Cuida a las personas que amas...

Cuenta la leyenda que había una joven muy bendecida que tenía todo en su vida: un esposo trabajador y amoroso, hijos inteligentes, saludables y bien parecidos, un empleo bien remunerado, una hermosa y numerosa familia, con los mejores abuelos, hermanos, primos y familares, siempre celebrando la vida. Pero ella no se daba cuenta de toda su riqueza, de todas sus bendiciones, y se pasaba la vida trabajando y trabajando y descuidando los "verdaderos momentos valiosos" de su juventud y de los frutos de su matrimonio. Su tiempo se consumía en la oficina, muchas horas, tiempo irrecuperable, y sin querer, sin pensar, abandonaba a sus hijos, descuidaba a su esposo, si surgía algún problema, lo dejaba de lado. Y así, las personas importantes de su vida fueron siempre dejadas para después... y
un día, su abuela una mujer muy sabia le hizo un regalo: una flor muy cara y rarísima, de la cual habían apenas dos ejemplares en el planeta, Y le dijo con mucha ternura en sus palabras:
- “Hija, cuida esta flor, ella te ayudará mucho mas de lo que tu te imaginas! Únicamente necesitas regarla y podarla de vez en cuando, ocasionalmente conversar un poco con ella, y ella te dará a cambio ese perfume de aroma delicioso y las más lindas y frondosas flores.”
La siempre ocupada y trabajadora joven la recibió emocionada, pues la flor era de una belleza sin igual. Más el tiempo fue pasando, los problemas surgían, el trabajo consumía todo su tiempo, y su vida, que continuaba confusa, no le permitía cuidar de la flor debidamente. Ella llegaba tarde a casa, miraba la flor que no mostraba ningún signo de debilidad o muerte, siempre fresca, siempre perfumada. Entonces ella pasaba cerca de ella sin prestarle atención.
Un día, al poco tiempo, la flor murió. Ella llegó a casa y la flor estaba muerta, sus raíces estaban resecas, sus flores caídas y sus hojas marchitas. Ella se echó a llorar y le contó a su abuela lo que había sucedido. Rota, deprimida, desesperada fue a buscar a su abuela...
- “Me imagine que eso ocurriría, le dijo su triste abuela, pero ya no puedo darte otra flor, porque no existe otra igual a ella. Ella era única, así como tus hijos, tu esposo, tus padres, tus hermanos, , tus amigos y toda tu familia. Todos ellos son bendiciones que recibiste, pero debes aprender a cuidarlos, y dar la atención debida a ellos, pues así como la flor, los sentimientos también mueren. Tú te acostumbraste a ver la flor viva, siempre florida, siempre perfumada, y te olvidaste de cuidarla. ¡Cuida a las personas que amas!”

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