Las madres

Hoy hablaba con una de mis amigas que no son madres y que sienten el hueco enorme en el alma. Las que no supieron de llevar un hijo por nueve meses y de todo lo que sucede en la vida de las madres. Mi amiga cubana fuma como una chimenea, es nerviosa, temerosa, sigue pensando que va a encontrar a su principe azul, se ve vestida de novia entrando a una Iglesia llena de gente, pero la vida se le fue de las manos y ella no acepta el paso del tiempo.  No consigue pretendientes y cuando lo hace es por otros motivos que no tienen nada que ver con el amor. Tiene cuatro perros que viven con ella, mascotas amorosas que son su vida, sus cuatros hijitos de cuatro patitas que le dan mucho amor.   Le falta un mes y tiene que retirarse y se siente impotente porque su sueldo de jubilada no le va a alcanzar, la aconsejo, le doy varias soluciones, que alquile su casa, que se mude con su madre, que rente dos dormitorios, que comparta la renta con otra mujer soltera o viuda, pero no quiere.

Tengo otra amiga que es una mujer maravillosa, la admiro desde siempre, para ella el domingo de las Madres es una fecha que quisiera no existiera.  Ella tuvo cuatro hijos.  Dos que partieron antes de tiempo, y la dejaron rota, los otros dos viven lejos hace mucho tiempo y nunca se acuerdan de ella.  Ella sufre en silencio, llora todas las noches de su vida, me consta, fui su vecina por mucho tiempo, recuerdo sus sacrificios, todo lo que tuvo que soportar porque sus cuatro hijos varones le dieron muchos malos momentos.   No todas las madres tienen hijos agradecidos. Es una mujer muy sufrida y nadie la consuela porque nadie sabe su historia. 

Y entonces tenemos a las otras, a las que son las madres sacrificadas, las que lo dan todo por los hijos, las que son gallinas, que se pasan la vida cuidando a sus pollitos, sin que importe el tiempo o la escala social, madres abnegadas, madres que se quitan el pan de la boca, que se acuestan cansadas y que no se quejan.  Millones de madres maravillosas y abnegadas.

Y las otras, las que son dictadoras, generales, las que se hacen las duras porque no quieren el amor de sus hijos si no que sean hombres y mujeres de bien en la vida.  No todas las mamás son abnegadas amantes del sacrifico y aguerridas guerreras que todo lo pueden, hay muchas que "pretenden" ser fuertes y esconden su gran sensibilidad...  Ellas mojan sus almohadas cuando nadie las ve.  Rezan todas las noches, y le piden a Dios que a sus hijos nunca les pase nada. Son las bravas.

Muchas esperamos que nuestros hijitos duerman profundamente y entonces los vamos arropar, a cubrir con la frazada, y en ese momento nos invide el complejo de culpa porque fuimos muy exigentes y dimos palizas y gritos, por la mañana,  porque perdimos la paciencia ante la pereza y caprichos, desobediencia y faltas de respeto. No quieren ir al colegio, no quieren ir a la Iglesia, no quieren estudiar, toman cerveza, fuman a escondidas, y empiezan desde muy temprano con las tentaciones del mundo.  Las malas notas, las veces que te roban el dinero de la cartera, que falsifican tu firma, que cambiaron el licor de la botella de Pisco por agua. Entonces acariciamos sus manitas, sus rostros bellos, porque para una madre no hay hijo feo, ni malo, ni poco inteligente, ni drogadicto, ni delincuente.

Que terrible es tener hijos que se creen karatecas o boxeadores y que les gusta el pleito. Cuantas veces les dije que no vinieran del colegio con los ojos morados y sangre en la ropa. Que se controlen cuando sean insultados, que traten de mantener la calma y alimenten la paciencia y la tolerancia.   Que no les afecte que le digan "tu madre es una gorda",  que se acomplejen porque no tienen "cosas de marca" que se burlen de ellos porque son "diferentes",  insultos como "cholo" "enano' "gordo" "feo" o "tantas otros adjetivos dolorosos, y nosotras les decimos "no hagas caso" cuando en realidad quisiéramos ahorcar al desgraciado adolescente que asusta y tortura a nuestro hijo, a nuestra bella princesita que es inteligente pero gordita, que no es tan bonita, o tan atractivo.  Y también pensamos que la profesora del colegio es injusta con sus calificaciones.

Las madres vivimos pendientes de nuestros hijos, con el temor de que les de esa terrible gripe, que no se accidenten y se rompan un hueso, que no se junten con los chicos malos, miedos terribles, desde que los tenemos en el vientre, pedimos que salgan sanitos, que nazcan con todos sus diez deditos de las manos y los pies completos,  que puedan ver y oler, que sean saludables, y que duro es para una madre tener un hijo de los que califican como "especiales" tener un hijo autista, o con sindrome de Down, tener un hijo con distrofia muscular o que antes de llegar a la primera infancia se le descubra un tumor canceroso,  y sin embargo conozco a varias madres que no se amilanan ante la terrible prueba y luchan y lo dan todo por sus hijos y por otros que no son sus hijos.

Porque que nos quede claro a todas y todos, que ser mamá no solo tiene que ver con las barrigas grandes de los largos embarazos, los terribles dolores de parto, los pañales y las malas noches, las ojeras, el cansancio, la dentadura incompleta por falta de calcio, y todas las preocupaciones y huellas que conlleva.  Los biberones, la papilla, los llantos que aprendemos a distinguir porque las madres siempre sabemos cuando lloran por hambre, por dolor, o porque quieren estar limpitos. Ser madre es amar de verdad, sin condiciones, amar a tu hijo más que a ti misma, la maternidad nos vuelve sabias, nos vuelve tiernas, nos vuelve leonas, gallinas protectoras, vigilantes de la noche, cocineras milagrosas con nuestras sopas de pollo, tallarines y pasteles, con las comidas favoritos de nuestros consentidos.  Administradoras que con poco resolvemos la comida para toda la familia y que nuesros hijos nunca se vayan a dormir sin comer.   

Y que orgullosas nos sentimos cuando terminan el colegio y se van a la Universidad y se vuelven profesionales de primera, cuando se casan y nos hacen abuelas, y nos llaman para contarnos sus problemas y nos dicen que somos sus mejores amigas. 

Mis hijos ya son hombres cuarentones y sin embargo yo los sigo viendo de la misma edad de mis nietos.  Confundo sus nombres.  A mi nieto mayor lo llamo como su padre... son tan parecidos...
Mientras arreglo unos papeles me encuentro con unas tarjetas de hace mucho tiempo, las he ido guardando entre mis tesoros, tarjetas de mis hijos, de mis nietos, de mi madre, todas significan mucho para mi.  Todas para el Dia de las Madres...

He cumplido con mucho de mis sueños y proyectos de vida, he sido madre, abuela, he escrito un libro, he plantado un pino, he viajado a lugares lejanos, he abrazado a muchas madres pobres, tuve a mi madre conmigo hasta mis 56 diciembres, no les puedo mentir, mi vida no es igual desde que se mudo mi madre al cielo, quisiera tenerlos a todos juntos. No es igual mi vida sin mi Madre... 

Les pido que no se olviden de sus madres, no importa la edad que tengan, conozco muchas que no van a recibir flores ni abrazos, ni tarjetas, ni visitas, madres olvidadas por sus hijos...  y les pido que saluden a las "otras" madres, las que sin haber cargado en su vientre a sus hijos son madres de sus sobrinos, de sus alumnos, de sus pacientes, de huerfanitos. Les pido que saluden a las suegras, a sus hermanas, a las amigas, a las abuelas... que no se olviden de llevarles amor a todas las madres del mundo.... 



Soy Mary E. Fernandez-Vasquez y escribo para aliviar el hambre... 

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