La mudanza

En estos momentos, estoy en plena etapa de mudanza, nos vemos obligados a mudarnos, los motivos son de causa mayor.  Nos dieron la noticia un 15 de Setiembre, inmediatamente empezamos a buscar nuestro nuevo nido.  Ha sido todo un proceso, gastos extraordinarios, lidiar con personas exigentes y mediocres, muchas visitas al banco, el trabajo de empacar y descartar.  La casa patas para arriba. Yo tuve mi casa propia y pagada y por motivos de salud y otras razones muy personales la tuvimos que vender.  Estoy caminando por la que fue nuestra casita por una decada, ya casi no tiene muebles y las paredes recientemente pintadas lucen desnudas sin todos los cuadros que las adornaron por tanto tiempo. Hay eco y juego con mi voz.  Ya nos vamos a fines de mes. y Dios ha sido tan generoso con nosotros que nos ha dado el tiempo para despedirnos de todos los recuerdos y vivencias,  para aceptar los cambios y para organizar una mudanza con orden y sistema.   He tenido un mes y dos semanas para decidir que muebles y objetos vamos a llevar y todo lo que ya no necesitamos.  Me ilusiona volver a decorar y quiero hacer muchos cambios.  Me he ido adaptando a la idea de que los cambios son siempre positivos.  Todo tiene su principio y su final.  Mi esposo y yo decidimos quedarnos en la misma ciudad por ahora, posiblemente por 12 meses, mientras vamos arreglando muchos pendientes.  En nuestro futuro tenemos varias ciudades que nos invitan al retiro, pero antes tenemos que resolver el dia a dia, avanzar poco a poco, ir cuidando nuestra salud atacada por los achaques del tiempo y la llegada de la tercera edad.  He querido regresar (para quedarme) muchas veces a mi amada Lima, la ciudad que me jala, pero por distintas razones, en diversos momentos he tenido una relación de “amor imposible" con ella.   Son cosas de la vida.  Y yo que vine de visita a Miami en 1978 y en el 2016 sigue siendo mi residencia.  Uno nunca sabe las sorpresas que te depara la vida. Como siempre lo dejo en las Manos de Dios. 

Esto me hace reflexionar acerca de la cantidad de mudanzas, tanto internas como externas, que me ha tocado vivir a lo largo de los años. He contado 16 mudanzas.
Porque una mudanza no es tan solo empacar y cambiar de lugar de residencia. Hay movimientos internos similares que nos movilizan de igual manera. Según el diccionario de la Real Academia una mudanza es “Dejar algo que antes se tenía y tomar en su lugar otra cosa”.
A veces las decidimos nosotros mismos; en otras ocasiones, nos eligen. Se dice que son uno de los factores de estrés más pronunciados. Las más comunes son:
  • Cambio de trabajo: implica mucho más que un cambio de lugares. Hay gente a la que dejaremos de ver, se modifican rutinas de transporte, de tiempo de llegada al trabajo y de tareas laborales que pueden representar todo un desafío.
  • Separación de alguien querido, ya sea familiar, amigo, pareja: hay una mudanza de afectos, de sentimientos, de confianza. En muchas oportunidades, no contamos en nuestro círculo íntimo con otra persona con la que nos sintamos tan bien o a la que le tengamos tal grado de confianza. Si pudiste mantener una relación así con alguien, tienes la capacidad de generar ese tipo de vínculos y podrás volver a tenerlos (con las modificaciones que te parezcan oportunas) cuando estés preparado.
  • El pasar de ser hijos a adultos independientes y luego a padres son dos tipos de mudanzas internas con repercusiones únicas y profundas. No tienen vuelta atrás y marcan nuestra personalidad para siempre.
En ciertos momentos de la vida necesitamos muchísimo una mudanza (ya sea interna o externa) para reencauzar el rumbo que queremos tomar. En otros, les tememos y hacemos todo lo posible para que no sucedan, aunque nos demos cuenta de que son inminentes.

Lo que puedo decir como experiencia personal y ojalá les sirva a quienes se están enfrentando a un cambio significativo inminente es, más allá del cansancio, de las dudas, de la movilización interna y de todo lo que estén sintiendo en estos momentos: ¡disfruten el proceso!

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