Rafo León es un escritor amigo que quiero y admiro, que siempre me canta las cosas claras. Muchas veces es crudo e irreverente, su modo de ver y sentir la vida es muy diferente a la de los fieles creyentes, como yo, sin embargo he aprendido a respetarlo como escritor y hombre profundo y culto, poseedor de una gran sensibilidad, hombre especial cuando relata sus viajes por nuestra amada patria, y nos comenta de sus gentes, sus costumbres, sus tradiciones, sus historias, sus vi...vencias. Sus fotos muchas veces raras y hasta feas. En minutos cierra su muro en el Facebook hasta que se le vuelva ocurrir abrirlo de nuevo, pueden ser varios meses... me van hacer mucha falta sus palabras. Aqui comparto lo que hace unas horas puso y que me parece uno de sus mejores posts...
Escribe Rafo León
Mi barrio cambia según las horas del día,es como si varias pequeñas ciudades construidas entre los límites del Malecón 28 de Julio y Larco, al final, se turnaran por emerger, con sus habitantes, sus actividades, incluso su arquitectura porque esta es una ciencia viva que se va definiendo por los ocupantes de los inmuebles, los paseantes, los estados de ánimo y la luz. Ahora, a las nueve y nueve de la mañana, la mayoría de residentes que ocupan los cientos de departamentos que nos están estrangulando, se han ido a sus trabajos y habrán de estar en reuniones de coordinación, de las que me salí un día que decidí que el Perú, fuera de las ciudades que apestan a pichi y a pollo frito, en el campo huele a leña, y me encanta el olor a leña y el sabor de los platos preparados con su combustión. Suenan las máquinas que siguen levantando edificios, me siento en medio de un poema de Ungaretti. Sierras, martillos, enormes mezcladoras, obreros que gritan. Todo lo que de madrugada tenía una vida hacia lo interno, se ha salido, como las tripas de un cuerpo sobre el quirófano. Y yo estoy aquí, tratando de hallar la pita que me lleve a crear mi material para Caretas. Que dios me ayuda con su inexistencia.
Mi barrio cambia según las horas del día,es como si varias pequeñas ciudades construidas entre los límites del Malecón 28 de Julio y Larco, al final, se turnaran por emerger, con sus habitantes, sus actividades, incluso su arquitectura porque esta es una ciencia viva que se va definiendo por los ocupantes de los inmuebles, los paseantes, los estados de ánimo y la luz. Ahora, a las nueve y nueve de la mañana, la mayoría de residentes que ocupan los cientos de departamentos que nos están estrangulando, se han ido a sus trabajos y habrán de estar en reuniones de coordinación, de las que me salí un día que decidí que el Perú, fuera de las ciudades que apestan a pichi y a pollo frito, en el campo huele a leña, y me encanta el olor a leña y el sabor de los platos preparados con su combustión. Suenan las máquinas que siguen levantando edificios, me siento en medio de un poema de Ungaretti. Sierras, martillos, enormes mezcladoras, obreros que gritan. Todo lo que de madrugada tenía una vida hacia lo interno, se ha salido, como las tripas de un cuerpo sobre el quirófano. Y yo estoy aquí, tratando de hallar la pita que me lleve a crear mi material para Caretas. Que dios me ayuda con su inexistencia.
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