo, la duda y el dolor.  El hambre de mis hermanos pobres.   De los que viven lejos de la parte linda de mi Lima, de los que tienen dinero para comprar departamentos de cientos de miles de Soles.
El viernes antepasado en Lima me quedé sola.  El lugar me parecía un desierto. Miraflores bulliciosa.  La voz de los vecinos del edificio de al lado.   Fui a tomar un caldo de pollo y el mozo era de Alicante, en una tienda de al frente la dependienta era de Buenos Aires.  Extranjeros que viven en Lima, trabajan en Miraflores pero viven en un pueblo joven.  Aman vivir en Lima, lo senti en la calidez de sus voces y sus presencias que besan la vida.  Por unos encargos tuve que ir hasta Gamarra, en otro momento les cuento lo que fue mi experiencia en ese mercado mayorista en donde dicen que el metro cuadrado cuestra 3,400 dolores!!!  y me fui de Lima, dejando un invierno cálido, a mis amigas con gripe, una Miraflores que ya no reconozco por tanto edificio nuevo, una ciudad moderna que crece un poco enloquecida.   Hay muchas cosas que me sorprendieron, el interés inspirado de la imagen mítica del Perú.
Llegando a Miami me esperaba mi silla de ruedas, las miradas afectuosas de todos los que me conocen en el Aeropuerto que fue mi centro de trabajo por tanto tiempo.   Una anciana hermosa, trataba de subirse en en la escalera eléctrica, aterrada, entonces un joven europeo (posiblemente de Alemania) le extiende la mano y la ayuda.   Se me encoge el corazón de ternura!  Hay gente buena. 
 
Pienso, siento que la ternura es un estado de plenitud, de conexión con el mundo.  Desde que perdi a mi madre y a mis tres queridas amigas tengo muchos estados de ternura, y eso me alivia- acaso siento que no soy tan villana ni tan superficial.  Hoy vuelvo a escribir y a sentirme libre.   Quisiera escribir cada instante, cada vivencia, cada sentimiento,  escribir de todos mis momentos de felicidad, de plenitud,  muchas veces, en compañía de otrass personas, también muchas veces.  Gracias a Dios porque puedo escribir.  Amo la vida.  Amo ser abuela.   Amo ser madre. 

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