Mis
huéspedes se fueron para Nueva York antes de regresar a Tel-Aviv. Los tuve en casa por cinco días que me
hicieron muy feliz y me mantuvieron muy entretenida. Me gusta ser anfitriona, mi madre siempre me
lo decía, que hubiera sido una esposa ideal para un diplomático. Se fueron en pleno invierno, uno muy crudo. Era
un día muy frio y casi no se embarcan, pero ya había pasado la terrible nevada
que había cancelado muchos viajes aéreos. De New York a Tel-Aviv son diez horas de
vuelo. De New York salen muchos vuelos a diferentes destinos. Yo conozco muchas
ciudades de los Estados Unidos pero solo he estado de paso por New York, un
ratito en el aeropuerto hace muchos años.
Uno de estos días me animo y me voy a pasar unos tres o cuatros días con
mi esposo para caminar por la famosa Quinta Avenida y visitar la zona de los
teatros de Broadway, el barrio Chino, Soho, ver de cerca el edificio de mi película
favorita “An affair to remember” pero de ninguna manera subir hasta el último
piso porque me he vuelto muy temerosa de las alturas y no me gustan los
rascacielos, ya me he quedado encerrada
en dos elevadores por varias horas y la verdad no quiero volver a experimentar
otra encerrona o que se vaya la electricidad.
Dios nos libre.
Mi amiga que siempre viaja a la gran manzana para hacer compras de ropa y accesorios que vende en Lima me cuenta de sus visitas a New York. Espacios abiertos, a veces el cielo muy azul, otras veces un viento helado que te golpea el rostro como una cachetada (recuerdo el viento gélido de Buenos Aires en una visita del año 1975, nunca había sentido tanto frio en mi vida) y es que en Lima y en Miami no sabemos lo que es sentir esa frialdad que te congela los huesos y el cerebro. Me imagino a miles de personas caminando por las calles de la ciudad del pecado, de la codicia, de la indiferencia a los demás, en donde las personas no tienen tiempo para detenerse por temor a que los asalten. El movimiento es continuo, el silencio impera a pesar de tanta gente, de tanta oferta en cada tienda, de tantas vitrinas con lo último en la moda, personas de todas partes del mundo gastando dinero que muchas veces no tienen, usando tarjetas de crédito con ganas de comprar, de consumir, de llenar esos vacíos tan grandes que tienen en sus almas. Todo es tan plástico. Plástico por todas partes. Me han dicho que no debo tomar agua en botellas de plástico, que mejor compre agua embotellada con envase de vidrio. Me impresionara siempre la cantidad de envases de plástico que se desechan en esta nueva cultura universal del servicio de comida rápida y del auto servicio (fast-foood y self-service (recuerdo haber esperado tantas veces en vano que alguien viniese a tomarme el pedido, eso ya no existe), sin la mayor preocupación ecológica. Donde están las personas que cuidan, que protegen, que aman a la naturaleza, la vida, No cuidan el agua, no cuidan el oxígeno, a pocos les importa mantener limpia la ciudad, los baños, los servicios públicos, ¿Dónde está la consideración por el prójimo? No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti? Los caños gotean, me duele pensar en la cuenta mensual de la compañía que nos cobra por el agua, las ventanas pueden cerrar mal muchas veces ni cierran, me cuenta mi amiga de la basura acumulada en bolsas de plástico en las calles, el mal olor del ambiente, los contrastes de las zonas bonitas con las zonas feas, me recuerda un poco a Lima, a Distrito Federal de México, aunque en la gran manzana es obligatorio poner la basura, los desperdicios en bolsas de plástico. Me cuenta que es una ciudad difícil para todos, que entre la gente de clase media y de clase media baja, hay una cosa en común, lograr sobrevivir en una ciudad tan cara, le comento que eso pasa no solo en New York que también pasa en Miami, en Lima, en Buenos Aires, en muchas partes del mundo. Ellos se sienten cómodos con la gente latina, piensan y sienten que frente a esa realidad, las comunidades latinas son las más solidarias, era todo un regalo recorrer en el metro una buena parte de la ciudad y ver subir y bajar a familias dominicanas, portorriqueñas o mexicanas tomadas por las manos, sonrientes, o hablando con distintos acentos, diminutivos, frases de cariño, besos, gestos que me son familiares. Me cuentan que su inglés es impecable y se mezcla con el castellano de cada país. Me dio la impresión que la comunidad peruana es la más diseminada, la más desclasada y la que mantiene las mismas divisiones de clase que en el Perú. Hay cosas que son imposibles de pensar si no se está allá, la falta de nexo afectivo que genera este estado de consumo constante, que es casi una psicosis. Si no compras no existes.
Mi amiga que siempre viaja a la gran manzana para hacer compras de ropa y accesorios que vende en Lima me cuenta de sus visitas a New York. Espacios abiertos, a veces el cielo muy azul, otras veces un viento helado que te golpea el rostro como una cachetada (recuerdo el viento gélido de Buenos Aires en una visita del año 1975, nunca había sentido tanto frio en mi vida) y es que en Lima y en Miami no sabemos lo que es sentir esa frialdad que te congela los huesos y el cerebro. Me imagino a miles de personas caminando por las calles de la ciudad del pecado, de la codicia, de la indiferencia a los demás, en donde las personas no tienen tiempo para detenerse por temor a que los asalten. El movimiento es continuo, el silencio impera a pesar de tanta gente, de tanta oferta en cada tienda, de tantas vitrinas con lo último en la moda, personas de todas partes del mundo gastando dinero que muchas veces no tienen, usando tarjetas de crédito con ganas de comprar, de consumir, de llenar esos vacíos tan grandes que tienen en sus almas. Todo es tan plástico. Plástico por todas partes. Me han dicho que no debo tomar agua en botellas de plástico, que mejor compre agua embotellada con envase de vidrio. Me impresionara siempre la cantidad de envases de plástico que se desechan en esta nueva cultura universal del servicio de comida rápida y del auto servicio (fast-foood y self-service (recuerdo haber esperado tantas veces en vano que alguien viniese a tomarme el pedido, eso ya no existe), sin la mayor preocupación ecológica. Donde están las personas que cuidan, que protegen, que aman a la naturaleza, la vida, No cuidan el agua, no cuidan el oxígeno, a pocos les importa mantener limpia la ciudad, los baños, los servicios públicos, ¿Dónde está la consideración por el prójimo? No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti? Los caños gotean, me duele pensar en la cuenta mensual de la compañía que nos cobra por el agua, las ventanas pueden cerrar mal muchas veces ni cierran, me cuenta mi amiga de la basura acumulada en bolsas de plástico en las calles, el mal olor del ambiente, los contrastes de las zonas bonitas con las zonas feas, me recuerda un poco a Lima, a Distrito Federal de México, aunque en la gran manzana es obligatorio poner la basura, los desperdicios en bolsas de plástico. Me cuenta que es una ciudad difícil para todos, que entre la gente de clase media y de clase media baja, hay una cosa en común, lograr sobrevivir en una ciudad tan cara, le comento que eso pasa no solo en New York que también pasa en Miami, en Lima, en Buenos Aires, en muchas partes del mundo. Ellos se sienten cómodos con la gente latina, piensan y sienten que frente a esa realidad, las comunidades latinas son las más solidarias, era todo un regalo recorrer en el metro una buena parte de la ciudad y ver subir y bajar a familias dominicanas, portorriqueñas o mexicanas tomadas por las manos, sonrientes, o hablando con distintos acentos, diminutivos, frases de cariño, besos, gestos que me son familiares. Me cuentan que su inglés es impecable y se mezcla con el castellano de cada país. Me dio la impresión que la comunidad peruana es la más diseminada, la más desclasada y la que mantiene las mismas divisiones de clase que en el Perú. Hay cosas que son imposibles de pensar si no se está allá, la falta de nexo afectivo que genera este estado de consumo constante, que es casi una psicosis. Si no compras no existes.
A
pesar de todo sigo con muchos deseos de visitar New York algún día cercano,
pero no en invierno, voy a esperar que llegue la primavera. Por fin se cumplirá
mi deseo de caminar por el Central Park, de conocer aunque por afuera algún
famoso teatro de Broadway, tomar muchas fotos, conocer el Soho con sus tiendas vendiendo
ropa que nunca me pondría. Comerme un
perro caliente como en las películas de Hollywood, visitar alguno de sus
famosos hoteles para tomarme un tecito y pagar una fortuna por el momento.
Comparar
un café expreso como los que alguna vez disfrute en otras ciudades importantes
del mundo. No me puedo quejar en Miami y
en Lima se toman unos cafecitos deliciosos.
Conocer por fin el barrio chino y probar un chifita estilo gran manzana,
conocer los barrios latinos del Bronx y del Queens ahora que ya conozco el
sistema de airbnb podemos conseguir un lugar donde quedarnos unos cuantos días
sin tener que pagar las altas cuotas de los hoteles. La experiencia de subirme en un taxi en New
York, la de subirme en el Metro, la de ver todas las banderas en el edificio de
las Naciones Unidas, ver la estatua de la libertad, el Madison Square Garden, y
la plaza de Rockefeller Center donde celebran la navidad con un árbol
gigantesco, caminar por la zona de lujo de Manhattan y el Central Park.
Y
de paso camino a New York entonces conozco por fin la vecina ciudad de New
Jersey, nos subimos en el tren o en el ferry y llegamos de visita a donde ahora
vive uno de mis hermanos y en donde tengo varias amigas del Facebook. Este 2016 tengo que hacer dos viajes, uno a
New York y otro a Lima, se lo pido a Dios todos los días.
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