Sali a caminar


Salí a caminar, como me lo ordena el médico,

El reloj marcaba las cuatro y doce minutos

La calle oscura, silenciosa, solitaria,

Una luz tenue en la ventana de la vecina.

 

Miraba el piso para no caerme,

Para no volver a tropezar,

Y me encontré la primera plumita blanca.

Seguí avanzando y las plumas siguieron apareciendo

Fueron un total de dieciséis.

 

Siempre encuentro plumas, siempre,

Son las plumas que me caen desde el cielo como señales.

Dieciséis plumitas, si, 16,

Como los hijos del retrato

16 hijos que le quedaban vivos a mi abuelo

14 varones y 2 doncellas

En el año mil novecientos treinta y seis

Dieciséis, como cuando nací un invernal 16 de enero

Dieciséis, como cuando me sentí locamente enamorada

De quien me iba a romper el corazón.   

 

Salí  a caminar para recibir el alba

Caminando hasta quedarme sin aliento

Me dolían los tobillos, me dolían los pies,

Me dolía el alma,

Me dolía la partida de mis seres queridos.

 

 

Llegué al parque infantil

Al que queda cerca de mi casa

Me subí en el columpio,

Como cuando era pequeña y me sentía la dueña del mundo.

 

Ya el reloj marcaba las cinco horas con dieciséis minutos

Cuatro jóvenes ciclistas pasaron por el caminito marcado.

Dos ancianas con sus enfermeras empujaban su andador

Caminaban gachas, con espaldas encorvadas

Y al verme me regalaron sonrisas que iluminaron mi alma

Les devolví el saludo dibujando con dificultad una sonrisa

Controlando mí llanto.

 

Salí a caminar

Como lo hago siempre,

En las madrugadas,

Cuando el sol no me quema.

Cuando me  acompañan mis luciérnagas amadas,

El canto de las aves,

El sonido de las hojas que se caen,

El clima de otoño que es mágico

Los árboles que me reconocen

La madrugada tiene un encanto que me abraza

Y ahora de regreso a casa

A encender la leña,

A prepararme el primer café de la semana,

A seguir luchando por la vida. 

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