Anotaciones de un viejo cuaderno

Apuntes de un viejo cuaderno
Sin ti sé desde ahora que nada va a ser lo mismo. Sin ti sé que nada va a ser igual. No tiene caso, ni sentido despertar antes de las ocho, ni abrir , ni cerrar los ojos,poner la más grande de mis sonrisas, ni suspirar. Sin ti ya no importa la cantidad de mapas topográficos que guarde en mi mochila, ni los kilómetros, ni senderos que debo tomar porque sin importar lo mucho que camine no voy a llegar a ese lugar donde quiero estar, ese que intermitentemente resulta ser donde estás tú.
Sin ti no me interesan las historias para dormir bonito, porque dormir ya sólo es eso y ya. Y ese juego de ganar me ha dejado en último lugar, a sólo un punto de ventaja sobre todas aquellas que sí tienen un cuenta cuentos para cuando no pueden dormir porque desde que no estás, las únicas historias que hay, son aquellas que armo en mi cabeza, enlistando las razones porque esto puede y no puede funcionar .
Sin ti ya no hay vueltas de campana bajo el edredón. Sin ti no existen las casualidades planeadas, ni busco la forma de toparme contigo en cualquier parte sólo por el puro arte y placer de mirarte y "declararme culpable definitiva por desear tu presencia, antes que desear la paz".
Ya nadie se apodera de los asientos junto a la ventanilla, sólo yo y a mi ya nada me sorprende porque esos paisajes me los sé de memoria; preferiría ver tus ojos que aún me los sigo aprendiendo. Sin ti ya no puedo dibujar la cartografía de tu cuerpo, eres un mapa inconcluso en mi memoria, tatuado en mis manos porque desde que te marchaste, me dejaste sin materia prima.
Sin ti mi sonrisa ya no rompe récords mundiales, lo intento, sí, lo intento pero por más que trato y trato, ya no me sale "la grandota". Ya no pasa de los seis. Si tengo suerte, ya sólo llega a los ocho.
No exagero. Mis días sin ti no son los mismos. Sin ti nada es mejor, ni peor, ni igual. Sólo es y ya, como yo cuando dan las seis y no pasa nada. Nada que me mueva el corazón como tú lo hacías. Nada que me haga saltar de emoción porque si tú no estás, me faltas tú. Tú y tú y tú. Me falta tú sonrisa y a falta de ella, me ha dado por tachar los días, las horas que pasan en donde no estás.
Y nadie me acompaña mientras redacto esta melancólica entrada extrañándote tanto, sólo -como en la canción- las moscas en la casa.
Y reír, llorar, soñar, suspirar, la gente, la luna, el frío... Sin ti ya nada, nada es igual.
"Amarte ha sido una síntesis perfecta entre el soñarte en mil vidas,
y encontrarte justo en ésta."

Me preguntan que con qué te amo. Les he dicho que con todo; con el brillo que invade nuestros ojos cuando despierto y lo primero es tu sonrisa. Te amo con cada beso estancado en la esquina de esos hoyuelos que tienes en tus mejillas. Te amo labio a piel, caricia a espalda, pantorrilla a yema. Yema perdida, buscándote a tientas Y a tientas también te amo. Te amo loca y desesperadamente a cero, siete o cien milímetros de distancia. Te amo con la debilidad de mi segundo nombre, con mis gestos, mis sonidos, mi hiperactividad y esas ganas mías de cantar siempre contigo, a tu lado, para ti, sobre ti y por ti. Te amo desde el principio de mi historia, de todas las historias que te esperaban desde tanto y tanto.Te amo en un cielo naranja, en la cima de alguna montaña, en la vereda de tantas casualidades que nos han llevado hasta esta, que es en la que caminamos hoy tú y yo. Te amo a miradas, a caricias perdidas, a desvelos, a charlas, a poemas, a todo y nada; y nada es relativo porque desde que llegaste, desde que estoy a tu lado, no hay nada que me importe más, que necesite más, que desee más que la cartografía ideal para perderme contigo en un rincón del mundo.

De gacelas con el sueño lastimado.
¿Alguna vez has visto una gacela correr?
Yo no pero estuve leyendo sobre el tema y se dice de estos antílopes que con la elegancia y rapidez que los caracteriza pueden alcanzar hasta los 97 kilómetros por hora o manteniendo un rumbo constante, unos 56. También se dice que para sobrevivir, han de volverse expertas en vigilancia, difíciles de superar en el arte de la supervisión.Para defenderse de sus depredadores, piernas largas ejecuta un salto peculiar y pega la carrera. Las gacelas corren ante cualquier situación y bajo cualquier pretexto. Y antes que comenzar la guerra, que mezclarse en peleas, que incluso ser presa y aceptar que tienen la batalla perdida, salen corriendo como y con el viento. Volar contra el aire es su verdadera profesión, aunque todos los artículos sobre fauna no digan nada sobre esto.
Hasta entonces yo había sabido lo que era volar sin necesidad de alas. Había trabajado tan duro, entrenado tan duro y comprometidome con mi sueño tan afanosamente, que sin si quiera darme cuenta, me había vuelto una gacela. Yo podía correr con el viento. Había ya adquirido la habilidad y la agilidad de volar en el asfalto. Y por malos cálculos en el camino, por segundos de distracción, por esto o por aquello, puse la pata en el lugar equivocado y me volví presa del destino. Di un par de saltos pero no salí ilesa.
Ahora soy una gacela con el sueño lastimado. Puedo sentir el viento, mis pies también pero no me he visto mas volando en el. Mi cuerpo extraña muchísimo correr.
Soy una gacela sin sentido. ¿Hasta cuando? No lo sé.
¿Alguna vez han visto a una gacela correr? Yo no, pero sé lo que se siente correr como una. Tenerlo todo y de repente, nada.

Central de Autobuses.
Mi vida ha sido una central de autobuses. Tantos viajes, tantas (últimas) llamadas, tantas llegadas, tantas y tantas partidas. Un mar de personas que sólo han estado de paso. Un lugar tan concurrido y tan solitario después de un rato. Personas vienen, caminan, pasan sin ningún afán; personas se van, a veces con la falsa promesa de “hasta pronto”, otras con un adiós sincero y definitivo lleno de gratitud; otras, simplemente, desaparecen sin yo darme cuenta. Otras se van agitando la palma en signo de despedida y con una sonrisa hermana.
Ya lo ves, así ha sido mi vida, un ir y venir, un llegar y marchase, una espera en alguna banca, una mirada buscando, un llegar tarde y perder el autobús que me llevaría a tu corazón. Una eterna despedida donde muy pocas personas han tenido permanencia. Mi vida ha sido una central de autobuses y yo he sido una niña que espera en el miedo de una sala cualquiera, mirando lento a su alrededor.
No deja de sorprenderme cada persona que ha pasado por nuestra vida se lleva siempre algo de nosotros al partir y de la misma forma, siempre nos deja un poco de sí.

Y la vida apenas comienza...
Hace un par de años, solía pensar que mi vida terminaría al yo cumplir 26. Dicho de otra forma, al cumplir 26, debía llevar una vida ideal; un trabajo estable, una maestría, un coche o una casa, un esposo con auto y trabajo estable más que listo para darme seguridad y estabilidad. Para ayudarme con mis hijos. Debía tener todo eso y más, aunque yo no quisiera. Aunque, para mi, todo lo anterior no fuera nada más que estancar mi vida y ahogarme en un pozo para siempre. Debía quererlo porque esas eran las expectativas que mi familia y la sociedad tenían sobre mi , porque no se podía esperar menos de mi, porque siendo una “buena niña” todos tenían puestas sus “esperanzas” en mi. Y aunque estaba viva, no me sentía así. La mayoría del tiempo era sólo un zombie tratando de complacer a todos y de hacer todo bien. Y mientras los años se me escurrían de las manos, me encontraba con el pánico de alguien que se sabe con los días contados.
Me vi saltando varias veces y con esa ansia de lo apresurado. Me vi haciendo mil y un cosas que me parecían estúpidas, convenciéndome una y otra vez de que eso era lo que yo creía también tan sólo por la pena que me causaba vivir una vida que no era mía, comprándome ideas que tampoco eran mías y que me parecían no sólo anticuadas sino patéticas. Me vi formando parte del protocolo de una sociedad tan cuadrada e hipócrita como sólo puede serlo tan contradictoriamente, la sociedad poblana; tan llena de apariencias, de formalidades, de tabúes, siempre poniéndole marca y precio a todo, desde el amor, hasta los ideales, siempre haciendo ver a la mujer como un hermoso trofeo que al final debe ganarse y terminar en la cocina de algún hombre que es bien visto por su familia de ella, porque “tiene un buen trabajo” y “va a saber responderle” aunque esto signifique que ella renuncie a todo lo que cree por creer en lo que el cree, como si sus ideas propias no tuvieran mayor valor alguno que la lavadora que le regalará un día como símbolo de amor eterno. (En fin, me desvié del tema, como siempre me fui por las ramas).
Entre tanto y tanto y para no hacer más larga esta entrada, me vi renegando de mi misma y tantas veces intentando hacer lo que supuestamente era correcto. Vivir esa vida era para mi morir en vida. Escuchar lo brillante que era la forma en la que estaba llevando todo mientras recibía una palmada que para mi, era como una puñalada en la espalda, porque no era feliz y moría y moría y seguía muriendo lentamente contando los días y pensando “cuando cumpla veintiséis” mientras sentía como todas las luciérnagas dentro de mi morían una a una también pensando en todos los sueños a los que tenía que renunciar “para crecer”.
Hace dos meses cumplí veintiséis y mi vida ha sido un ring constante, un interminable nadar contracorriente, un clásico “eres una rebelde sin causa” aunque tenga más causas que la persona que casualmente termina diciéndome esto. Soy una sobreviviente que flota porque no sabe nadar.
En resumen, mi vida -para la mayoría y su punto de vista pobre y retrógrada- ha sido “un verdadero desperdicio” porque hace dos años salí de la universidad y no tengo un trabajo estable. Porque no la pienso dos veces cuando de aventura se trata, porque me toma veinte minutos armar una maleta y salir a cazar paisajes y porque me toma la mitad del tiempo decidir dejarlo todo por nada. Porque no estoy haciendo lo más mínimo para asegurar mi mañana. Porque no tengo un carro, ni una casa, sigo moviéndome en la misma bicicleta de cuando iba en la universidad y tampoco tengo un negocio porque todo mi dinero lo he “malgastado” en viajes. Porque lo que menos me interesa de un hombre es algo material y porque si algún día comparto mi vida con alguien va a ser libremente y porque estoy loca de amor -y no porque le tengo miedo a la soleda. Porque voy por la vida esperando que este alguien sea igual de libre, loco, aventurero y apasionado como yo, aunque como yo, tampoco tenga nada. Porque soy una mujer sin tabúes, ni complejos y porque hago lo que se me me da la gana, cuando se me da la gana y ya. Y aunque muchos digan que por todas las razones anteriores, mi vida es un desperdicio para mi vida es una maravillosa aventura constante donde tengo todo y a la vez nada y (típico de mi) me asombra más lo que no tengo que lo que tengo. Me emociona más saber que no tengo camino y que tengo mil posibilidades hacia donde ir; que tengo la libertad de decidir y que estoy más viva que nunca porque no hay mañana, sólo hoy.
Y hoy hay tanto que correr, paisajes que cazar, gente por conocer, momentos que vivir antes de morir.
Hace dos meses cumplí veintiséis y no me importa nada porque mi vida apenas comienza.

El nómada.
Te decían el nómada porque hasta entonces habías vivido tu vida de un lado para otro, en todas partes y ningún lado. Habías vivido tu vida cual hoja al viento, dejándote llevar por todo tu país aunque en realidad, fueras un completo extranjero aquí también. Eras un nómada de tu tiempo y un hombre con arrugas que contaban secretamente que habías vivido treinta y seis años sonriéndole a la vida bastante. Te decían así y así te considerabas, aunque en el fondo no sólo fueras eso y fueras también artesano, músico, poeta, caminante y cazador de paisajes. Y no hacía falta que se dejara dicho, tu sonrisa lo decía todo; esa sonrisa tenía vida propia y podía comenzar guerras y detenerlas al mismo tiempo. Tú mismo, aún con toda tu facha, eras un poema de guerra y paz en sí, una canción de banjo, una estrella fugaz en el cielo. Eras un barco que había navegado y naufragado tanto que quisiste detenerte. Fue así como llegaste a mi vida. Un día y sin siquiera esperarlo, habías anclado casualmente en mi playa. Porque sí, quererte como fuera que sea y que tú hubieras llegado sin premisa, era la culminación de una serie de casualidades. Tú eras esa casualidad que finalmente tenía ojos, piel y labios rosas. Eras esa casualidad de mi vida y te presentaste a mi con la mejor tarjeta de todas: Tu nombre (que casualmente resultó ser el masculino del mío).

Ella nunca ha tenido el corazón tan rojo...
Porque se había dado cuenta de que quería algo más. Porque se había vivido años de lo improvisado, de todo aquello que al final, nunca germinaba. Porque había vivido con los tenis puestos para salir corriendo y había sido maestra en el arte de la desaparición. Porque aunque había sido incansable defensora de su libertad durante tanto tiempo, luchando por la magia, por todas y cada una de las causas que ya nadie lucha, estaba lista para una serie de “siguientes pasos”. Porque estaba cansada de todo aquello que empezaba con piel y terminaba con mariposas que se asesinaban unas a otras días después. Porque por primera vez , después de aquella y única vez que le habían roto el corazón, se sabía lista; se sentía preparada, se encontraba en ese punto donde sabía que de ser necesario, se vería saltando. Porque hacía años que no sentía tanta adrenalina corriendo por las venas, ni el corazón palpitando tan rápido y quería tenerlo así, rojo de amor como nunca antes. Porque ya no sólo deseaba una madrugada, se había visto con los dedos cruzados pidiendo por varios días. Porque ella quería amaneceres, anocheceres, despertar y saberse ahí, creyendo en eso que la había hecho quedarse y no salir corriendo abrumada por un futuro lleno de monotonía y secuencias en el que lo más interesante, era elegir el tipo de muebles, el color de la pintura, de qué lado cada quien. Porque aunque se sabía joven, bonita e inteligente sabía también que tenía un corazón dispuesto para amar si tan sólo encontrara ese hombre que por un segundo le demostrara que ella había vivido equivocada, que no era la mujer que había pasado tantos años creyendo que era. Porque un día, así sin más, había sentido el llamado; esa brisa, eso de lo que todos hablan que se supone que dice que estás listo para amar. Y ella estaba lista, estaba preparada. Y lo sabía, se quería enamorar.
Y no de cualquier hombre, se quería enamorar justamente de ese hombre que había llegado a su vida sin previo aviso ni premisa.

Amo los sonidos, los olores, las sonrisas que colecciono en mi cabeza, amo los hermosos atardeceres que la naturaleza me regala, amo la fortaleza de mi cuerpo que siempre me lleva a correr más, a rodar más. Amo esta sensación de que no me falta nada porque todo lo que busco lo he llegado a encontrar en mi. Amo la brisa vespertina; amo sentir el viento, el aire, golpeando mi cara. Amo sentir tanta adrenalina, tanta vida, tantas ganas y fuerza corriendo a mil por hora por mis venas.
Así que hoy en día soy una canción y mi vida es una interminable nota de alguna canción que inspira amor y luz. Y a su vez, una canción que me inspira a cerrar los ojos, hacer un signo de paz y bailar al son que toca mi alma. Y me veo en ese y en todo momento creyendo como nunca, porque cuando Bob Marley dice "every little thing gonna be all right”, le creo y me doy cuenta de que "every little thing its already all right" .

Llevo varios días con muchas cosas atoradas en los dedos. He querido escribir pero nada ha salido. Y a veces sólo pienso en eso: Escribir, escribir y escribir. Mientras camino hacia el baño, mientras reviso mi bicicleta, mientras leo alguna receta y reflexiono sobre mi mala manía de querer ponerle jengibre a todo lo que se pueda comer, mientras termino mi día con un baño y juego con líneas que no riman en mi mente. En esos y otros momentos, he armado varios poemas o posts en mi cabeza pero cuando estoy aquí frente al teclado, no sale nada. Ahora que lo he pensado, no soy buena escritora. No me consideraría a mi misma ni siquiera como una. Al final sé que sólo soy una chica que cuenta historias, la misma niña de sonrisa grandota con muchas ganas de vivir, rodar, correr, cantar y reír como si fuera el último día de su vida y con cero talento para muchas de las cosas que ama hacer –seamos honestos, canto como ardilla-.
Soy esa chica que rara vez pasa dos veces por el mismo lugar, esa de las ganas incansables que quiere que le pase todo, que quiere tenerlo todo y lo quiere ya. Soy justamente eso que nadie necesita en su vida porque tenerme en ella implica desastres, despedidas, bienvenidas, madrugadas sin dormir, tardes desesperadas, Viernes de drama. Y si me ponen en una lista de pros y contras, todo indica que “no”, no soy fructífera. No germino. ¡Y vaya que no! Yo soy ave y las aves nacimos para volar; no para dar frutos. Soy un alma libre, muy apasionada con lo que hago y con lo que creo. Soy un alma entregada a sus ideas. Y aunque entre más pasan los años me cuesta más y más entregarme a alguien, sé que si algún día lo hiciera, si decidiera dar ese paso, sería completamente. Sin rodeos ni mentiras, de esas formas tan intensas en las que rara vez se entrega una persona. Me entregaría libremente y esperaría también que me tomaran con libertad; ya que si intentan presionarme o retenerme a la fuerza, saldría corriendo diez veces más rápido de lo que llegué. Saldría huyendo como nunca y sin mirar atrás. Soy un tanto vertiginosa. Lo sé. Soy extremista, intensa, caótica y muy, muy, MUY exagerada. Y si lo piensan, en realidad no importa, ya que soy de esas personas que viviendo en el extremo encuentro paz y equilibrio. Tengo una gran tendencia a caminar sin rumbo y sin destino y la mayoría del tiempo me encuentro perdida aún con brújula en la mano. Soy de esas personas que necesita estar en movimiento. Lugares nuevos, gente nueva, rutas nuevas, paisajes nuevos, nuevas situaciones y nuevos retos. Al primer intento de monotonía o zonas de confort, salgo corriendo a velocidad de la luz. Soy un tanto impulsiva y no tengo miedo a intentar cosas nuevas. Se podría decir también que soy una apostadora. No me da empacho dejarlo todo, perderlo todo y apostármela por un nuevo sueño.
También diría que soy volátil. Cambio de parecer constantemente pero sé también que si albergo una idea en mi corazón y la dejo echar raíces, nada en el mundo la sacará de ahí. Soy una idealista de lo peor. Soñadora irremediable que el sólo hecho de estar viva le parece grandioso.
La vida, por sí misma, me parece maravillosa e increíble. Tan abstracta que me asombra. Y en realidad, me asombran muchísimas cosas. Me asombra la forma en la que la naturaleza me recuerda lo pequeña que soy, poniendo frente a mi el más hermoso de los paisajes que siempre puede superarse a sí mismo pasando las cinco de la tarde. Así es la vida, el mundo, yo. La vida gastándonos bromas y confundiéndonos, volviéndonos locos con sus espejismos y golpes en el ring; el mundo con sus promesas y posibilidades que a veces sólo me sofocan; yo, volando por todas partes, caminando en ningún lado y jugando como una niña con el destino y sus hilos tan maravillosos entrelazándose tan fascinantemente y mostrándonos constantemente el reflejo de vidas pasadas. Soy un alma vieja en el cuerpo de la hermosa Mar. Ella es yo pero mejorada…
Aunque ya no sepa escribir.
A veces me pregunto- sin afán de ser repetitiva- cuándo vas a venir. Cuándo vendrás y vas a ver los paisajes más hermosos del mundo conmigo. ¿Cuándo va a ser ese momento en el que estire mi mano y estés ahí? Y nos encontremos de repente, rodilla con rodilla, piel con piel. Cuándo vas a mirarme y a decirme que es hermoso el atardecer pero te gusta más mi sonrisa. Sabes? Soy muy impaciente, nunca he sido fan de la paciencia; he vivido mi vida de lo improvisado. Debe ser por eso que no soy buena para la horticultura, no soy buena para cultivar. Me ha gustado más lo que nace de repente pero te llevo esperando tanto tiempo y tú no apareces y mi paisaje está vacío, esperándote... como todos los demás este paisaje espera por ti...




Comments