Retazos, pedazos para mi novela

Compartiendo con mis amigos... (es un poquito largo pero ustedes ya me conocen...) .
Creo que somos el resultado de lo que hacemos con nuestra experiencia vital y es fundamental contar con aquellos que hacen de este trayecto, algo especial. Las personas especiales de mi vida.
En el camino –todo nuestro camino- nos encontramos con personas que nos hacen vibrar células que no sabíamos que teníamos. Nos dividimos, nos multiplicamos. Nos descubrimos más completos, nos expresamos más complejamente y a la vez hacemos tantas cosas más, de la manera más simple. La manera que a partir de ahora decidimos nuestra, la que creamos o copiamos y modificamos a nuestro gusto.
He tomado a muchas de estas personas como referentes. Mirándolos, admirándolos. Escuchando, aprendiendo. Queriendo imitar su luz o brillo. Intenté ponerme cada uno de sus zapatos para entender o mejor dicho comprender que ningún camino es idéntico a otro. Si bien nos cruzamos y pasamos cerca para darnos experiencias, cada quien late al ritmo de su historia. Propia. Única.Exclusiva. Somos tan iguales y tan distintos.
Con retazos de la vida de otros fui conformando los pedacitos de mi vida. Nunca imitando sin pensar, no copiando sin comprender. Pensando actitudes, probando acciones. Y con la certeza de que esas mismas personas que pueden inspirarme tanto, no están siempre en sintonía conmigo. O yo con ellos, claro.
Entonces comprendí que estaba intentando encontrarme en esos OTROS, encontrar esas partes mías perdidas en mi interior. Ese YO que no termino de conocer aún y cada día me sorprende alegremente. Ni más ni menos que un espejo señalando un idéntico reflejo. Una característica compartida.
Esos otros que parecían tener algo muy verdadero, muy mío pero tan de ellos. No podía explicar por qué tenía la seguridad de que DEBÍA estar cerca de estas personas. El único deber que no ha tenido sabor amargo.
Hay características especiales en cada una de ellas. Son las razones por las que las elijo en mi vida aun cuando los vínculos que nos unían ya no “existen”; aun cuando las circunstancias en que nos conocimos no daban cuenta que más de 10, 20, 30, 40, 50 años después seguiríamos en contacto; aun cuando no hayamos tenido confianza antes y simplemente hubiéramos mantenido un trato cordial, aun cuando la vida de uno y otro es tan distinta que no puedes entender donde hay sinapsis. Sin importar las distancias, las miles de millas y las horas de vuelo que nos separan.
Así me hice amiga aunque no era políticamente correcto de la ex de un pariente, así fue que cuando todos se alejaron de una amiga por ser "diferente" y a mí no me pareció, me quedé con ella. Quien fue siempre mi mentora un día me dijo “genia” y me agradeció ella a mí, una locura con todo lo que yo tengo que agradecerle. Sigo hablando -aunque no tanto como querríamos- con una prima a quien quiero profundamente, pero ella ya no me conoce. Me acerqué al pariente “raro” de la familia y me di cuenta que era lo más parecido a mí de todo nuestro linaje. Me sentí súper cercana a una compañera de un curso de meditación y no dudo en plantearle cuestiones y comentar sus publicaciones en facebook porque sé que nos entendemos. Una compañera de curso, otros de trabajo, otros de la vida que se hacen hermanos. Personas que cuando conocí no conocí y un día nos miramos realmente.
Personas que siguen apareciendo cuando menos lo espero y saltan chispas de emoción por compartir tanto.
Y por ellos leí los libros que me sugirieron, vi películas que me recomendaron, probé comidas y bebidas que me referenciaron, paseé por algún lugar que me indicaron, vi esa obra de teatro, escuché esos temas musicales, practiqué algún tipo de ejercicio, aprendí a hacer algo que no sabía, me crucé con una pasión no develada, respiré hondo y me hinche a sentir, corregí conductas que no me hacían sentir bien, ensayé posibilidades, comprobé teorías y descarté otras tantas, desaprendí hábitos inútiles, asimilé fallas y también me reconocí virtudes.
Después de una primera etapa de mi existencia dónde lo que hicieron de mí no encontraba sentido – y menos sentido aún tenía lo que yo hacía con ello-; me he descubierto SIENDO en cada uno de estos entrañablemente motivadores personajes de MI historia; tan necesarios como pilares del puente que me está cruzando, llevando a mi nueva, elegida y consciente vida.
Han ayudado a que mi YO más fiel salga a la superficie, con todo lo que tiene. Malo o bueno: qué importa?, MÍO. Y decidiré cada día y de a poco, con qué me quedo y qué dejo ir. Y de qué forma y a qué tiempo lo hago. Con la forma que elija cada vez, en el tiempo que me demande cada instancia.
Lo que hago de mí hoy es tan distinto a lo que venía haciendo. Cada vez que dudo de si he decidido bien el camino, me miro y no tardo mucho en darme cuenta que voy por donde tengo que ir. Me he vuelto más inteligente recorriendo los días, con sus piedras y mis tropiezos.
No más inteligente para decirle a otro qué hacer. Más sabia conmigo misma. Me conozco más, me busco todo el tiempo y ahora no sólo en ellos, mi YO está más fuerte y ya me responde.
Me encuentro, me río y me lloro. Me reprocho y me perdono. Me prometo cambiar y me obligo a cumplirlo. No me quedo esperando momentos ideales para empezar nada. Lo hago cuando me doy cuenta. Cuando se hace consiente. Al instante.
Y a la vez disfruto de todo lo que ya hice, repaso algunas cosas cada tantos días para no olvidarme. Tendemos a pensar solo en lo que nos falta y no en lo que ya hemos avanzado.
Recomiendo encarecidamente reconocernos cada día los logros. Es la única manera de no caer en el error neurótico de pensar que no estamos yendo hacia ningún lugar y quedarnos estancados por esa razón y no por una real.
Si actúo de una forma que no me gusta he aprendido a volver sobre mis pasos de la manera más amena y sobretodo más rápida. Haciéndome cargo de lo que me quita el sueño. Pidiendo disculpas si lo amerita. Poniendo límites a las demandas sin sentido. SOLTANDO si se han equivocado conmigo, por decir algo que encierre tanto en una sola frase.
Priorizo mi experiencia vital, la cual conformo y confirmo día a día. Tratando de repetir lo menos posible. Buscando experiencias. Conociendo. Poniéndome pruebas y divisando mis nuevos límites para volver a arremeter sobre ellos. Obligándome, sobre todo obligándome. Es la obligación más linda del mundo- o la única-, que de resultado te lleva a la energía rebosante de sentirte vivo.
Realmente vivo. Ya no llloro tanto como antes. Ya no corro ni me apuro tanto. He aprendido a gustar de mi tiempo de soledad y disfrutar verdaderamente de los momentos simples y maravillosos.
Pero hay que salir a buscar algo más de lo que ya tenemos asegurado. Hay que obligarse. Y una forma que he encontrado de saber por dónde empezar es mirando a quienes admiro e imitar - subjetivamente- aquello que veo y que siento tan de ellos como mío.
Cada vez son más y no siempre son los mismos, pero toda la vida estaré agradecida a cada uno de estos referentes, entrañables motivadores, sacudidores de células dormidas, generadores de energía, abrazadores seriales, reidores compulsivos, bailarinas improvisadas, cantantes desafinados, despeinadores de ideas, constructores de proyectos, maestros insospechados hasta ayer.
Gracias Gracias Gracias.... gracias
Deseo que encuentres los tuyos cada día...



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