Deprimida y sigo viva

Muchas personas no lo reconocen, se quedan callados, viven deprimidos, toman "pastillitas" para "la ansiedad" para no sentirse "deprimidos"... los hay como tantos que conozco que "conviven con la peor enfermedad" que acaso aprenden a "convivir" con esos estados mentales-corporales-espirituales- con la terrible experiencia de aprender a vivir enfermo de los nervios, enfermo de la culpa, del pecado, del tiempo, de los problemas de la vida y del mundo.

Hace tiempo que no hablo del tema, pues han pasado varios años desde la última vez que tuve que enfrentarme a una crisis depresiva. Sin embargo, la depresión siempre está ahí. No se muda. No se cambia de ropa. Al menos la mía, que no responde a causas externas y no se sabe bien qué la provoca. Solo queda la opción de medicarse y seguir con el día a día, agradeciendo que no vuelvan los malos momentos, los benditos ataques de ansiedad que son horripilitantes, desvastadores, peores que cualquier pelicula de terror.
Soy (casi siempre) feliz y agradecida, para qué negarlo. Pero también tengo momentos en los que me canso de tener que estar siempre enfrentándome a desajustes anímicos inesperados y absurdos. Mi cuerpo produce una hormona que me hace ser estresada y llorona. Para mí, convivir con la depresión es un esfuerzo constante, permanente, agotador, extenuante. Un esfuerzo que me conduce directamente a disfrutar de mi día a día, a vivir cada segundo, a vivir el HOY el ahora, pero soy de carne y hueso y a veces siento que no puedo, que no soporto convivir con los dolores contantes, a veces tan agudos que no puedo dejar de quejarme y desear hacerme invisible ante los otros que ya casi me ignoran o me resienten, aquellos que no me comprenden, porque no saben, no conocen el dolor mezclado con tristeza y desesperanza. Tengo ojeras, tengo arrugas, tengo canas, tengo ganas de llorar hasta quedarme dormida.
Hace poco salió el tema con unos amigos y he pensado que estaría bien contar cómo ha ido todo en los últimos años y qué tal lo llevo. La respuesta corta es "estupendamente", soy una campeona sin medallas, una escritora con problemas en sus manos y calambres en sus dedos, casi no puedo caminar, me cuesta peinarme o secarme el cabello, me cuesta darme una ducha agacharme a jabonar mis pies. Pero hay que analizar el camino que toca recorrer para conseguir ese éxito. Soy una superviviente, soy funcional acaso dentro de mi mundo de incompetentes movimientos, de dolor agudo.

Pondré un ejemplo. Mi vida es como avanzar sobre una cinta transportadora. Imaginen una de esas máquinas de gimnasio sobre las que caminas (o corres) sin realmente desplazarte del lugar. Hay que mantener el ritmo o te terminarás cayendo. Es mucho más aburrido y cansado que caminar por el mundo exterior, pues no solo resulta más difícil mantener el equilibrio sobre una superficie que se mueve, sino que es imposible detenerse para recuperar el aliento. En un gimnasio puedes parar la máquina, pero mi vida sería una cinta cuyo movimiento nunca cesa. La mayor parte del tiempo, tengo que mantener un ritmo determinado para no tropezar. No es un ritmo elevado, es perfectamente asumible. Cuando duermo, casi se detiene. Se mueve de una manera imperceptible, quizás medio milímetro cada hora. Perfecto para tumbarme y descansar.
Y al abrir los ojos, al volver a despertar, el movimiento se acelera. Y toca echar a andar otra vez. Un día, y otro. Y otro más. Lo cual no es muy diferente de la vida de cualquier otra persona. Al menos, mientras todo se mantiene estable.
¿Qué pasa cuando de pronto la velocidad de la cinta cambia sin previo aviso? Pues toca hacer un esfuerzo extra y tratar de seguir caminando sin caer. Pero cansa, y me agota muchísimo. Quieres parar un poco y no puedes, ya que bajar la guardia es sinónimo de una dolorosa caída. En esos momentos, todas tus energías se centran en seguir en pie. No puedes hacer cosas básicas que otros hacen sin apenas pensar, pues corres el riesgo de darte un buen golpe contra el suelo. Es un poco frustrante, pero hace tiempo que aprendí que no sirve de nada quejarse. Lo único que conseguiría es gastar las pocas energías que me quedan y aumentar el riesgo de llevarme un tremendo derrumbamiento.
Hace muchos años que no me caigo, como ya he dicho. Eso es algo que celebrar, especialmente si tenemos en cuenta que he ido reduciendo la medicación poco a poco. La idea es poder dejarla pronto, pero me dicen que si no tomo mis "remedios" me voy a terminar muriendo. No sé yo si funcionará, porque esta depresión absurda mía que no tiene motivo no es muy amiga de que prescinda de mis drogas legales. Pero bueno, habrá que probar. A fin de cuentas, me pasé muchos años sobre la cinta sin ayuda de medicación alguna. Y siempre puedo volver a ella si lo necesito.
Así que hoy estoy contenta, al menos hoy puedo escribir con dos dedos, al menos puedo expresar lo que siento, al menos puedo respirar sin sentir que me falta el aire. Sin embargo, siempre hay momentos más complicados. Cambios de estación, por ejemplo. No me gusta el calor y Miami es demasiado calurosa. Ahí la velocidad de la cinta se acelera y tengo que esforzarme el doble. Pero bueno, se aprende a vivir con ello, que nos queda, aprender a vivir o morir. Tenemos que pensar positivo, eres lo que piensas, me lo repito a cada rato, eres fuerte, eres inteligente, eres una mujer llena de amor y de talentos, creativa, y sobre todo eres "especial" tienes que recordar que tu abuelita siempre te lo dijo, desde chica, que eras graciosa y ocurrente, traviesa y expresiva, que eres valiente y atrevida, que querer es poder y que Dios nunca abandona a sus hijos.
Lo que quiero decir con todo esto es que la depresión (en mi caso) no es siempre algo que está o no está. Es algo que te acompaña sin manifestarse pero que puede asomarse a saludar en cualquier momento. Días en los que te cuesta salir de la cama, días en los que te cuesta un mundo hacer algo que veinticuatro horas antes hacías sin despeinarte. O días en los que te sientes como si hubieses despertado de un sueño muy triste que no consigues recordar. Puedo seguir caminando, afortunadamente. Pero me dejo el aliento en el proceso y hay veces que es tan agotador que te preguntas si realmente vas a ser capaz de seguir con esa lucha toda tu vida. Pero claro que se puede. No es fácil, pero es perfectamente posible vivir así.
Tengo la suerte de poder expresar lo que siento, es tan importante para no explotar. Porque el resultado merece la pena. Hago mi vida normal, soy feliz. Y eso quiero que lo tengan presente algunas personas que están pasando por situaciones similares. La lucha es agotadora, pero no durará siempre. No a ese nivel desquiciante, al menos. Y un poco de esfuerzo extra de cuando en cuando bien merece la pena para seguir disfrutando de todo lo que nos rodea, ¿verdad?
Yo sigo adelante, limitando lo que hago cuando vienen días malos y aprovechando al máximo aquellos en los que todo sale de forma natural. En lo que llevo de año he seguido estudiando la Biblia, he vuelto a escribir notas en mi Viejo cuaderno . Y por ahora va muy bien. A veces estoy muy cansada (físicamente) pero creo que es normal, para hacer cosas normales hay veces en las que me tengo que esforzar el doble que otras personas. Eso pasa factura. Pero dejando eso al margen, poco afecta convivir con la depresión cuando está controlada. Desde fuera, parece que todo sigue igual pero habiéndome vuelto más "tranquila" . Yo sé que realmente hago acopio de toda mi fuerza de voluntad para cuestiones bastante simples y que eso poco tiene de vagancia. Y eso se lo quiero recordar también a aquellos que creen que no avanzan, que no consiguen nada o que retroceden lo avanzado sin poder evitarlo. Eso no es así, requiere mucho valor y esfuerzo el seguir con el día a día cuando tienes que cargar con ese peso, cuando no puedes bajar de esa cinta que no se detiene. Así que nada de sentirse mal, que no es nuestra culpa esta situación. Y al igual que yo he conseguido tener una vida normal, plena y feliz, el resto puede hacerlo. No hay que rendirse. Nunca, nunca hay que darse por vencidas. La vida sigue y es bella.
Así que nada, con esto actualizo mi estado, respondo a las dudas de algunos amigos y aprovecho para mandar ánimos a algunos amigos que lo necesitan. El mundo no se conquista solo, os necesito. Podéis lograrlo, luciernagas amigas, las necesito a todas, me hacen mucha falta. No me olviden, no importan las distancias, no importan las piedras en el camino, lo que importa es vivir y convivir cada momento de nuestras vidas con amor. Si, cumplir con la frase aquella tan bella y tan importante de "amarnos los unos a los otros" en las buenas y en las malas, de lejos y de cerca, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza.

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