La brujita de la cocina

La Bruja Cocinera
Una vez en una ciudad alemana, había una cabaña muy grande de madera con flores marchitas en la entrada, en el bosque oscuro donde todo la gente del pueblito decía que vivía una bruja muy fea y muy malvada. Nunca nadie se había atrevido a pasar ceca y menos tocar la puerta.
Una tarde gris, mientras recogía hojas para un trabajo de su escuela, una chica se acercó a la cabaña. La curiosidad que era parte de su naturaleza, la llevó a entrar al jardín descuidado, y luego se acercó a una de las ventanas de la mal-cuidada cabaña, pero no pudo ver nada. Como quería saber lo que había, pensó que no le pasaría nada, y entonces atrevidamente y sin miedo entró en la casa. Al principio le parecía que estaba vacía, el silencio absoluto le indicaba que no había nadie. De repente, al fondo divisó la figura de una viejecita con una nariz muy larga y un rostro muy feo, que removía la cuchara en un enorme perol en una cocina llena de humo. Entonces, suavemente, muy despacito se le acercó con mucho cuidado, y la tocó en el hombro. -Buenas tardes, señora. – Hola muchacha bella– le respondió la anciana de traje negro . ¿ Acaso no tienes miedo de mi ? La pobre anciana estaba muy arrugada y ya no tenía dientes. La muchachita que era puro amor, le dijo con su cabecita rubia que no. La anciana se puso muy contenta y la invitó a merendar. Le contó que de joven había sido un hada buena, pero cuando se había hecho mayor se le fue toda su belleza, y su rostro lleno de arrugas como una pasa, y verrugas dolorosas, que la nariz se le hizo grande y los ojos cansados, que todos en el pueblo hablaban, murmuraban que era una bruja fea, vieja y muy mala, y que por eso ya no podía ir a la ciudad. Ya se había acostumbrado a vivir sola en aquella solitaria y abandona cabaña, pero siempre le gustaba pensar que algún día alguien entraría a verla, a visitarla y a compartir con ella su mesa. Y así fue. Y ella se puso muy feliz. Como la bella muchachita fue tan amable y amorosa con ella, le dijo que le pidiera un deseo, pues se lo concedería. Entonces ella al verla tan contenta, tan feliz y emocionada por su visita le pidió que su jardín se convirtiera en un parque infantile, lleno de flores, de globos de colores, de columpios y muchos juguetes para todos los niños del pueblito. Y asi fue, todos los niños jugaban allí y la anciana les hacia la merienda, siendo muy feliz, muy feliz al saber que la gente ya no le tenía miedo. Y desde ese momento, a partir de la visita de la curiosa y gran muchachita de cabellos dorados, todo el mundo la llamaba cariñosamente "la bruja cocinera" de las mejores meriendas del bosque.
En muchos lugares de Europa en las cocinas se cuelga una bruja que se llama la "la brujita de la cocina" "Kitchen witch" y las malas cocineras y las aprendices siempre le tocan la escobita o la cabecita para que no se les queme la comida, y para que a todos les parezca que la merienda fue deliciosa.
En la foto mi amiga de la juventud, vecina y que tiene una madre talentosa, bella y maravillosa, la artista, modelo, y famosa brujita de Lima, Mirtha Vergara Brujis con sus brujas (decordas y maquilladas por ella).
No hay que juzgar nunca a nadie. En Salem a las mujeres curanderas, enfermeras de la antiguedad, que tenian manos sanadoras, las quemaban por brujas, cuando en realidad eran pioneras de la medicina.

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