Inviernos de mi vida


Gracias por otra mañana, por otro amanecer Padre Celestial.  Estoy despierta, respiro, estiro mis brazos.  Sigo viva, con dolor en el cuerpo, pero no me voy a quejar. Soy una luchadora, una sobreviviente, como tú, como todos. Al poner el primer pie cuidadosamente en el piso, me cuesta trabajo caminar, lo hago lentamente.  Miro por la ventana y llueve, digo en voz alta, “…bienvenido seas invierno mojado” y mientras las gotas de lluvia juegan con las hojas y las plantas chocando con las ventanas, recuerdo una tarde de mi pasado cuando la llovizna de Lima mojaba paulatinamente los blancos cabellos de la cabeza de mi abuela, era un domingo saliendo de misa, me remonto a los caminos de los sesenta, siento las manos de mi anciana amada acariciando mi rostro, al mismo tiempo siento ese frío que te invita a tomar chocolate caliente, ha llegado el invierno y la gente usa sus abrigos y chalinas, es la estación del buen vestir, de las mantas de alpaca, de las chimeneas encendidas, los gorros de lana, las botas altas, cuando todos lucen elegantes, siento el aroma del café pasado, colocado en el pomo de cristal, y las copas esperan el brindis con guinda, y el delicioso vino dulce de la casa de mis abuelos. Otro maravilloso domingo de invierno.

Es Junio de 1965, mi abuelo Fernando se va apagando, poco a poco, ya casi no habla, sigue hospitalizado, mi hermanita es su enfermera, no deja que nadie le coloque las sondas, solo su nietecita amorosa, que siempre acaricia su cabecita calva, en unas horas nos deja para mudarse al Cielo.  Así amanecerá Lima, mojada y triste por la partida de un hombre muy especial, padre de muchos hijos, trabajador hasta el final de su existencia, dejando los frutos de una vida de labor y progreso, de una vida bendecida. Serán unos momentos de tristeza infinita que me van a visitar muchas veces en el trayecto de mi vida.  

El invierno de mi vida.  El invierno de Lima. Cuando las estrellas de la costa peruana se esconden, y en vez de ver el sol, nos despierta la neblina densa y gris, la humedad intensa de nuestro frío que se cala en nuestros huesos y que oye nuestras quejas  Nuestros cuerpos escondidos debajo de toda la ropa y los ponchos, ya no lucirán los bronceados del verano, ni las pecas y lunares.  Caminaremos apuradamente, apresurados,  al compás del viento, y nuestra prisa despertará muchas sonrisas y burlas. 


Muchos inviernos han pasado, muchos.  Recuerdos grandes, otros pequeños, los abrazos que nos dimos, las risas compartidas, las discusiones, los pocos malos ratos, los muchos buenos... recuerdos que con el tiempo nos llegan distorcionados, editados por las conveniencias de la memoria, es importante recordar y contar nuestra historia, dibujarla de bellos colores, de aromas, de sabores felices, de momentos de gloria.  Siento el frío calando mi alma. Somos alumnos de Primaria, hacemos la tarea diaria, nuestra meta es sacarnos buenas notas, un veinte sobre veinte, para alegrarles la vida a nuestros santos abuelos.  Nos dan generosas propinas. Tenemos puestos los guantes de lana tejidos por mi madre, ellos calentarán nuestros dedos, y recuerdo la canción favorita del abuelo... 


Es invierno en Madrid, 1970, guapos adolescentes nos miran con ojos de pecado, mi hermana y yo hemos viajado a Europa en Iberia. El viento helado acaricia la juventud de nuestros rostros sorprendidos por el Viejo mundo.  Invierno en Paris, en Londres, en Madrid, en Roma, nuestros zapatos mojados nos hacen resbalar, la gente es diferente, museos con cuadros de pintores famosos, parques floridos, Iglesias centenarias, otras milenarias, palacios de gran lujo, teatros,  permitirán hacer muchos negocios con los turistas que usas diccionarios para poderse comunicar.  Los almacenes famosos se llenarán de clientes extranjeros buscando el abrigo, y los amantes del vino consumirán las deliciosas botellas de uvas fermentadas, dos universitarios que viven en Paris tratan de convencernos para tomar con ellos, les decimos que ya volvemos, (nos sentimos asustadas)  y nos fugamos corriendo para tomar el Metro.  Nuestras narices rojas, la piel erizada, la mezcla del miedo y la aventura de perdernos en una noche helada en la ciudad de luces, mientras las bocinas de los autos y los gritos insultantes de un impaciente chofer nos paralizan las piernas, en la mitad de la calle mi hermanita llora asustada y me dice "quiero regresar a casa" mientras la miro con mis ojos de fiera y le digo que se deje de ser tan majadera, que somos grandes, que no le tenemos miedo a nada ni nadie, que Dios nos cuida.   Nuestra adolescencia despierta del letargo de la estación de la primera infancia, el viaje nos hace crecer, nos hace entender, nos hace aprender a protegernos de la gente, de la vida, de las circunstancias.   Invierno para abrigarse el alma, para cuidar el cuerpo. 

Invierno en California. Clima seco, calles mojadas, jardines bellos, de avenidas ocupadas, rompecabezas urbanos, naturaleza, mar,  una costa muy verde, deliciosas cosechas.  Mi hermana se fue de Lima para California en los setenta..., le encanta su vida, cerca del mar, con estaciones marcadas.   Invierno en Miami, inexistente, posiblemente dura una semana, vivo en verano, la verdad el calor no es de mi agrado y me hace mucha falta el Invierno... el abrigo negro que usaba en mis viajes a Londres, Chicago, Buenos Aires y Lima sigue colgado esperando sus visitas a otras ciudades.   Hemos llegado hasta hoy.  Mi hermanita vive en un lugar muy bonito de la extensa California, mi otro hermano cerca de la Casa Blanca, los otros dos en el Norte de la Florida, a unas horas de viaje, de los seis hay uno que se regresa a Lima para casarse y se queda. 


Hoy tengo ganas de envolver mi cuello en una de mis tantas chalinas de lana, ponerme los guantes negros de cuero negro, y sacar de su caja mis botas altas (que posiblemente me ajusten, o no me queden). Quiero sentir el frío de mi amada Lima.  Voy a perder la voz apenas llegue, como siempre, la humedad me va a afectar y no voy a poder cantar, pero no me importa.  Quiero ir a Lima en invierno. Lo decreto convencida de que para Dios no hay nada imposible.  Tengo que sacar fuerzas, tengo que fortalecer mi cuerpo y reactivar los pensamientos productivos y positivos.  Imaginar mi llegada a Lima en Invierno, se lo digo a mi mejor amiga "Allí estaremos tú y yo" de nuevo, camino a Miraflores,  por la Avenida de la Marina, bajando por la Javier Prado pasando por San Isidro hasta llegar a la calle de la Iglesia Santa Maria, buscando el Farito, me vienes a recoger en tu carrito Koreano muy temprano y del Aeropuerto nos vamos a la San Antonio a tomar desayuno.  No te tengo que decir que me gusta, me conoces de mil maravillas. La jarra de chicha morada me espera, las calas blancas, los alfajores de miel, las empanadas, las chirimoyas. Al finalizar el desayuno nos vamos al departamento y me ayudas a desempacar las maletas... antes de las doce nos vamos para Wong y llenamos dos carritos de todos nuestros antojos.  Los ojos me brillan, las calles me reconocen, y aunque es invierno, el sol no se esconde y ha salido travieso a saludarme. 
 
Que bonita es la espera, el entusiasmo, las ganas de vivir, de sentir que pronto estaremos juntas, juntos de nuevo, mi padre, mi hermano, mis hermanas, mis amigas, mis primas, todas las amigas que no conozco en persona pero que son parte de mi vida,  compartiendo otro invierno, jugando con el viento, calentando agua en la tetera para tomar el cafecito oyendo sus dulces voces, sus risas alegres, sus historias. Por eso te pido amiga, amigos queridos,  que pidan mucho por mi salud y alivio, para que no se pase otro invierno sin poder viajar de nuevo, tengo tantos abrazos guardados, tengo tantas charlas y conversaciones escondidas,  mis manos ansiosas por preparar una deliciosa "causa rellena de paltas y verduras", un ajicito de gallina, una sopa de res, para llegar hasta Tiwinza donde me esperan unas familias de personas muy pobres de bolsillo pero millonarias en amor.  


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