Los abrazos me hacen feliz. Me emocionan, me acarician el alma, me tranquilizan, me dibujan sonrisas, me hacen sentirme amada. Que importantes son los abrazos. Los que te dan los amigos que vienen desde lejos, aquellos que vienen cargados de la felicidad del reencuentro, los que te hacen llorar pero de felicidad, los que te hacer sentir que se salta el alma; muchos cargados de esperanzas, otros rellenitos de ternura, abrazos de mis hermanos, el de mi hermanita bella, el de mi hermano arrepentido, los que recibo de mis nietos adorados, los que se han esperado por tantos años. Hay abrazos que dicen todo lo que las palabras no pueden. Los abrazos que piden a gritos que te olvides de los malos ratos, los que significan en un momento de tu vida el regalo del consuelo humano. Me gustan los abrazos de los nuevos amigos, el de los artistas, el de los poetas, el de los enamorados de la vida, de las personas que los dan con entusiasmo, aquellos que producen lágrimas de fe y agradecimiento a Dios, me gustan los abrazos espontáneos, los que nacen de repente, los abrazos largos, los que te dejan marcados, los que son inolvidables por la paz que dibujaron en las paredes de tus recuerdos, los momentos inolvidables siempre vienen o se van con abrazos.
Mi abuela supo abrazarme con sus cuidados y su vida ejemplar, y una desconocida en el aeropuerto, una viajera especial que se hizo mi amiga me dio siete abrazos en menos de dos horas, me gustan, me alimentan tanto los abrazos de los ancianos, de muna vecinita que tengo que se detiene para saludarme y abrazarme cada vez que me encuentra en el pasillo.
No importa si los abrazos me los dan con el pensamiento y me los regalan por Facebook o con mensajes, cartas, oraciones, todos los abrazos que me llenan la vida. Los que me mandan por correo, o en el mensajito del celular.
Hay abrazos que resultan la mejor terapia, el remedio, la cura, el regalo. Son los que mejoran tu ánimo, te llenan de paz, amor, esperanza, fe y te acercan al Cielo.
Necesito los abrazos de la gente de mi tierra, de mis amigos pobres, de aquellos que saben ser agradecidos, de los que han sido mis maestros en los momentos duros de la vida, los abrazos del duelo, los abrazos ante la enfermedad, los abrazos que se convierten en los mejores poemas, en las pinturas coloridas, en la dicha , pero en especial los que me recuerdan que la vida no importa si es injusta y cruel, si es in camino de espinas y candelas, de tormentas y amenazas, sigue siendo un regalo maravilloso y hay que afrontarla contra viento y mareas, sin importar que nos duela todo, nunca dejemos de abrazar, de besar, de amar, de dar, de orar. Nunca.
Hay abrazos muy doloros, los que vienen acompañados del permanente adiós. Abrazos de tristeza infinita. Pero hay otros que me hacen sentirme esperanzada, los que tienen la promesa de "un hasta pronto" Y que mejor recuerdo que los abrazos que sonríen bulliciosos a gritos y carcajadas al final de un partido de pelota, de in concurso, los abrazos de los grandes aficionados, los abrazos apasionados que nos damos los amantes en la oscuridad llenos de amor y vitalidad.
Los abrazos de mi madre, los de mi abuela, los de mis hijos, los de mi amado esposo, los de mis nietos, los de mis hermanos, los de mis amigos, los de mis nuevos conocidos.
Y me voy abrazar al tronco, a la almohada, al alimento, al viento, a la lluvia, a la vida que me espera llena de futuras promesas, de nuevas ilusiones, de muchos proyectos, y les dejo mi abrazo sincero, fuerte, lleno de luz, cargado de mis mejores deseos para cada uno.
Mi abuela supo abrazarme con sus cuidados y su vida ejemplar, y una desconocida en el aeropuerto, una viajera especial que se hizo mi amiga me dio siete abrazos en menos de dos horas, me gustan, me alimentan tanto los abrazos de los ancianos, de muna vecinita que tengo que se detiene para saludarme y abrazarme cada vez que me encuentra en el pasillo.
No importa si los abrazos me los dan con el pensamiento y me los regalan por Facebook o con mensajes, cartas, oraciones, todos los abrazos que me llenan la vida. Los que me mandan por correo, o en el mensajito del celular.
Hay abrazos que resultan la mejor terapia, el remedio, la cura, el regalo. Son los que mejoran tu ánimo, te llenan de paz, amor, esperanza, fe y te acercan al Cielo.
Necesito los abrazos de la gente de mi tierra, de mis amigos pobres, de aquellos que saben ser agradecidos, de los que han sido mis maestros en los momentos duros de la vida, los abrazos del duelo, los abrazos ante la enfermedad, los abrazos que se convierten en los mejores poemas, en las pinturas coloridas, en la dicha , pero en especial los que me recuerdan que la vida no importa si es injusta y cruel, si es in camino de espinas y candelas, de tormentas y amenazas, sigue siendo un regalo maravilloso y hay que afrontarla contra viento y mareas, sin importar que nos duela todo, nunca dejemos de abrazar, de besar, de amar, de dar, de orar. Nunca.
Hay abrazos muy doloros, los que vienen acompañados del permanente adiós. Abrazos de tristeza infinita. Pero hay otros que me hacen sentirme esperanzada, los que tienen la promesa de "un hasta pronto" Y que mejor recuerdo que los abrazos que sonríen bulliciosos a gritos y carcajadas al final de un partido de pelota, de in concurso, los abrazos de los grandes aficionados, los abrazos apasionados que nos damos los amantes en la oscuridad llenos de amor y vitalidad.
Los abrazos de mi madre, los de mi abuela, los de mis hijos, los de mi amado esposo, los de mis nietos, los de mis hermanos, los de mis amigos, los de mis nuevos conocidos.
Y me voy abrazar al tronco, a la almohada, al alimento, al viento, a la lluvia, a la vida que me espera llena de futuras promesas, de nuevas ilusiones, de muchos proyectos, y les dejo mi abrazo sincero, fuerte, lleno de luz, cargado de mis mejores deseos para cada uno.
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